MARKETING APLICADO

El Malabarista de Junín

De la caridad a la creatividad.

Si de capacidad de adaptación hablamos y a riesgo de que la analogía parezca liviana y superficial, el malabarista de Junín sigue en busca de un nuevo modelo de negocio. Luego de concluir que la religión ya no vende como antes, dejó las estampitas de lado incorporando (o intentando) la destreza con naranjas. Tras abandonar su puesto del cruce de ruta 7 y Circunvalación, ahora ocupa el semáforo de San Martín y General Paz. Ahí está con sus frutas, esas que pasan más tiempo en el asfalto que en el aire.
Desconozco la realidad o posibilidades del buen hombre en cuestión, sólo lo cito como referencia de una reacción que surge de una situación real de mercado. Evidentemente, los parámetros de su esquina estaban cambiando a partir de la llegada de la creatividad del artista callejero y él, bien o mal, no se quedó quieto y se dedicó a observarlos.
Enaltezco esta actitud en el marco de una realidad local donde muchas veces encontramos empresarios que prefieren la explicación anestésica a la reacción con baño de humildad comercial.
Nada me llama más la atención que pensar, considerando sus herramientas, cuales fueron los motivos que lo llevaron al cambio, quizá lo más interesante es detectar que hubo una motivación, una lectura de la situación. Lo imagino concentrado mirando a la nueva camada de chicos con sus clavas por el aire y él, con la piel curtida por el sol, perdiendo en el mercado de la caridad y pretendiendo pasar al de la creatividad.  
Quizá el cambio radique en el ultimo punto. Muchas acciones o campañas de marcas locales se asemejan más a pedidos desesperados que apelan a gestos caritativos-comerciales que a proyectos de re-valorización y atracción marcaria. Es que aún no dan cuenta de que la publicidad tradicional, entendida sólo como emisión de un contenido (por lo general comunicar actividad, dirección, teléfono y “atendido por sus dueños”) ya no funciona.
Se trata de un cambio hacia una visión cognitiva de la realidad. Entender que la publicidad como tal no le interesa a nadie y quien tenga una oferta debe construir, proyectar valores, afectos y símbolos atrayendo los sentidos de la gente como lo intenta el protagonista de la columna.  
Muchos comerciantes o empresarios aún hoy se comportan como si nada hubiese cambiado en los últimos tiempos; no hay excusas. Nuestro amigo el malabarista, con sus carencias, al menos lo intenta y ahí está, levantando una y otra vez sus naranjas para que algún día se mantengan las tres en el aire para ser lo que pretende, el malabarista de Junín. 

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