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EL PLASTICO SIGUE ABORDANDO TRABAJOS DESDE MATERIALES MULTIPLES

Horacio Alonso recorre el laberinto de su arte

Dice que «la talla es lo que libera el hacedor. La piedra o la madera entra a exudar ese ‘algo’. Cuando escarbo el mármol, hay unas partículas brillantes y aparece un olor que sale del bloque. Pero me parece que no es un olor muy viejo: es muy natural, no es un resíduo orgánico, sino algo que está allí, contenido».

Ismael Horacio Alonso lleva más de veinte años en la plástica. Ha incursionado en diversas disciplinas y en todas se nota una contínua búsqueda de materiales e ideas innovadores. Una de las más conocida son sus «esculturas en llamas»

Nació en 1962 en el mes de noviembre, aunque no tiene claro el día. Siguiendo el posible perfil de esa época del año, le preguntamos si la atracción por el fuego le viene de su posición astral, en Escorpio, «Me siento de Escorpio», -asegura- y agrega que «es cierto, el fuego tiene gran fascinación para mí. En realidad, tengo atracción por todos los elementos, por la naturaleza. El agua es fundamental; en el aire no se pueden hacerse esculturas. Pero el fuego me fascina -reitera- especialmente por las formas». Reconoce que, por ahí, ése es el origen de sus obras ígneas.

Las «fogaratas»

«Recuerdo que cuando era pibe, para San Juan y San Pedro hacíamos la ‘fogarata’ (no le decíamos fogata) y saltábamos por encima de las llamas de los neumáticos encendidos. Era toda una proeza heroica. Un rito de todos los años. Y entonces aparecían ‘La señora sin cabeza’, o ‘El chancho encadenado’».

«Por ahí, las esculturas en llamas son la búsqueda de un nuevo material». «Estaba buscándolos en un librito y apareció esto de las esculturas en llamas».

«Pero dejé de hacerlas hace dos o tres años, durante la Fiesta del Maíz en Chacabuco. Allí las hacía en la Peatonal de esa ciudad, a la que voy todos los años. Hice mi número ante cinco mil personas; una barbaridad, todos aplaudieron, y cuando estaba recogiendo las cenizas, se acercó una chica y me dijo: ‘Vos estás loco. Mirá todo el humo, quemaste plástico, goma, tergopol, papel, cartón, de todo’. Me sentí completamente derrotado, porque me pareció que borraba con el codo lo que escribía con la mano, aunque mi fueguito era breve».

Acota que «la última que hice fue cuando vino Bush a la Argentina. Por supuesto estuve en contra. y fui a manifestarme a la Plaza de las Armas. Luego de quemarla allí quedó y alguien se la llevó. El ‘cuerpo’ era de cabriada de metal para antena de TV; los encontré y los cargué, en cuatro tramos, en mi bicicleta, desde el Club Defensa, en Lartigau y la ruta. Con eso armé cuatro esculturas, una de ellas cuando se estuvo por cerrar el Centro Universitario, un suplicante».El material me lo dio la calle, pero lo que estaba allí era mi laburo.«Se quema todo, de diversas basuras recogidas en la calle, y luego queda la escultura de metal. Es una señal de alarma de lo que estamos haciendo con el Planeta, con la capa de ozono».

La búsqueda por el laberinto

Sobre los orígenes de este camino de plástico, de imaginería, de demiurgo, Alonso apunta que «creo que esto viene de mi casa: mi viejo era carpintero. Y sí, tengo preferencia por la madera».Reflexiona, diciendo que «tengo una especie de destino. Voy por el laberinto y, en vez de doblar a la derecha, tomo a la izquierda, como corresponde. O caigo en las propias trampas que yo mismo me voy colocando». Cuenta que «después de mucho juntar plata me compré una motosierra. Tengo encontrados troncos de nogal, de castaño, de tilo, de todo tipo de cítricos».«Pero hace cosa de dos meses, me afanaron la motosierrra. así que todo eso que estaba escondido dentro de los troncos, va a seguir escondido un tiempo más». Ahora estoy ahorrando para comprarme otra motosierra. Es que este encuentro con la madera lo estaba esperando hace mucho».

Añade que «ya me encontré con el mármol, y fue interesantísimo. La talla es lo que libera el hacedor. La piedra o la madera entra a exudar ese ‘algo’. Cuando escarbo el mármol, hay unas partículas brillantes y aparece un olor que sale del bloque. Quizá porque los trozos de mármol son pedazos de casas, de escalones. Pero me parece que no es un olor muy viejo: es muy natural, no es un resíduo orgánico, sino algo que está allí, contenido».

«Y con la madera pasa igual», agrega. Con el mármol se va sintiendo como un ruido ,y con la madera no: es otra cosa, es como un graznido».

Sonido vivo

¿Cuál de los dos materiales se «queja» más?

«La madera -responde- que, sin embargo, es más obediente. Por eso decía que estos pedazos de madera o de troncos estan ahí, guardando las formas, esperando que yo pueda recuperarme y pueda tener mi motosierra. También lo hubiera podido hacer con la perforadora, pero también se la robaron...»«Me dejaron sin manos. En un momento creí que estaba muerto. Así que empecé a trabajar con tergopol y papel. Y ya tengo la casa llena de esculturas de nuevo», dice.«Ahora he entrado en una especie de euforia, luego del duelo por mi madre. También había ‘enviudado’ (se rompió la pareja, se fue el amor), y ahora que terminé todo ese duelo estoy como eufórico. Pensé que me iba a llevar más tiempo, pero ya está. El indicador de todo esto es cómo está mi casa: todos los platos sin lavar, y debe haber como siete esculturas nuevas».

Preparativos

Alonso está preparando una nueva muestra, un momento muy especial. Recuerda una exposición del 2004, en La Fábrica, al cumplirse 20 años de su primera muestra y se lamenta de que el grupo haya perdido el espacio físico. Dice que su trabajo y el del resto de los integrantes es algo duro por «tener que arrodillarte todas las semanas ante el escritorio de alguien. Pero ya vendrán tiempos mejores», augura.Rememora que para esa restrospectiva del 2004 se puso a seleccionar trabajos suyos «y me di uenta que hace 20 años que dibujo el mismo grupo de personas: personas conversando alrededor de la mesa, el grupo familiar, el tipo de la bicicleta. Hay como una recurrencia y eso me llevó a pensar que todo ese talento que yo pensaba que existía, por ahí no es tal. Porque también advertí un montón de faltas de ortografías que cometo con el lenguaje plástico», confiesa.

«Y entonces son más de dos décadas de laburo, que estoy dibujando o armando esculturas, y todavía no estoy manejando el lenguaje, a pesar de que todas las semanas viene la modelo o el modelo a casa (porque tengo modelo femenino o modelo masculino que vienen semana a semana a casa). A pesar de que estoy trabajando contínuamente, siento que aún no estoy manejando el lemguaje plástico como debo. Y tal vez debe ser ese uno de los motivos por lo cual no vivo de mi obra».

Y encontramos el hueco para la pregunta: ¿De qué vive, Horacio?.

«De mi laburo como docente. Tengo un pie puesto en la docencia -soy profesor de arte- afortunado, porque estudié para eso. Trabajo en el Polimodal de Arte de la Escuela Media 7», acota finalmente. (RV).

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