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TRIBUNA DEL LECTOR

Para ser moderado hay que tener agallas

Por estos días han aparecido referencias a los halcones y las palomas, a moderados y no moderados.
Se insinúa que la moderación es sinónimo de cobardía, debilidad, genuflexión, sumisión, cuando, en verdad, para ser moderado, entre otras cosas, hay que tener coraje, ser  flexible, dialoguista, saber escuchar, respetar el disenso y discutir con ideas.
Lo contrario es andar, vociferando e intentando imponer criterios u opiniones con absoluto desprecio hacia el que piensa distinto, trasmitiendo una imagen de fuerza que suele portar cierto complejo de inferioridad.
La moderación deberíamos practicarla todos por igual. Ser moderado es ser democrático. ¿Podremos los argentinos manifestarnos todos –aunque sea por una vez- en favor de la República? El mensaje de asunción del Presidente había generado muchas expectativas para la ciudadanía en su conjunto.
Sin embargo y admitiendo el poco tiempo del que dispuso antes de que se desatara la pandemia, se produjeron algunos hechos que desconcertaron.
Por solo nombrar algunos: la convocatoria e instrumentación del Consejo Económico y Social, al igual que su antecesor, quedó en suspenso, cuando  más se hubiera necesitado dar ese paso hacia una mayor apertura.
Claro que dispone de tiempo para ello, pero sería bueno que los ciudadanos se lo recordemos.
Otro acontecimiento que también sorprendió: que, en su condición de hombre de Derecho, propiciara la intervención de una sociedad comercial que se encuentra en trámite  de concurso.
Más allá de la opinión o visión que podamos tener sobre las circunstancias que derivaron en dicha instancia judicial, el problema que llama la atención está en la irrupción de un poder en otro poder.
No juzgo intenciones, simplemente creo que allí se tocó una fibra cada vez más sensible relacionada con la incursión de la política en la Justicia.
Se trata de una cuestión que viene siendo abordada por los sectores políticos y en el que el oficialismo tiene una nueva oportunidad para resolver a través de la reforma judicial anunciada, en tanto sea compartida en todos los ámbitos y con las instituciones relacionadas a la función (partidos políticos, colegios de abogados y magistrados, ministerio público y facultades de Derecho).
Cada vez es más relevante y forma parte del interés social la situación en que se encuentra el Poder Judicial.
Ello, lejos de molestar, debería ser tomado como un signo de madurez de la ciudadanía en cuanto viene advirtiendo cómo la crisis en la Justicia se traduce en una seria amenaza para los derechos y libertades públicas. 
Corresponde al Poder Judicial defender su independencia. La Constitución y las leyes  deben ser respetadas y cumplidas por todos y, especialmente por quienes integran los demás Poderes,  Ejecutivo y  Legislativo. Se trataría  de dar el ejemplo de arriba hacia abajo, como los padres hacia sus hijos. Pero velar por ello le corresponde al Poder Judicial. Los jueces tienen un enorme poder y responsabilidad institucional y deben sentirse honrados con la función y el rol que les asigna la Constitución. 
La sociedad ya no tolera que un juicio a un expresidente, luego de más de 20 años de ocurrido el hecho que se le imputa, no cuente aún con una sentencia firme  porque la Corte Suprema no se ha pronunciado, pese al tiempo transcurrido.
En el medio los plazos corren, las acciones prescriben y los condenados terminan en arrestos domiciliarios por la edad, por la pandemia o por efecto del olvido y la desidia generalizada.Estamos cansados de escuchar que la Justicia tardía no es Justicia.
Pero lo peor es que es cierto. No se puede mantener a nadie privado de libertad sin sentencia firme que así lo disponga, más allá de los plazos y excepciones que las leyes autorizan para la instrucción e investigación de las causas.
Para todo ello, no se requiere otra cosa que un Poder Judicial que funcione, en condiciones dignas y con magistrados y fiscales probos y que se atrevan a resolver en tiempo y forma. Para ocuparse de los aciertos o desaciertos de sus sentencias están las instancias superiores  a quienes les caben las mismas obligaciones y responsabilidades.
Debemos defender y exigir su prescindencia de la política en todas sus formas. Desde la política siempre van a existir intentos de presionar. Se trata de una deformación arraigada, por lo que también hay que luchar contra ello. Para esto también hay que tener agallas y moderación porque hay que convencer, seducir, aportar ideas y convicciones auténticas y honestamente republicanas y democráticas.
No se trata de quién grita u ofende más ni de consultar el odiómetro. Nuestro actual Presidente, en su discurso del Día de la Patria, se comprometió a luchar contra los odios. Se supone que se trata de los propios y ajenos.
Su discurso fue moderado y si cumple lo prometido sumará adhesiones como su comportamiento frente a la Pandemia.
Otro gran Presidente, médico,  nunca levantaba la voz y atendía a todos por  igual, como a sus pacientes de su pueblo cordobés. Sin embargo, su bondad y moderación no opacó su carácter y coraje cívico. Por el contrario, no permitió que lo doblegaran los golpistas y salió caminando desde la Casa Rosada,  sin renunciar  y como un ciudadano más.

Oscar R. Peretti
DNI 4973732

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