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OPINIÓN

El país, golpeado por las expectativas y con poca credibilidad en el plano político

La Argentina está golpeada por las expectativas y con poca credibilidad política. El escenario externo cambió rápidamente, aunque afectó a la economía local con mayor crudeza que en el resto del planeta. Los inversores externos, en especial, comenzaron a advertir las debilidades del poder político para terminar con el creciente endeudamiento para financiar el gasto público y a eso se sumó las desconfianzas de los propios argentinos, corriendo otra vez tras el dólar. La incertidumbre alcanzó proporciones tan importantes que existe cierta sensación de que nada alcanza: ni el rápido acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, con un paquete inédito de asistencia por 50.000 millones de dólares a tres años, y a bajo costo, o el ascenso a la categoría de “emergente” del mercado de capitales locales por el MSCI, dejando atrás la condición de “país frontera” a la que cayó en el 2009.
Junio cerró otra vez con una suba del dólar y dejó la impresión de que el Banco Central y el Gobierno vuelven a improvisar y a correr detrás de los acontecimientos. La falta de compromiso de la oposición agrega otro condimento de incertidumbre y más interrogantes sobre cómo se llegarán a acuerdos con el Presupuesto del 2019, para alcanzar un déficit fiscal total de 1,3 %, con la aprobación del nuevo titular del Banco Central, Luis Caputo, o la sanción de una nueva Carta Orgánica que impide el financiamiento al Tesoro Nacional por parte del BCRA.
En términos técnicos, la situación económica actual es mucho más sólida que 30 ó 45 días atrás, pero ahora empezó a tallar la política con más fuerza. El Gobierno apuntó a dar un mensaje claro alrededor del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, pero el alza del dólar, la caída vertical en las encuestas y ciertas internas en el oficialismo, empezó a complicar el escenario imaginado. Hoy, más allá de las declaraciones, se advierte un cierto desconcierto y cierta lentitud para avanzar con las negociaciones políticas que le aseguren los votos en el Congreso de las leyes fiscales.

La situación económica actual es mucho más sólida que 30 ó 45 días atrás, pero ahora empezó a tallar la política con fuerza.

La expectativa de un ámbito de colaboración de los gobernadores con la Nación apenas se logra en lo formal. Las provincias gobernadas por la oposición han fijado algunas condiciones para la negociación que, precisamente, van en una dirección contraria. Por un lado piden el traslado de las distribuidoras Edenor y Edesur y Aysa a la capital federal y la provincia de Buenos Aires, y por otro quieren dar marcha atrás con la baja de los Ingresos Brutos. La administración de Mauricio Macri tampoco está dando señales claras. Javier Iguacel, el ministro de Energía, en una reunión con inversores externos, mencionó la necesidad de hacer más gradual la baja de los subsidios y de revisar ciertos contratos.
La ronda de conversaciones con los gobernadores sigue aún en los prolegómenos, aunque siempre existe la opción de máxima. Esta alternativa no sería otra que prorrogar el actual Presupuesto para el año próximo si no existiera quórum en el Congreso para aprobar la nueva ley. También están las transferencias no automáticas de la Nación a las provincias que, al ser discrecionales son de fácil recortes por el gobierno de Macri. De cualquier forma, el escenario es bien distinto si el ajuste surge de un tira y afloje unilateral o de una negociación compartida. Una parte sustancial de la desconfianza local y externa surge precisamente de esa escasa predisposición de los sectores políticos de llegar a acuerdos básicos sobre el gasto público y la política fiscal.
En el oficialismo se ha abierto una brecha entre los que apuestan a acercar al peronismo no kirchnerista, o quizás lograr una “pata” peronista en Cambiemos, y los que insisten con el purismo del oficialismo. Disputas que serían meramente electorales en una situación más normal, pero que hoy atraviesan las decisiones del oficialismo y que influyen de manera directa sobre las expectativas económicas. Los especialistas también miran con cierto desconcierto hacia donde avanza el Gobierno: si es real la posibilidad de frenar el dólar y de esa manera parar una espiralización de la inflación; o también se considera una suba del dólar que termine licuando el gasto público y resolviendo por esta vía los desequilibrios macro de la economía argentina.
En términos de las expectativas, la crisis del dólar parece ser mayor a la de unas semanas atrás. En el inicio de la corrida cambiaria, no estaba en cuestión el pago de los compromisos externos de la Argentina. Pero en los últimos días, las decisiones de política monetaria de la Reserva Federal americana, el Banco Central Europeo de la Unión Europea y de Japón, a lo cual se suma el conflicto comercial de Estados Unidos con China, ha acelerado la aversión al riesgo y los miedos históricos con la fiabilidad de la Argentina con sus compromisos. Quizás estos episodios apuren a los sectores políticos a dejar de lados sus intereses y a acelerar algunos acuerdos básicos.

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