Sobre la revolución radical

Sobre la revolución radical

Hace 90 años se llevó a cabo la última revolución radical de la década de los años treinta. Se planeó y ejecutó contra el gobierno conservador y fraudulento del general Agustín P. Justo, identificado además con los intereses económicos foráneos y contrarios a la nacionalidad. El hecho, conocido como la Revolución del Paso de los Libres, dio lugar a que uno de sus principales participantes, el joven Arturo Jauretche escribiera un poema gauchesco titulado precisamente con el nombre de la localidad que fuera epicentro de la acción revolucionaria. Cuando fue publicado hace nueve décadas el poema contó con la singularidad de haber sido prologado por Jorge Luis Borges, lo que probablemente es desconocido por gran parte de la ciudadanía y hasta horrorizaría a más de algún incauto.

 

ACCIONES REVOLUCIONARIAS

Luego del golpe de estado contra Hipólito Yrigoyen, 6 de septiembre de 1930, varios grupos de radicales seguidores del Peludo intentaron acciones revolucionarias que tenían por finalidad deponer al gobierno dictatorial del general Uriburu o bien a su sucesor Agustín Justo por fraudulento y usurpador de las libertades cívicas, con el propósito del retorno a la normalidad constitucional reponiendo a Yrigoyen en el poder.

Primero fue la revolución organizada y dirigida por los hermanos Kennedy, estancieros entrerrianos que tuvieron en vilo a las fuerzas del orden a fines de 1931 y comienzos de 1932; más tarde un grupo de oficiales y suboficiales liderados por el teniente coronel Atilio Cattaneo, intentó una revolución cívico-militar, en conjunción con dirigentes radicales, a pesar de la oposición del sector alvearista. Pero los varios alzamientos planificados se frustraron una semana antes del momento fijado, diciembre de 1932. Pocas semanas más tarde, un intento de levantar un regimiento en Concordia también se malogró.

NUEVA REBELION

Fue entonces que, ya fallecido Yrigoyen, se preparó una nueva rebelión radical para finales de diciembre de 1933, momento en que se realizaría en Santa Fe la Convención Nacional de la UCR que hasta entonces se mantenía alejada de la lucha electoral impugnándola y denunciando el fraude. Pero el movimiento estaba cantado y el gobierno de Justo conocía los planes revolucionarios producto de filtraciones y traiciones.

Los rebeldes se dividieron en varios grupos. Algunos atacarían en Santa Fe y Rosario. Otros en algunas localidades bonaerenses. Otro grupo numeroso se preparaba en Brasil, para avanzar sobre Corrientes. Al frente de esta última columna, de 150 hombres, se encontraba el teniente coronel Roberto Bosch, que fuera edecán de Yrigoyen, y en cuyas filas estaba Arturo Jauretche.

El 29 de diciembre por la mañana, en ediciones extra, los matutinos informaron del rápidamente sofocado levantamiento, que no encontró eco entre la población ni en las Fuerzas Armadas. Días antes, algunos importantes dirigentes rebeldes, como el general Gregorio Pomar, habían sido detenidos.

El presidente Justo aprovechó la oportunidad, decretó el estado de sitio en todo el país y lanzó una tremenda persecución contra todo el partido radical. Sus principales dirigentes fueron arrestados, encarcelados o confinados al extremo sur como Ricardo Rojas, Honorio Pueyrredon, Adolfo Güemes y José Tamborini. Algunos como Alvear hicieron opción por el exilio. El conservador diario santafesino ‘El Orden’ publicaba el comunicado número 1 del gobierno nacional: “Durante la noche de ayer y la madrugada de hoy, en diversas localidades de la provincia de Santa Fe y en algunas otras regiones del país se han producido tentativas de alteración del orden público, las cuales en el momento de darse a publicidad este comunicado han sido sofocadas totalmente y sin mayor esfuerzo”.

Los enfrentamientos y la represión dejaron muertos y heridos. Algunas de las víctimas, “fueron degolladas sobre el campo”, según se relatara. Otros fueron apresados, como Arturo Jauretche, quien debió cumplir cuatro meses de reclusión. Tuvo entonces oportunidad de escribir un largo poema dedicado a la revolución que circuló entre sus amigos, algunos de los cuales formarían en pocos años el legendario Forja.

 

HOMENAJE A LA POESÍA GAUCHESCA

Extraña coincidencia brindó el poema para que dos personalidades absolutamente disímiles que finalmente estarían en las antípodas, Jorge Luis Borges y Arturo Jauretche, confluyeran en el homenaje a la poesía gauchesca y a Hipólito Yrigoyen.

En 1927 Borges había presidido el Comité de Intelectuales Jóvenes pro Reelección de Hipólito Yrigoyen aunque con el tiempo, se fue alejando de quien fuera entonces su líder. No obstante, a lo largo de su vida se mantuvo vinculado con muchos de sus amigos de aquel núcleo. En los años '30 por caso con Homero Manzi, quien, según las mentas, en una reunión convenida en la ya desaparecida Confitería ´El Foro’, ubicada en Corrientes y Uruguay, fue el intermediario a través del cual Jauretche le hizo llegar ‘El Paso de los Libres’ y a quien Borges le confirmó que escribiría el prólogo que cumplirá noventa años y que aquí reproducimos íntegramente.

“La patriada (que no se debe confundir con el cuartelazo, prudente operación comercial de éxito seguro) es uno de los pocos rasgos decentes de la odiosa historia de América. Si fracasa, le dicen chirinada y casi nunca deja de fracasar. En el benigno ayer, el estanciero le prestaba sus peones (y alguna vez su vida o la de sus hijos) con esperanza razonable de triunfo, o sino de olvido y postergación; ahora el ferrocarril, los aeroplanos, el chismoso telégrafo y la ametralladora versátil, aseguran el pronto desempeño de la expedición punitiva y la vindicación del Orden. En la patriada actual, cabe decir que está descontado el fracaso: un fracaso amargado por la irrisión. Sus hombres corren el albur de la muerte, de una muerte que será decretada insignificante. La muerte, siéndolo todo, es nada: también los amenazan el destierro, la escasez, la caricatura y el régimen carcelario. Afrontarlos, demanda un coraje particular. El fracaso previsto y verosímil borra los contactos de la patriada con las operaciones militares de orden común, sólo atentas a la victoria, y la aproxima al duelo, que excluye enteramente las ideas de ganar o perder —sin que ello importe tolerar la menor negligencia, o escatimar coraje—. Ya lo dice Jauretche, en una de sus estrofas más firmes:

En cambio, murió Ramón jugando a risa la herida: siendo grande la ocasión lo de menos es la vida.

Recordemos que ese Ramón Hernández murió de veras y que el poeta que labró más tarde la estrofa compartió con el hombre que murió esa madrugada y esa batalla. El hecho, en sí, es patético. Yo pienso en los corteses cantores de Islandia y de Noruega, diestros en artes de piratería también; yo pienso en el capitán Hilario Ascasubi ‘cantando y combatiendo los tiranos del Río de la Plata’.

No en vano he mencionado ese nombre. ‘El Paso de los libres’ está en la tradición de Ascasubi y del también conspirador José Hernández. La adecuación de la manera de esos poetas al episodio actual es tan feliz que no delata el menor esfuerzo. La tradición, que para muchos es una traba, ha sido un instrumento venturoso para Jauretche. Le ha permitido realizar obra viva, obra que el tiempo cuidará de no preterir, obra que merecerá -yo lo creo- la amistad de las guitarras y de los hombres”. (Jorge Luis Borges, Salto Oriental, noviembre 22 de 1934).

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