None
ANÁLISIS

Italia: resistencia sindical frente a la “flexisecurity”

Desde el 2007 a la fecha, el Producto Bruto Italiano es un 9 por ciento más pequeño. Para remediar la situación, el primer ministro de centro izquierda Matteo Renzi propone una reforma laboral. En consecuencia, para los sindicatos, llegó la hora de la protesta.
El 24 de octubre pasado –día sábado-, en Roma, la central sindical Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), la más importante del país, llevó a cabo una marcha de protesta que recorrió las calles de la capital. Juntó, según los observadores, ciento de miles de personas. Para nada, desdeñable.
¿De qué se trata? Pues, básicamente, entre otras cosas, de reformar el artículo 18 del Código laboral.
Es un artículo que protege a los asalariados contra los despidos abusivos pero que es señalado como un freno para la creación de empleo. Establece que, en dichos casos, el empleador deberá reincorporar al trabajador despedido.
Seguramente un artículo deseable en épocas de pleno empleo pero muy difícil de sostener cuando la desocupación supera el 12 por ciento de la población activa y el 44 por ciento de la población juvenil.
La nueva redacción del artículo prevé sólo la reincorporación para los casos de despidos discriminatorios, pero no así en los restantes, donde la reemplaza por una indemnización, como ocurre en casi todas los estados del mundo.
La reforma de Renzi se inscribe así en la política de liberalización del mercado laboral denominada “flexisecurity”, conjunto de reglas inspiradas en el modelo dinamarqués.
Para introducir su reforma, Renzi debió sortear primero la resistencia de la vieja guardia partidaria compuesta por la alianza entre el ex secretario general, vencido en la interna por Renzi, Pier Luigi Bersani y el ex presidente del Consejo de Ministros –primer ministro- Massimo D’Alema.
La votación dentro del Partido Demócrata (PD) resultó clara. La reforma de Renzi obtuvo 130 votos contra 20 y 11 abstenciones.
La cuestión reviste caracteres históricos. El PD es una conjunción, nacida en 2007, de comunistas, izquierdistas y demócratas cristianos progresistas. Renzi es el centro, pero a su izquierda se mueve buena parte del conglomerado como, por ejemplo, la CGIL, la más poderosa y la más izquierdista de las centrales italianas de trabajadores.
El joven Renzi –sólo 39 años- debe lidiar con su propia izquierda sobre la cuestión laboral y con la Unión Europea (UE) sobre la presupuestaria.
Es que Italia, al igual que Francia, pretendía no respetar, en 2015, su compromiso de reducir su déficit estructural y postergarlo para el 2017.
Y por ello, recibió una carta del futuro comisario para el crecimiento y el empleo de la UE, el finlandés Jyrki Katainen, donde pregunta las razones por las cuales Italia no se adapta al Pacto de Estabilidad y de Crecimiento en 2015, y califica la postergación como “desviación importante”.
En su contestación verbal, el primer ministro italiano se mostró fatalista. “No puedo hacer otra cosa” o “que me digan cómo” fueron sus expresiones. Ocurre que Italia volvió a caer en recesión tras los resultados del segundo bimestre del año: disminución del Producto Bruto Interno del 0,1 y 0,2, respectivamente.
Renzi se refiere a que contaba con un crecimiento que le permitiese reducir el déficit fiscal, combatir la desocupación, y contener la gigantesca deuda que equivale al 135 por ciento del PBI y que no para de incrementarse. Pues los resultados fueron los contrarios.
Por su parte, el ministro de Finanzas, Pier Carlo Padoan, lo hizo por escrito. Justificó en la recesión la necesidad de financiar reformas estructurales para las que utilizaría 3.300 millones de euros previamente destinados a la rebaja de impuestos.
Propuso, además, reducir los recursos destinados al fondo de cohesión de la UE que se redistribuye entre las zonas –no los países- más pobres de la UE.
Finalmente, Renzi y Padoan cedieron en gran parte. Van a economizar 4.500 millones de euros adicionales en 2015. Es el equivalente, al 0,3 por ciento del Producto Bruto Interno.
Se trata de un intermedio entre el 0,1 por ciento que postulaba Italia después de abandonar su compromiso de un 0,5 por ciento, guarismo que reclamaba la UE.
Así, en el 2014 el déficit será de justo un 3 por ciento y en el 2015, del 2,7 del PBI ¿Todos contentos? Sí. Salvo el gobierno alemán que, para el futuro, ya reclama medidas concretas que generen consecuencias para quienes no cumplen los pactos.
Para muchos analistas, Renzi logró con su reforma laboral mostrar una voluntad de cambio frente a la Unión Europea, una UE de la que es presidente temporal durante el segundo semestre del presente año.
¿Qué quedará de la presidencia Renzi de la UE? Muy poco y mucho a la vez. Quedará el cargo de Alto Representante para la Política Exterior y la Seguridad para su ministro de Relaciones Exteriores, Federica Mogherini.
Mogherini reemplazará en diciembre a la británica Catherine Ashton, al mismo momento – el 3 de noviembre- en que el ex primer ministro polaco Donald Tusk asumirá la presidencia del Consejo europeo.
La también joven Mogherini -41 años- no comenzará con el pie derecho. Tanto Francia como Gran Bretaña y Alemania la aceptaron para desarrollar una política exterior casi independiente. Y lo mismo hizo Polonia, ahora miembro influyente.
La nueva responsable corre el riesgo de vivenciar los problemas que padeció su antecesora, permanentemente contradecida por las diplomacias de los grandes países europeos.
La elección también se hizo para compensar a Tusk, un duro frente a la Rusia de Vladimir Putin, condición que ni Mogherini, ni Renzi, presentan.
Por el contrario, la italiana es tenida por rusófila dado su viaje a Moscú en plena crisis ucraniana y su invitación a Vladimir Putin a asistir a la conferencia sobre el empleo en Milan. Es que Italia depende mucho de los hidrocarburos rusos.
Desde el vamos, Mogherini definió sus prioridades: la cuestión ucraniana y la cuestión palestina.
Mogherini le sirve a Renzi para mostrar, ante los italianos, que algo logra en lo inmediato.
Es que su gran carta, la reforma del Senado, que comenzó bien con un resultado favorable en primera lectura en la propia Cámara Alta, debe superar otras tres lecturas y un plebiscito. O sea que precisa tiempo.
Se trata de una reforma significativa que romperá, en la práctica, el bicameralismo que caracterizó a Italia dado que sus facultades quedarán acotadas a convalidar reformas constitucionales, aprobar referéndums populares y ratificar tratados internacionales.
La nueva cámara que se llamará Cámara de las Regiones estará formada por 100 legisladores, frente a los 315 actuales, elegidos de manera indirecta por los consejos regionales y las grandes ciudades.
Con el cambio, Renzi persigue tres objetivos: facilitar la gobernabilidad a partir de una mayor ejecutividad; achicar gasto público dado que se reduce el número de electos quienes, además, no serán rentados; y frenar la ola de demandas de autonomía de las regiones. 

COMENTARIOS