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Carlos Carozza juega al ajedrez desde los doce años y fue el que abrió la primera escuela de ese deporte en Junín.
ENSEÑA A LOS CHICOS EN EL CLUB VILLA BELGRANO

Carlos Carozza: Maestro de ajedrecistas

En 1969 abrió, junto a Oscar Italiano, la primera escuela dedicada a este deporte. Varias generaciones de niños aprendieron con él. También es un destacado óptico con más de cinco décadas de trayectoria.

Hace más de 45 años que Carlos Carozza repite su ritual: dos veces por semana –los martes y jueves– se va hasta el Club Villa Belgrano, sube hasta el primer piso, prepara tableros y piezas de ajedrez dispuestas en un puñado de mesas y se sienta a esperar. De a poco empiezan a llegar los chicos. Son los que concurren a la escuela de ajedrez que fundó con Oscar Italiano en 1969. La primera que hubo en nuestra ciudad.
Desde entonces y hasta hoy –a excepción de un período de dos años en el que estuvo enfermo– Carozza enseñó este deporte a chicos de generaciones y generaciones. Con paciencia y dedicación. La que tenía entonces y la que tiene hoy, a sus 75 años, para continuar transitando ese camino que arrancó allá lejos y hace tiempo y que tanto significa para él. “Esto es mi vida”, afirma con convicción.

“El ajedrez es atrapante como una primera novia”.

Óptico
Carozza es el menor de tres hermanos, hijos de un empleado municipal y una ama de casa.
Oriundo del barrio Belgrano, hizo su primaria en la Escuela 18 y pasó horas y horas en el Club Villa Belgrano, que podría ser una especie de segundo hogar para él.
A los doce años, cuando había empezado en la Escuela Fábrica, debió dejar sus estudios y salir a trabajar. Fue a esa edad cuando entró en la farmacia y óptica Panizza. Sería esa la actividad a la que se dedicaría el resto de su vida, continuándola aún hoy.
“Ahí hacía de todo, ya el primer día me puse a calibrar”, recuerda CArozza, para luego agregar: “Me hice a los ponchazos, trabajando y leyendo mucho”.
Permaneció algunos años allí, hizo el servicio militar, y cuando lo terminó fue convocado para trabajar en la óptica Pierr, donde estuvo unos seis o siete años hasta que en un momento decidió hacer su camino.
“Conseguí un saloncito en Remedios Escalada de San Martín 33 y me instalé, años después me mudé a Remedios de Escalada 25”, cuenta. Cuando abrió su propio lugar, hace más de 45 años, muchos clientes que tenía en Pierr se fueron con Carozza: “Enseguida me fue bien, la gente me siguió”.
Por supuesto que con el paso de los años su actividad varió mucho, por lo que tuvo que seguir haciendo constantemente capacitaciones y actualizaciones, adaptándose a los cambios propios de la profesión

“La práctica del ajedrez y la filatelia me sirvieron también en mi actividad, porque me dieron más facilidad y concentración en el día a día”.

Inclusive, cuestiones extras a su actividad le ayudaron en su trayectoria: “La práctica del ajedrez y la filatelia me sirvieron también en mi actividad, porque me dieron más facilidad y concentración en el día a día”.
Según dice, los momentos más críticos “fueron las hiperinflaciones” que, según su definición, “fueron terribles”. Y añade: “Yo presupuestaba un trabajo y cuando lo hacía, ni siquiera salvaba los gastos. Así que tuve que pedir algún crédito y fui saliendo muy de a poco, regulando, comprando lo justo”.
No obstante, destaca que la profesión le permitió desarrollarse y ayudar a su hija para estudiar la carrera de óptica y contactóloga. Y ahora trabajan juntos.

El ajedrez
Carozza era un chico que jugaba de nueve al fútbol. Algunas veces entrenaban en la cancha de básquet del club y fue en uno de esos días cuando vio “a los viejos que jugaban al ajedrez”. Se entusiasmó tanto que esa noche le pidió a su padre que le enseñara a mover las piezas. Al poco tiempo ya estaba jugando en el club.
Participó activamente, disputó torneos internos (salió campeón en 1962) y otros certámenes interclubes.
Definitivamente, el ajedrez había entrado en su vida.

Junto con su amigo, Oscar Italiano, abrió en 1969 la primera escuela de ajedrez de Junín que, por supuesto, estaba en el Club Villa Belgrano. Fue una iniciativa que enseguida prendió y se llenó de pibes.
“Los chicos se enganchan porque el ajedrez es atrapante como una primera novia –grafica Carozza–, una vez que entraste, no se puede dejar”.
Desde entonces, continúa dando clases a los chicos. “Esto es mi vida”, dice Carlos.

“El ajedrez te enseña a actuar con lógica en la vida”.

Balance
Carozza sostiene que “lo principal del ajedrez es que te enseña a actuar con lógica en la vida, y a ser buena persona también”. Y puntualiza: “No conozco un ajedrecista tramposo. Por lo menos en el tablero, se portan bien. Acá no se enseñan cosas malas. Además de saber jugarlo, un buen maestro de ajedrez tiene que ser, antes que nada, buena persona, tener amor por los chicos. Acá nadie me dice ‘profe’, para todos soy Carlitos”.
Según dice, “en Junín hay un nivel de ajedrez bárbaro”, por lo que cree que “debería tener más difusión”. Porque, además, es una actividad con distintas virtudes: “Acá hay chicos que han adelantado mucho en distintas materias de la escuela gracias al ajedrez. Ahora se presentó un proyecto de ley para que sea una materia optativa en escuelas, ojalá que se lleve a cabo”.
Con todo, al momento de hacer un balance, Carozza señala: “De todo esto me quedan los amigos, más allá de la familia, por supuesto. Por acá pasaron muchos chicos. El ajedrez es una parte muy importante de mi vida, no lo puedo dejar por todo lo que significa para mí”.

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