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OPINIÓN

En el día del Abogado

Quiero en este día tan especial, con 36 años en el ajetreo diario de esta hermosa profesión, decir que tal como sucede desde 1958, este 29 de agosto se celebra en Argentina el Día del Abogado en homenaje a Juan Bautista Alberdi,   “al ilustre autor de Las Bases, que con su copiosa obra de publicista y jurisconsulto esclareció los problemas del país”. Fue el autor intelectual de la Constitución de 1853 y un influyente pensador del siglo XIX.  También hay  que acotar  que él fue parte de la “Generación del 37”, un grupo de jóvenes intelectuales que se consideraban “hijos” de la Revolución de Mayo, porque habían nacido poco después de la misma. Decía entre sus tantos conceptos jurídicos que “La libertad individual es el límite sagrado en que termina la autoridad del estado”.
Tan cierto es que cuando esa libertad es vulnerada, avasallada por inescrupulosos en desmedro de otros; como en innumerables casos que se manifiestan a diario, a veces impunes, otras muy confusos  allí debe aparecer el Estado en toda su dimensión, a través del poder jurisdiccional. Como asimismo de los que controlamos esa justicia por sobremanera cuando se dictan sentencias arbitrarias, sin valoración de la prueba que aporta cada parte en un entuerto,  nosotros los abogados somos los que debemos establecer un control, poner un límite a ese equívoco; con planteos recursivos intentando cambiar ese resolutorio para que se haga una mejor justicia. Un juez es el director del proceso y él debe pulsar con su real saber y  entender las medidas que son las más justas, convincentes y por cierto examinadas previo a su materialización, siempre con los riesgos de equívocos, pero llevarlas a cabo si o si, sin dudas, sin miedos, es su función para intentar buscar la verdad jurídica objetiva por sobre todo lo que circunda un proceso de esa manera se irá frenando tanta impunidad
Entiendo que han cambiado las relaciones humanas en estos últimos 10 años, que notoriamente obstaculizan el buen avance de causas por la urticancia que se genera en el inicio de una demanda, en su responde y en las pruebas ofrecidas que por lo que denoto son cada vez menos convincentes, llámese que obedece al apresuramiento por tener el caso, y por las propias exigencias de los poderdantes que trasladan su ansiedad a los apoderados Por eso en este día siempre resalto ante todo el derecho, añorando encauzar un corporativismo límpido y  transparente, con reglas claras para el traqueteo diario en pos de un fin feliz, si se gana mejor y si se pierde aceptar  la derrota estoicamente en ésta triada compuesta por nosotros, la justicia y los propios  asistidos.
El respeto primaba ante todo en tiempos pretéritos, la palabra significaba un valor inconmensurable tanto que  para cerrar un acuerdo, el si era si y el no era un no,  no existían los grises, y no mostrábamos disconformidad ya que era la única vía  que había para estampar nuestras razones.
Y como lo señalaba retro propongo humildemente una serie de relevamientos y reformas a nuestro manejo y  despliegue diario en el ejercicio. Cambiar el trato entre nosotros primero y poder así reflotar las reglas cristalinas de la ética, respeto y acentuar el corporativismo en pos y defensa de cada uno. Es tan difícil ello?   Seguramente así nos mejoraremos todos los componentes de esta mesa que está  sin patas. Y esbozo ello sin querer intentar ser el paladín, ni el descubridor de situaciones diarias que se dan (todos sabemos)  y más de uno caemos en la guadaña de opiniones muñidas de una impunidad  cuando  nada tenemos que ver,
Sé y soy consciente  que hoy todo avanzó, mutó, lo que se acuerde   “inter partes”  debe condensarse por escrito y aun así emanan cuestionamientos, el mundo se globalizó, con internet, redes sociales que ayuda a todo y también anquilosa nuestros razonamientos. Todo es el apuro, está todo computarizado, los profesionales se triplicaron, los juzgados, fiscalías, secretarias, prosecretarias, etc, también; que hasta por momentos abarrotaron el edificio de causas, de gente, de audiencias pegadas una a la otra y  cuesta demasiado obtener respuesta a  peticiones simples en corto plazo.
Digo que esta triste realidad nos sobrepasó de una manera tal que prima la intolerancia, la falta de diálogo.  Todo es ganar o ganar sin importar de qué manera y qué es acorde a lo que simbióticamente sucede en el país en estos últimos años de alternancia política, sin comunicación, y  con una actitud invasiva hacia las instituciones y más aún sobre los órganos jurisdiccionales, precisamente a los propios jueces que en más de una oportunidad están presionados  con la espada de Damocles ; y para clarificar esta frase  digo que  (Según cuentan Horacio en una de sus "Odas" y Cicerón, en sus "Tusculanas", Damocles era cortesano de Dionisio I, El Viejo (siglo IV, AC), tirano de Siracusa, a quien envidiaba por su vida aparentemente afortunada y cómoda. La frase la espada de Damocles se utiliza desde hace mucho tiempo, para expresar la presencia de un peligro inminente o de una amenaza).
Esto hay que exponerlo  y más aún con  la presión indubitada de casos  con ribetes  gubernamentales y/o políticos  -ej: cuando hay un decisorio que los perjudique- seguramente  siempre hay una intromisión política en el Poder .Judicial  (lo vemos a diario en causas resonantes que inexplicablemente quedan inmovilizadas, llámese los delitos de  “lesa  humanidad” ,  que después de más 15 años volvieron al tapete.
Se esfumó esa practicidad que reclamo hoy, que imperó por más de 15 años, entonces cómo olvidarme del Dr Pelayo Ariel Labrada;  que a mi entender fue un avanzado en su implementación de trabajo rápido y eficiente. Tanto que los despachos que tanto atascaban a los juzgados se agilizaron llamativamente,  y  fue él que impulsó los proveídos y/o escritos de mero trámite en forma calcada, lo único que había que hacer era llenarlos y presentarlos ante el susodicho en su juzgado.  Graficando, si nos ponemos a analizar un expediente cuántas resoluciones fondales se dictan en casi 200 fojas (ej) una dos o tres. Lo demás son cédulas, escritos de mero trámite; oficios, fijación de audiencias y la mayoría son interlocutorios ¿por qué no volver a ese sistema?
Me pregunto nuestro corporativismo de los años 1980, 1990  donde está ¿se perdió? Lamentablemente creo que sí y con esto no quiero minimizar los yerros  que podemos cometer en nuestro despliegue y defensa de los autos que fuimos encomendados, en definitiva somos humanos. Y me sigo preguntando: ¿quién va a querer por ejemplo perder un pleito?  Quien va a querer perjudicar deliberadamente a su representado? ¿Quién se va a alegrar con una sentencia adversa? Nadie. Si lo hace no solamente pierde esa persona que lo eligió sino que el andamiaje profesional que uno va edificando a través de los años cae por su propio peso. Aquí hay que señalar que hay que tomar al toro por sus astas y en este día aprovecho digo e  imploro, y hago un llamado a todos los que eligen un letrado lo hagan fielmente y con la confianza que necesita para que en forma mancomunada y de a dos se pueda defender sus intereses de una forma más eficaz  y no con la critica inconsistente “per se”   que no lleva a nada.
 Termino, no nos olvidemos que el resultado satisfactorio en un pleito requiere el respaldo incondicionado del que nos designó para esa  faena,  como asimismo digo que ese  logro está condicionado a muchos otros factores coadyuvantes como ser las pruebas que él mismo trae antes de iniciar un proceso.
¡¡Feliz día colegas !!

Dr. Gustavo A. Piotte. DNI: 10.722.219

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