El lamento del commodity
PIMPINELA

El lamento del commodity

“Me engañaste, me mentiste. Me dijiste que desde aquel día ya no la veías"

Me engañaste. Me mentiste. Me tomaste cuando te hice falta y ahora me tiras. En la columna de hoy, una “Pimpineleada”. Breve repaso por un lamento absurdo, propio de quien descansa en la inacción y luego se lamenta. Las marcas y sus clientes, una relación que requiere atención, como tu pareja.  

Cuando era chico algo retumbaba en mis oídos, una tremenda riña amorosa, digna de terapia al descubrír que esa pareja en realidad era de hermanos.

Ya de grande, veo lo mismo pero en el mundo de los negocios. Una falta de amor combinada con exigencia de fidelidad, sobre todo en aquellas marcas que pasaron de protagónicas a comodities. 

Ya no sos importante en mi vida

En términos simples, un commodity es un producto o servicio que abunda y es fácilmente sustituible. Una oferta débil y una demanda poderosa. Una combinación letal para cualquier comercio, empresa o para vos! En situaciones como esta, diferenciarse es el único camino por recorrer.  

Quizá lo observen, es una fija y pasa con las relaciones. Cuando alguien se separa, tras muchos años de matrinomio, comienza un proceso de mejoras. Running, bicicleta, dieta, ropa nueva y salidas. Una nueva adolescencia, como un relanzamiento a nivel personal.

A veces me pregunto ¿hacía falta pasar por un proceso traumático para reaccionar? Así en la pareja como en los negocios, la sugerencia es tomar una actitud proactiva pero claro, no somos Brad Pitt, por eso el primer paso es sacar el producto del centro. Si, con pancita podemos ser irresistibles. 

En líneas generales todos “vendemos” lo mismo, peinamos algunas canas y ya no estamos tan “fit”. El punto es reinventarse y ver los ejes periféricos, en el amor también.

Sacar el producto de la ecuación nos obliga a buscar otros argumentos de diferenciación, a preguntarnos: ¿qué podemos hacer distinto?, ¿Qué otros productos o servicios podemos ofrecer? ¿Cuál es la falencia de la competencia? ¿Qué necesitan los clientes?  ¿Qué valora la persona que nos interesa?

No es el producto, es lo que acompaña el producto. Hablá con tus clientes, sentante en la misma mesa. Preguntales lo que necesitan, diferenciate. En casa también, el lamento ya es un demodé. Hoy se bailan ritmos diferentes, sobre todo los que generan valor desde otro lugar y no desde el reclamo por la infidelidad posterior. Me engañaste, me mentiste, Puede ser, pero vos no sos como antes.

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