En Junín “empecé a recuperar esos lugares que me hacían tan bien”, dijo Cicoria.
En Junín “empecé a recuperar esos lugares que me hacían tan bien”, dijo Cicoria.
REGRESAR AL ORIGEN

Volver a casa: cómo influyó la pandemia en los juninenses que dejaron las grandes ciudades

Las consecuencias del Covid y el confinamiento provocaron que muchos jóvenes se replanteen volver al origen. “Junín me devolvió esa bocanada de aire fresco que uno encuentra en las vacaciones, sin la sensación de tener esa mochila en la espalda”, dijeron.

La suba de los alquileres en grandes ciudades como Buenos Aires, Rosario y La Plata, y las consecuencias de la pandemia, con el cierre del ocio, la imposibilidad de ver a la familia provocada por las limitaciones a la movilidad, y las promesas de teletrabajo, hicieron que muchos juninenses y vecinos de la Región, desplazados en grandes ciudades, se planteen regresar al origen. 

Algunos han podido hacerlo gracias a que las empresas accedieron a trabajar en remoto para evitar riesgos, mientras que otros vieron la posibilidad de dejar todo, reinventarse y empezar de nuevo lejos del ruido y de los edificios altos tras preguntarse “qué hago acá”.

Franco Greco es licenciado en Marketing, y hasta hace un tiempo atrás vivió en Buenos Aires, a donde había emigrado tras finalizar los estudios secundarios y había conseguido trabajar de manera remota.

A fines de 2021, con el coronavirus todavía presente, comenzó a preguntarse “qué estaba haciendo en la Gran Ciudad”, ya que tenía la idea de dejar el país, como muchos argentinos lo han hecho en los últimos años.

“Durante la pandemia pensé en irme a Panamá y a mitad de 2021 me empecé a sentir muy solo y con dudas”, comenzó diciendo a este diario. 

Entonces, “ese fin de año decidí ir a Junín para las fiestas y quedarme un tiempo largo, al menos un mes. Estaba con un trabajo que me daba cierta flexibilidad, pero a la vez era muy estresante, entonces ir a mi ciudad era como sentirme contenido en casa y con la familia”, recordó.

“Y solo empecé a disfrutar, se extendió y dije bueno, me quedé de enero y a mitad de ese mes y ahí pensé, ‘me vuelvo a Junín, aunque sea un tiempo hasta antes de irme a, en teoría, a Panamá”, afirmó. 

En ese viaje “me di cuenta que no tenía mucho sentido que me vaya de Argentina, porque no sabía qué era lo que estaba haciendo, ni a dónde me quería ir”, expresó.

“Me di cuenta que estaba en cualquier lado, que no tenía casa. Estaba con mi madre, después en Panamá, luego pasé por Estados Unidos, estuve en Europa, y volví a Panamá. Y me seguía preguntando cuál era mi casa, dónde vivo, cuáles eran mis cosas, cuáles eran mis pertenencias. ¿Qué tengo? Estaba con una computadora y una mochila”, recordó Greco. 

Pero al no poder adaptarse al lugar y renunciar al trabajo, Greco volvió definitivamente a nuestra ciudad. “Fue volver a empezar, no mirar hacia atrás, reinventarse y preguntarse realmente qué es lo que quería hacer y qué es lo que me gusta”, expresó. 

Entonces, “volver a Junín fue volver a sentirme contenido, a estar ahí con mi familia, a estar en lo de mi abuela, lo cual representaba muchísimo porque pasé mucho tiempo ahí”, explicó. 

El gran descubrimiento para él fue que “el irse del país tiene que ser algo que tenés que tener muy claro, pero irse a otro lado no es la solución cuando el problema que tenés es interno. En este caso no me cambia nada estar en Argentina o en España si después voy a estar sufriendo y con los mismos problemas que estaba teniendo acá. Ninguno se iba a solucionar yéndome del país”, subrayó. 

“Estar en tu país o en tu lugar tiene ese beneficio en el que ya sabes más o menos cómo es la cosa, ya sabés el lenguaje y te podés enfocar realmente en vos y decir, bueno, ‘qué me pasa, qué quiero, cómo hago, qué busco’. Y no ir vagando sin rumbo”, cerró.

"Aire fresco"

“Junín me devolvió esa bocanada de aire fresco que uno encuentra en las vacaciones, sin la sensación de tener esa mochila en la espalda que me hizo generar varias contracturas en Capital Federal”.

Así lo manifestó a Democracia la juninense María Emilia Cicoria, que vivió hasta los 18 años en nuestra ciudad. Luego de terminar la escuela secundaria decidió emigrar a Buenos Aires para continuar con sus estudios universitarios.

Además de ser diseñadora gráfica, creó un proyecto que se llama María Semilla. “Ahí yo soy ilustradora y eso es lo que más me apasiona hacer”, dijo a Democracia.

Después de recibirse, tuvo varios trabajos “hasta que finalmente di con uno que me interesó mucho como productora audiovisual en el Comité Internacional de la Cruz Roja”, explicó. 

En el día a día en Buenos Aires, “viajaba 40 minutos hasta el trabajo en colectivo. En algún momento tuve que ir a la universidad. Hacía de todo un poco, tomaba colectivo de acá para allá, perdía mucho tiempo de mi vida arriba del transporte público. Y eso hacía que mi vida siempre haya girado en torno de trabajar y estudiar”, continuó. 

Si bien en aquel entonces no se daba cuenta, “eso estaba afectando muchísimo mi salud mental porque no podía tener otras actividades más allá de eso, de ocio, de actividad física, que eso a mí siempre me hizo muy bien”, sostuvo. 

“Siempre desde chiquita hice actividad física y en Capital Federal me costaba mucho sostenerlo por un tema de que no me daban los tiempos y además que también siempre llegaba a casa muy cansada”, expresó. 

Con la llegada de la pandemia y el confinamiento obligatorio, Cicoria contó que estuvo dos meses encerrada en el departamento porque “en el trabajo nos mandaron obviamente a trabajar desde casa”. 

“Al segundo mes yo me empecé a sentir muy angustiada, muy preocupada también porque estaba lejos de mis seres queridos y ahí decidí pedirle a mi papá si me podía ir a buscar. Con mucho miedo y mucha incertidumbre me fue a buscar y volví a Junín como algo pasajero, porque en aquel entonces nadie sabía que la pandemia iba a durar tanto tiempo”, recordó. 

“Cuando llegué a Junín seguía haciendo mi vida normal, seguía trabajando online, pero más cerca de mis familiares. Yo estaba viviendo con mis papás en ese momento. Y bueno, pasaron los meses, y ya al año más o menos, se empezó a permitir hacer actividad física al aire libre con algunas precauciones”, afirmó.

Entonces, “empecé como a recuperar esos lugares que me hacían tan bien. Se empezaron a permitir las visitas entre amigos y todo eso me empezó a hacer bien. Cuando se empezó a flexibilizar todo esto, la vida dentro de todo volvió como a la normalidad, yo me empecé a sentir muy en Junín”. 

El equilibrio y la diversidad de actividades “me empezó a hacer muy bien. Y al tiempo, cuando la pandemia terminó y cuando en mi trabajo empezaron a requerir que yo asistiera presencialmente, por lo menos algunas veces por semana, me di cuenta que no era una opción”, confirmó. 

Es que, según dijo, “ya me sentía bien acá con todo lo que había ganado; sentía que un trabajo, por más bueno que sea, no podía pesar más que todo lo otro que también había ganado acá y que pesaba más que cualquier cosa”. 

“Entonces decidí quedarme acá y renunciar a mi trabajo después de seis años. Fue muy difícil, obviamente, porque era un lugar que me permitía crecer, y yo tenía mucha estabilidad ahí. Pero decidí tomar el riesgo y aprovechar que estaba cerca de mi familia, más contenida, y me animé a dedicarme 100% a María Semilla”, comentó.

De esta manera, su vida tuvo un punto de giro. “Comencé a vender dibujos personalizados. Y con el tiempo me di cuenta que acá en Junín tenía mucho para hacer, mucho pero muchísimo, mucho más que en Capital”, subrayó. 

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