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ENFOQUE

Tunisia: donde la primavera árabe triunfó

Ya pasaron tres años desde que la movilización popular obligó a la huida del dictador Zine El-Abidine Ben Ali. Tunisia, pequeño país mediterráneo, rodeado de Argelia y de Libia, fue el punta de lanza de la primavera árabe, esa búsqueda de libertad y modernidad.
Pero, en ningún lado triunfó, salvo en Tunisia. En Bahrein, la movilización fue sofocada a sangre y fuego por tropas sauditas. En Egipto, la ceguera del islamismo moderado desembocó en la actual contrarevolución. En Libia, el país cayó en una pre anarquía que cuestiona la unidad. En Siria, desembocó en una guerra civil,
Pero, en Tunisia, no. Primero y principal, porque la dirigencia política tunecina, como casi nunca ocurre, estuvo a la altura de las circuntancias.
Cuando la violencia acechaba –y aún acecha- por obra del fundamentalismo islámico, el Ennhada, el partido musulmán moderado decidió dejar el poder y se puso de acuerdo con la oposición laica.
Así, resolvieron que gobernaría el país, hasta las próximas elecciones, un elenco tecnocrático apoyado por todos y que el Parlamento sancionaría una nueva constitución, progresista como no existe otra, ya no en el mundo árabe, sino en el musulmán. Y lo hicieron.
Por ejemplo, el Estado garantiza la libertad de cultos. Respecto de las mujeres, garantiza la igualdad frente a la ley, la no discriminación, los derechos de la mujer y propugna la paridad en las Asambleas por elección. Y otra primicia para el mundo árabe: garantiza la libertad de expresión. Todo ello votado con mayoría islámica.
También la Asamblea votó el nuevo gobierno de independientes que encabeza Mehdi Jomaa, encargado de organizar las elecciones que institucionalicen el país.
¿No hay peligro? Sí, lo hay. Es el del terrorismo fundamentalista que ya cobró varias vidas. Según informaciones no confirmadas, 400 djihaidistes acaban de volver al país después de combatir en Siria. Entre tanta buena noticia, un mal presagio.
Sobre todo, tras el ataque djihadista del 16 de julio pasado contra el Ejército, en una zona fronteriza con Argelia, que causó la muerte de 14 personas, en el ataque más violento desde la independencia en 1956, a la fecha. El ataque fue reivindicado por un grupo islámico vinculado a Al Qaeda para el Maghreb Islámico.
Pero, para el fundamentalismo el peor peligro es que el islamismo tradicional muestra un equilibrio y un realismo que no deja margen para el aventurerismo.
Recientemente, el principal dirigente islámico tunecino Rached Ghannouchi dijo: “si  a Mehdi Jomaa le va bien, no pondremos palos en la rueda para que continúe en el cargo de primer ministro. No se cambia a un equipo que gana”. Para Ghannouchi, Ennhahda, el partido islámico, no debe gobernar solo, sino en coalición. Para octubre próximo es posible la realización de las legislativas y para diciembre, la presidencial. 

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