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Los criminales nazis y su historia en el país

Con motivo de la reciente noticia del repudio italiano al centenario criminal nazi Erick Priebke, condenado a prisión perpetua por haber participado de la masacre de 335 personas en las Fosas Adriatinas (1944) y bajo arresto domiciliario en las afueras de Roma, es oportuno repasar episodios históricos oscuros ocurridos en nuestro país con varios criminales de guerra que sirvieron a las órdenes de las fuerzas del Tercer Reich comandado por el genocida Adolfo Hitler, exterminando salvajemente a miles de ciudadanos judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Aunque nunca pudo comprobarse fehacientemente, la literatura sobre el Holocausto asegura que la mayoría de los ex soldados alemanes -jerarcas y de menor grado- fueron ayudados por el Vaticano a fugarse luego de la caída del régimen nazi, y habrían recalado en la Argentina y en Paraguay, con el visto bueno de los generales Juan Perón y Adolfo Stroessner respectivamente. Las peores críticas llovieron sobre el Papa Pío XII y su supuesto colaboracionismo con el nazismo. El primer documento serio que se conoció al respecto lo publicó el semanario alemán “Der Spiegel” en el año 2001 y así lo afirmó.

Tres hitos

Lo cierto es que en la vida argentina hay tres momentos sacudidos fuertemente por noticias relacionadas con estos detestables asesinos. El primer caso sucedió en 1960, mientras el exterminador Adolf Eichmann trabajaba bajo una falsa identidad como electricista de una conocida firma automotriz cercana a Buenos Aires. La Organización Weisenthal pudo detectarlo. Eichmann era buscado en todo el mundo como uno de los ideólogos de la llamada “Solución Final” que en 1942 persiguió como objetivo principal asesinar a todos los judíos que vivían en Europa (aproximadamente nueve millones de personas). Pero no hubo procedimiento de extradición. Un comando israelí perteneciente al Mossad y bajo los auspicios del entonces Primer Ministro David Bengurión, durante la noche del 11 de mayo de aquel año, lo detuvo y secuestró mientras regresaba de su trabajo al bajar de un colectivo en la localidad bonaerense de González Catán. Fue llevado a Israel clandestinamente en un vuelo de la Empresa “El-Al” y conducido a Tel Aviv donde se lo sometió a un juicio que lo condenó a la pena de muerte y fue ahorcado en una prisión de esa ciudad. Estos hechos fueron negados sistemáticamente por el gobierno alemán hasta que finalmente, 45 años después, en el 2006, fue confesado en un libro que publicó el ideólogo de aquel plan, Iser Harel.
En 1994, y luego de la edición de un libro cuyo autor fue Esteban Buch, fue ubicado en Bariloche Erick Priebke, quien durante más de 50 años se destacó como ciudadano ejemplar en esa comunidad, que quedó shockeada con la noticia de su verdadero pasado. Fue extraditado a Italia con las consecuencias ya destacadas.
Y en 1987 fue detenido en la provincia de Córdoba Josef Schwammberger, acusado de dirigir varios campos de trabajos forzados en lo que hoy es territorio de Polonia como autor de varios asesinatos y torturas de personas judías. En 1990 se lo extraditó a Alemania desde la Justicia Federal de La Plata, habiéndome tocado en suerte por aquellos días oficiar como secretario penal del juez federal Dr. Vicente Bretal, quien concedió el permiso extraditorio, sentencia que luego confirmó la Cámara Federal de nuestra ciudad. En consecuencia, en mayo de 1992 fue condenado por un Tribunal Regional de Stuttgart a prisión perpetua, y murió a los 92 años en la cárcel de Hohenasperg (Ludwigsburg) en diciembre del 2004.

Página oscura

La página oscura sigue sin aclararse, pues no se conoce debidamente por qué estaban estos tres sujetos -entre varios más, seguramente- cómodamente instalados en el país mientras eran buscados como criminales de guerra en todo el mundo a través de pedidos de captura internacional activa. He leído por allí que el presidente Arturo Frondizi podría haber autorizado que estos asesinos permanecieran aquí, lo cual es posible, ya que salvo el caso de Eichmann, los otros dos siempre se identificaron con su verdadero nombre y apellido, lo que hace las cosas más llamativas y sospechosas aún. Y por ende, tampoco se sabe hasta hoy el motivo por el cual en un momento determinado Schwammberger y Priebke fueron extraditados, pues estaban jubilados aquí y totalmente integrados a la comunidad donde residían.
En el caso de Schwammberger, tuve en mis manos su pasaporte expedido por la Cruz Roja Internacional, y con él salió escapando de Alemania. Un manto de complicidad monumental aparece debajo de la protección que organismos mundiales poderosos de aquella época les dieron a estos caballeros de la muerte. ¿Habrá sido porque compartían sus ideologías?. No lo sabemos, pero también es probable que estuvieran dispuestos a repartir bondadosamente entre quienes los ayudaran los tesoros nazis que se lograron con los saqueos y coimas a los judíos apresados y a los ejecutados.
Existe una obra valiosa, “El archivo de Odessa”, de Forsith Frederick, altamente reveladora sobre ésta organización de antiguos miembros de las S.S., fundada en el año 1946 para ayudar a escapar a los criminales nazis finalizada la guerra. Quizá por allí surja alguna revelación ilustrativa, aunque oficialmente todo sigue en el plano especulativo. Como ciudadano argentino me duele en el alma esta posible connivencia con semejantes alimañas.


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