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TRIBUNA DEL LECTOR

Cuando los valores se trastocan en tiempos de pandemia de coronavirus

Cuando la vida pide la palabra todos los oradores enmudecen. Esta expresión adaptada de su original dirigida a la belleza está en línea con lo expresado por el Papa Francisco cuando se manifestó crítico de que la economía pueda prevalecer sobre la vida. La pandemia del coronavirus ha interpelado a la humanidad de modo tal que ningún valor, derecho o garantía por los cuales los pueblos han luchado por siglos puede anteponerse a la necesidad de proteger la vida. La libertad, tal vez uno de los más preciados valores, resultó el más afectado.
En la emergencia, este derecho fundamental e inalienable se nos está cercenando a todos por igual.
Esta nota tiene el sentido de reflexionar sobre cómo se modifican las escalas de valores a la vez que trasmitir nuestro respeto, admiración y agradecimiento a toda esa legión de héroes anónimos que nos protegen y nos cuidan, integrada por médicos, enfermeros, científicos, kinesiólogos, psicólogos, las fuerzas armadas y de seguridad en su conjunto y por todos aquellos que desde las responsabilidades políticas, educativas, gremiales, asociaciones civiles, periodismo en todas sus formas y ciudadanía en general han comprometido su participación en esta lucha desigual.
Todos navegamos en el mismo barco y enfrentamos a un único y común enemigo que no tiene rostro,  es invisible, peligroso y suele ser letal.
No existen disponibles líneas defensivas para contenerlo ni efectivas para combatirlo.
La humanidad toda nunca enfrentó la necesidad inevitable de comportarnos de manera individual en beneficio de todos, sin exclusiones.
De allí la importancia de quedarnos en casa para evitar enfermarnos y contagiar a los demás.
Este quedarnos en casa tiene un costo porque nos limita y aísla.
Nos impide compartir con nuestros afectos y vínculos más preciados.
No obstante, por responsabilidad social y por amor, debemos hacerlo, pese a  que, en tiempos de normalidad,  no lo tenemos siempre presente.
Lo contrario nos ocurre con la muerte, la única certeza que tenemos en la vida, a la cual, afortunadamente, no convocamos de modo permanente.
Aceptada  como un hito natural, que inexorablemente llegará, la  diferencia que hoy nos plantea la pandemia está en que nos mantiene en la trinchera esperando al enemigo que no sabemos por dónde aparecerá. 
Esta reflexión debemos asumirla sin dramatismos y con la mayor serenidad. 
La esperanza estará siempre presente porque, pese al temor cierto, inesperado e imprevisible ante lo desconocido, tendrá un final como han tenido otras pestes y flagelos que afectaron a la civilización.
Si bien estamos impedidos de  prever  el alcance y dimensión de esta tragedia colectiva, porque el invasor es planetario, esta lucha nos convoca a todos sin distinción.
Lamentablemente, no todos estamos en igualdad de condiciones para afrontarla. Son muchos los que no pueden autoaislarse  ni lavarse las manos por vivir hacinados y sin agua potable ni cloacas.
La realidad ha superado a la ficción.
Sin embargo, será el mismo hombre -acostumbrado a batallas épicas contra  tantas pestes y guerras que cobraron víctimas en números olvidables- quien encontrará la forma de volver a la normalidad.
Esta llegará, al igual que la vacuna para la cual nuestro país ha sido elegido para los estudios, pruebas y desarrollo.
Solo resta esperar que sea cuanto antes.
Conmueve y nos ayuda a superar la instancia las muestras de solidaridad que nos llegan por los medios que nos permiten estar comunicados.
Esto es vital para escucharnos y  vernos con nuestras familias y amigos.
También es bienvenido el humor que, con gran sentido y perspicacia,  trasmiten por las redes autores anónimos.
Poder reír no tiene precio y es un remedio infalible como titulaba a la risa una reconocida revista de origen americano.
Por ahora seamos responsables y cumplamos con los protocolos como forma de contribuir al recupero de nuestra libertad.
Al fin y al cabo, Friedrich Nietzsche acertaba al decir que “la libertad es la voluntad de ser responsables de nosotros mismos”.<

Oscar R. Peretti
DNI 4973732

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