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LA COLUMNA INTERNACIONAL

El “milagrito” británico

Parece haber llegado, nuevamente, el tiempo de los países centrales. Aun sin demasiado optimismo, las economías de Estados Unidos, Japón y Europa tienden a crecer aunque más no sea a un ritmo lento. Lo peor ya pasó.

El “milagrito” británico

Para los británicos, 2014 representa el año de las tres “e”. A saber, Europa, Escocia y Economía. Parecen cuestiones diferentes, pero los tres elementos se entre cruzan.
A contramano de las dificultades que arrastra gran parte del resto de Europa, la economía británica funciona bien. Por comparación, hasta muy bien.
El Producto  Bruto Interno (PBI) creció en 2014 un 2 por ciento, el doble, por ejemplo, que el PBI francés. Para el 2014, el Fondo Monetario Internacional (FMI) sitúa al crecimiento  en un 3 por ciento. El desempleo actual orilla el 7 por ciento, poco significativo frente al 28 por ciento español. Y la inflación no supera el 2 por ciento anual. Sí anual, no mensual.
Por supuesto existen riesgos. Siempre existen. Uno de ellos, es el recalentamiento de la economía. Cabe destacar que, anualizado, en diciembre pasado, el consumo fue superior en un 5,3 por ciento al del año anterior. Las inversiones inmobiliarias crecieron, por ejemplo, en un 20 por ciento, una explosión que hace temer a una nueva burbuja en el sector. Y el patentamiento de automotores, anualizado, creció algo más del 10 por ciento, frente a resultados negativos en Alemania, Francia e Italia.
Un dato a tener en cuenta: la flexibilización laboral. Mala palabra, y no sin sobradas razones, por estos lares, en Gran Bretaña funcionó. Hoy, con flexibilización laboral, el desempleo no para de caer.
Claro que allá la flexibilización no se aplicó para despedir, sino para reducir carga horaria o salarios. Resultado, las empresas guardaron su personal. A la hora de la reactivación, los planteles están completos y los salarios vuelven a crecer. Entre ellos el mínimo que ya pasó de 6,30 libras a 7 libras, un once por ciento frente a un dos por ciento de inflación.
A retener un nombre: el autor del por ahora “milagrito” británico es el ministro de Economía, George Osborne.

Europa y Escocia

No es extraño que, a medida, que mejora la economía, el euroescepticismo –tradicional en gran parte de los británicos- florece. Precisamente, Osborne sentenció que si Europa no se reforma, en el aún lejano 2017, Gran Bretaña dejará la Unión Europea.
En dicho año, el primer ministro David Cameron, prometió llamar a plebiscito para conocer la voluntad de los británicos frente a Europa.
Con mucho olfato político, Cameron huele un crecimiento en el sentimiento anti europeo. Inclusive, por dentro de su propio partido, el Conservador, que nunca fue muy afecto al Continente. Así, 95 diputados conservadores presentaron una moción para que el gobierno vete cualquier legislación, pasada o futura, que atribuya a la Unión Europea competencias que el Parlamento británico declare como estratégicas.
Pero, también por afuera. Las encuestas dictaminan así, un fuerte crecimiento del UKIP, el nuevo Partido por la Independencia del Reino Unido, francamente anti europeo pero también anti inmigración y xenófobo.
Este año, en mayo, serán las elecciones para el Parlamento europeo. En muchos países se teme un avance significativo de las derechas nacionalistas, entre ellas la británica al frente en las encuestas.
Quienes enarbolan las fórmulas de independencia, autonomía o lo que fuese contra Europa, hacen exactamente lo contrario cuando se trata de considerar la posible independencia escocesa que se decidirá mediante un plebiscito el próximo 18 de setiembre.
No más de un tercio de los escoceses es favorable, originalmente, a la independencia, pero todo puede cambiar. La última encuesta muestra 37% a favor de la independencia, 44% en contra y 19% de indecisos. Para el primer ministro independentista escocés, Alex Salmond, en setiembre, “el mundo posará los ojos sobre Escocia”. Para David Cameron, es una campaña por el no.

La florentina política italiana
    
Con el centrista Mario Monti, primero, y con el centro izquierdista, Enrico Letta, la economía italiana, lejos de crecer, tiende al menos a estabilizarse. El gobierno acaba de aprobar una venta de activos públicos sin la pérdida del control por parte del Estado. Así, sale a la venta el 40 por ciento del correo Poste Italiane y el 49 por ciento de la empresa de control aéreo ENV. Todo para recaudar unos tres mil millones de euros que permitan achicar la deuda italiana.
Pero no es la economía, como lo fue hace un tiempo, lo que más llama la atención informativa, sino la política.
Matteo Renzi, el alcalde de 39 años de Florencia, fue elegido en diciembre pasado, secretario general del Partido Demócrata, fusión de los otrora todo poderosos Democracia Cristiana y Partido Comunista Italiano.
Y Renzi busca un cambio en la política italiana. Un cambio que asegure gobernabilidad en un país donde el sistema electoral hacen que los gobiernos caigan, más temprano que tarde, porque otorga una sobre representación a los partidos menores.
Claro que para que la reforma salga, Renzi debe juntarse con quién más representa a los intereses de la centro derecha. Y ese es Silvio Berlusconi. Aunque acaba de ser despojado de su banca de senador como consecuencia de su condena firme a cuatro años de prisión por fraude fiscal.
Renzi y Berlusconi se pusieron de acuerdo sobre un complejo sistema mixto  que refuerza la representación del que gana y que eleva el piso mínimo nacional para dejar afuera a los pequeños partidos y, sobre todo, a las formaciones regionales como la nuevamente independentista, anti europea y xenófoba Liga del Norte, dirigida ahora por Matteo Salvini.
Pese a los anti cuerpos que generó el encuentro con Berlusconi, la dirección del Partido Demócrata aprobó el “pacto”. Del lado berlusconiano, cuanto dice “ilcavaliere” es palabra santa.
El problema es para algunos socios. Por ejemplo, el gobierno del también demócrata, , Enrico Letta. Es que el primer ministro gobierna gracias a una alianza con los centristas de Monti y los arrepentidos berlusconianos encabezados por Angelino Alfano. Y estos, como era previsible, ya amenazaron con hacer caer al gobierno si pretende hacer aprobar legislativamente el acuerdo Renzi-Berlusconi.
En síntesis, el gran lío de la política italiana que suma al anti sistema Beppe Grillo y sus “forconi”, otros que quieren sacar partido del creciente sentimiento anti europeo.

La danza de candidatos


Sí, en mayo próximo, todos los electores de países que integran la Unión Europea elegirán sus representantes ante el Parlamento Europeo que tiene asiento en Estrasburgo, Francia.
A su vez,  el nuevo Parlamento elegirá al presidente de la Comisión Europea, el máximo cargo del organismo multinacional que hasta ese octubre desempeñará el portugués Joao Manuel Durao Barroso.
Y los candidatos son un montón. Por los liberales el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt. Por los conservadores, el ex ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Michel Barnier y el ex primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker. Por los socialdemócratas, el actual presidente del Parlamento europeo, el alemán Martin Schultz.    Entre los verdes, el agricultor francés José Bove y la joven alemana SkaKeller. Por la izquierda radical, el griego Alex Tsypras.
Difícil. Pero ¿Y si gana la derecha populista anti Europa? Pregunta, sin respuesta. 

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