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POLICIALES

Violencia y crímenes, barrio por barrio

A la hora de trazar un mapa del delito, se tienen en cuenta dos clases de cifras: las “blancas” y las “negras”. Algo por lo general no aplicable cuando de homicidios dolosos se trata, ya que por lo general y más aún en ciudades como Junín, no se pueden esconder delitos de tal magnitud.
Es muy difícil ocultar  un cuerpo sin que en algún momento y por diversas circunstancias, termine saliendo a la luz. Cuando un herido llega agonizando a un centro asistencial, ante la duda los profesionales deben denunciarlo a las autoridades policiales. Además, se suman otros factores, como la obligatoriedad de extender un certificado de defunción o el hallazgo de un cuerpo sin vida. Junín no cuenta con estadísticas que hayan tomado estado público de intento de ocultamiento de muertes y el presente informe forma parte de un trabajo amplio y minucioso que analiza el mapa del delito de los últimos 27 años, siempre sobre la base de los homicidios cometidos.
Cada sector, cada barrio, encierra en esa geografía urbana de la violencia características propias e historias dolorosas que difícilmente el tiempo pueda borrar.

Entre el Norte y el Sur
Junín se encuentra claramente dividida en dos sectores, Norte y Sur, espacios que están delimitados por las vías del Ferrocarril General San Martín y donde además, en cada uno de ellos se encuentran las dos comisarías que tiene la ciudad. Partiendo de esta división, el 52.30 % de las muertes violentas se ha cometido en la Zona Sur en los últimos 27 años.
Cada una de esas áreas cuenta con barrios más o menos populosos, con una mayor o inferior densidad poblacional y extensiones territoriales muy dispares. Sobre el último aspecto, bien vale señalar que los barrios con mayor registro de crímenes no son ni los más alejados del área céntrica ni los de mayor superficie territorial.
Dentro del área que comprende la Zona Sur se encuentran los barrios con mayor registro de homicidios dolosos, Pueblo Nuevo y Villa Ortega, que además comparten un mismo límite, la Avenida San Martín entre las avenidas Primera Junta y República. Sólo estos dos territorios suman el 11,9 % del total de muertes violentas.
Mientras que en Zona Norte se destaca el barrio Villa Talleres con el (6.4%) llamativamente próximo a los referidos Nuevo y Ortega. Lo único que evita que resulten lindantes son las vías del ferrocarril y el barrio FOETRA.
No muy lejos, los barrios El Molino y Centro en el Sur y Belgrano y Capilla de Loreto al Norte. En escala descendente se ubican luego Prado Español, Emilio Mitre, Villa del Parque y Ramón Hernández en el área Sur y con hechos numéricamente similares, Barrio FONAVI.
Aunque la conmoción ante hechos tan aberrantes se guarda en el recuerdo de los vecinos a lo largo de décadas, también en San Francisco de Asís, El Picaflor y Noroeste ocurrieron crímenes que integran la crónica negra.

Las cifras
Tanto en Pueblo Nuevo como en Villa Talleres, las estadísticas marcan que el 6.4 % de los homicidios se cometió en cada uno de ellos mientras que el 5.5% corresponde a Villa Ortega. Capilla de Loreto, Belgrano, Molino y Centro le siguen inmediatamente después con el 4.6%.
A medida que se avanza en el análisis, los porcentajes disminuyen ya que con el 3.7 % se ubican Prado Español, Emilio Mitre, Almirante Brown,  Ramón Hernández y Villa del Parque.
FONAVI, San Francisco de Asís, El Picaflor, Noroeste, 9 de Julio y La Rufinita se ubican con el 2.7 %.
Con el 1,8 %, El Progreso,  Nuestra Señora de Fátima, Ricardo Rojas, San Cayetano, Evita y La Celeste.
Y finalmente, con el 0,9 %, Luján, Los Almendros, Cerrito Colorado, San Martín, Norte, Ferroviario, Mayor López, San Antonio, UOCRA, Ramón Carrillo, Las Vacas y puntos específicos de Ruta Nacional 188.

En ocasión de robo
A lo largo de las últimas décadas hubo una voz que se alzó cada vez que un adulto mayor fue asesinado en su barrio: fue la del presidente de la Sociedad de Fomento del Barrio Prado Español, Osvaldo Giapor.
En el folklore popular quedó registrado ese convencimiento y aún resuena aquella frase siempre repetida,  “Nos están matando a los viejos en el barrio”.
Y si bien es cierto que ese sector se encuentra entre los más afectados en lo que a homicidios en ocasión de robo se refiere, no es precisamente el que las estadísticas señalan como el más castigado.
Cuando se habla de muertes violentas y se trata de ajustes de cuentas, peleas, violencia de género o excesos en legítima defensa, lo primero que señalan las autoridades de turno – tengan el color que fuere -, es que no se trata de hechos de inseguridad. Y aunque no se ajusta estrictamente a la verdad, podría aceptarse tal interpretación.
Pero resulta irrefutable que los homicidios en ocasión de robo encabezan el porcentaje, que se define con un 34,2 % sobre el total de los cometidos en la comunidad local en los últimos 27 años.
Tal vez el enojo frecuente de Osvaldo Giapor, responde a que el homicidio cometido en ocasión de robo es el que ha marcado a ese sector. Entre 1997 y 2004 cuatro hombres, todos adultos mayores, fueron ultimados en sus domicilios y lo que es más grave aún es que ninguno de los casos fue esclarecido.
Queda una quinta muerte brutal de un vecino de 70 años, Armando Orsi. Sólo que la Justicia nunca pudo establecer dónde había sido asesinado, ya que su cuerpo fue encontrado diez días después de su desaparición a muchas cuadras de su domicilio, en un descampado de Villa del Parque.
Villa Talleres es sin lugar a dudas un sector que concentra un alto grado de inseguridad a lo largo de los años. Seis fueron las víctimas del accionar de delincuentes y no se centraron en esa característica que acompaña a Prado Español, ya que la más joven de las personas asesinadas fue una mujer de apenas 24 años, María Fernanda Repetto.
Y además, en uno de esos hechos, que comenzó con un robo a mano armada del que participaban dos menores de edad, terminó con la muerte del agresor, de apenas 14 años, en un hecho que la Justicia consideró como “Legítima defensa”.
También merece un párrafo aparte el barrio Pueblo Nuevo. Allí perdieron la vida Santos Vettorel, Mirta Giménez y Sandra Colo. El primero de los crímenes mencionado  aún permanece impune.
En Villa Ortega llama la atención no sólo la cantidad de víctimas -cuatro - teniendo en cuenta las dimensiones del barrio, sino además que todas eran mujeres de más de 70 años.

Riñas y ajustes de cuentas
Donde se invierten las cifras de homicidios es cuando se habla de riñas, ataques o ajustes de cuentas, ya que es la zona norte la de mayor registro de hechos.
Y en cuanto a los barrios, los más afectados por cantidad son Emilio Mitre y Almirante Brown. En ambos, la totalidad de las muertes violentas se encuentran relacionadas con el móvil de referencia.
Para el Mitre, entre  1990 y 2013, se registraron cuatro muertes, mientras que en el Brown ocurrió algo similar pero en menor período de tiempo, entre 2006 y 2013.
En menor proporción, pero con porcentajes inquietantes, el área Centro, El Molino, Capilla de Loreto, FONAVI y El Progreso tuvieron su cuota de crímenes.

Homicidios múltiples
Pueblo Nuevo, Emilio Mitre,  Villa Ortega, Villa Talleres son los barrios que tienen el triste privilegio de ser los únicos en los que hubo homicidios múltiples y en todos los casos con relación familiar.
Calixto y Juan Domingo Gorosito (1990),  Evelyn y Micaela Pagano (2010),  Ema, Adela y Ercilia Di Mastrogirolamo (2001) y José, Josefa y Agustín Villalba Ron (2005).
Para la Justicia, la muerte de los Gorosito fue por  exceso en legítima defensa. La responsabilidad en el de las hermanitas Pagano -de apenas dos años y medio- recayó en su madre. Por la muerte de los hermanos Villalba Ron hay dos reos entre rejas y por las hermanas Di Mastrogirolamo, aunque la investigación imputó el triple homicidio a un hombre joven, el Tribunal Criminal oral uno lo absolvió por falta de mérito.

El mapa del delito
El mapa, que se puede trazar para conocer en profundidad la historia criminal de la ciudad, es uno de los principales instrumentos para elaborar tareas preventivas y combatir el delito.
Para armar este rompecabezas juninense fue indispensable contar con estudios especiales, temporales, descriptivos y causales, a lo largo de casi tres décadas, tarea que fue posible a partir de las más de un centenar de coberturas periodísticas y seguimiento de cada uno de los homicidios. También decenas de entrevistas con funcionarios del Poder Judicial, investigadores,  familiares y allegados a las víctimas, cobertura de juicios orales y lectura y análisis de sentencias y veredictos.
Horas y más horas de dedicación muchas veces con un nudo en la garganta o la indignación o bronca propias frente a lo irreversible y doloroso. Porque detrás de cada número, de cada dato estadístico, hubo seres humanos cuyas vidas se apagaron en manos de uno o más violentos.

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