La pornografía aprendida

“No es la intención exponer el sentido de la pornografía, si es que ésta tiene realmente un sentido valorado. El tema es saber qué significado puede tener para un adolescente exponerse a protagonizar escenas que explicitan el franco ejercicio de la promiscuidad. Es fundamental considerar que estamos frente a personas que adolecen precisamente del conocimiento suficiente para medir las consecuencias de sus actos. Sabemos también que es una etapa de la vida en la que predomina la acción sobre el pensamiento y la palabra; un chico que está incursionando un mundo nuevo, si no tiene referentes sólidos que lo acompañen en este proceso, pone en riesgo tanto su propia integridad como la ajena. La ventana al mundo que implica Internet es un disparador latente encerrado entre teclas y consultado por todo un público que sólo necesita para ello saber leer y escribir. Por otra parte, nuestra sociedad exitista propone mostrar o exhibirse como una forma de mantenerse vigente o, al menos, de ser famoso por un día. ¿No son acaso los propios familiares adultos quienes festejan y comentan las alternativas del baile del caño y afines, en tanto otros producen y consumen pornografía a manera de estimulante sexual, forma de vida o actividad comercial? El trabajo de todos estos años en el consultorio me demostró que el observar las actitudes de los niños y adolescentes nos permite conocer más el mundo de los adultos, puesto que en ellos nos vemos reflejados con nuestros aciertos y desaciertos, con nuestras concordancias y discordancias. Los resultados son duros porque lo que ellos nos muestran no nos gusta. Personalmente, creo que los chicos de hoy son más realistas y reproducen lo que ven. Es lo que hay, no dicen, y cambian simplemente de canal. ¿Qué tal si los adultos cambiamos de canal o de comunicación y encontramos nuevos caminos antes de colapsar?” 

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