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CINCO ARTISTAS, CINCO HISTORIAS

El desafío de dedicarse al arte en Junín

María Eugenia Alvear, Horacio Jáuregui, Laura Escande, “Choko” Haedo y Raúl Lucero coincidieron en que nuestra ciudad es hoy un “semillero” de artistas, pero falta apoyo del municipio.

Los espacios destinados a promover el arte en todas sus disciplinas suelen ser un tanto mezquinos o bien de difícil acceso para muchos artistas conocidos y no tan conocidos que desean no sólo producir obras sino mostrarlas a la comunidad, en busca de esa mágica retroalimentación que se genera entre el artista y su público.

Nuestra ciudad, a simple vista, es hoy un campo sembrado de ideas, ganas, proyectos y motivaciones que lleva a los amantes del arte a buscar un lugar y mostrarse. 

Es el caso de Eugenia, Horacio, Choko, Laura y Pato, cinco artistas de nuestra ciudad que cuentan su experiencia y el desafío de apostar a lo que les llena el alma.

María Eugenia Alvear tiene 34 años, es profesora de danzas folclóricas, y le quedan dos materias para recibirse de profesora de historia. 

“Bailo desde los 9 y hace más de 10 años que estoy en la docencia con la danza. Por suerte tengo mi propia escuelita de danzas pero también doy clases en la escuela de teatro, en el conservatorio y en el Pepsam, el programa de la UNNOBA”, cuenta.

La dificultad de vivir de lo que le gusta, ella asegura que en su caso no es tal. “Tengo el privilegio de enseñar danza y enseñar materias de danza en las instituciones donde estoy como docente. Realmente vivo del arte, de lo que amo”.

Para Horacio Jáuregui (45), docente de teatro, actor y director, siempre es más fácil empezar a desarrollar actividades artísticas desde pequeño “porque cuando sos chico tenés permitidas un montón de cosas, en cambio de adulto te exigen otras, y hacer teatro por ahí se considera un disparate”, asegura, pero enseguida aclara, “yo arranqué a los veintiocho y nunca lo dejé. Sólo o en grupo, siempre estoy haciendo algo. Proyecto independiente, oficial, lo que sea”.

Si bien Horacio sabe que sin su sueldo de docente no viviría del mismo modo, entiende que sí podría vivir de su actividad artística.

“Si yo no tuviera otra actividad podría vivir del teatro tranquilamente, pero como tengo un sueldo seguro y estoy organizado en mi vida de esa manera, no me decido a vivir del teatro solamente. Tal vez no tendría lo que tengo, pero viviría, comería, mis hijos estarían igual, etc. Y yo acepto que es un miedo propio”, reconoce.

En los años del siempre añorado espacio independiente “La Fábrica”, Laura Escande (43) pudo presentar sus pinturas –luego de que colmaron su garage y entonces decidiera buscar un lugar donde mostrarlas-.

Hoy, si bien es docente de grado y vive de ello, es muralista de alma e intenta abrirse camino día a día para expresar y compartir su pasión.

“Yo soy esto y quiero serlo en mi ciudad, si no aparecen las posibilidades, uno tiene que tratar de inventarlas, de hacerse un lugar. No dejar de buscar”.

Laura describe al muralismo, como una forma de estar acompañada.

“Es una actividad en la que no se espera que la gente vaya porque el mural está en la calle  y es el “nosotros que somos”. Nunca me sentí tan acompañada como pintando murales”, asegura. 

“Cuando estás haciendo el trabajo, el taxista te ve, la señora que va a comprar te ve y todo el trabajo se ve, somos todos parte. El mural lo ve hasta quien jamás fue al museo. El mural asalta la ciudad, es una manera de compartir con todos”, señala Laura.

Como guitarrista de la banda Extremaunción, Choko Haedo (40) asegura que “toco de toda la vida, siempre hice música”.

Y si bien tiene una rockería en el centro de la ciudad, su pasión y lo que lo moviliza es la música y girar con ella junto a su banda, donde se les permita.

“Generalmente tenemos contactos para poder tocar o distribuir en este caso el disco nuevo que sacamos, pero nos manejamos de forma independiente”, asegura Choko.

Según su propia experiencia, “en Junín hay una buena movida que le da lugar a las bandas. En un principio todos sufrimos el efecto Cromañón porque no había lugares para tocar. Ahora eso se acomodó y acá hay lugares. Aparte está Junín Rock que organiza Sebastián Bustos, y da lugar a bandas para que toquen. Hay una movida”, explica Choko.

Raúl Lucero, más conocido como “Pato”, tiene 43 años y nada más ni nada menos que 41 con la murga.

“Desde los dos años estoy con la murga, es de familia. Y hace diez que estamos con los Saltimbanquis del Fortín recorriendo todos los barrios y donde nos convoquen”.

Con los integrantes de la murga, según Pato, tienen una política especial, “cuando nos presentamos en merenderos, escuelas, sociedades de fomento por algún evento, lo hacemos de forma gratuita y generalmente cuando es de día. Después de las 22hs. la murga se mantiene con lo que se cobra por las funciones privadas”.

Si bien trabaja en el sector de la construcción y no considera que puede vivir de la murga, Pato asegura que las presentaciones que hacen “son mi cable a tierra.  Me pasaron cosas maravillosas”, cuenta, y recuerda con orgullo, “estuvimos en el teatro Broadway y cuando estábamos en los camarines nos mirábamos y no lo podíamos creer”.

Ya sea en plazas, sociedades de fomento, o incluso en eventos privados, donde los contratan, Lucero relata que, “donde sea que vayamos, el ruido del bombo siempre atrae y si hay un chiquito, lo mueve, incluso aunque no quiera el papá. La murga es un grupo de músicos malos que trata de divertir a la gente. Que se rían es el objetivo y eso me hace feliz”.


Propuestas


La queja constante de muchos artistas sobre la falta de espacios se traduce en muchas de las disciplinas. Y en algunas, más que en otras.

“Ahora hay un salón de pintura en el museo pero no me parece que haya propuesta para que los artistas se muevan en la calle”, explica Laura Escande. “Conozco muchos artistas y estamos igual. Siempre tiene que ser por iniciativa propia o porque los convocan y van, de ganas de hacer”.

Laura, nombrada delegada del movimiento de muralistas Italo Grassi, planea presentar un proyecto para promover un encuentro de muralistas en la ciudad. “Es una idea, hacer talleres, que venga el profesor acá, ponerle más color a Junín”, promete. 

“Que haya un día de artistas también sería genial”, advierte, “está lleno de plazas donde se podrían reunir y compartir con la comunidad. Que se autorice a cada artista a ir con sus bártulos y hacer cosas. Somos muchos con ganas de hacer. Se debería aprovechar que hay gente que está latiendo acá.”

Desde el punto de vista del teatro, Jáuregui entiende que “hay una quietud en todos los ámbitos, desde lo oficial, de donde se deberían generar propuestas o programas para estimular la producción y desde lo independiente, ya que no hay producción tampoco”.

Horacio asegura que, “en Junín no somos improvisados, ni aficionados. Tenemos una escuela que forma profesionales de teatro y resulta que vos tenés sólo tres o cuatro estrenos por año de obras de teatro. Algo está fallando. No hay estímulo para que se produzca y no hay una necesidad de producir”.

Jáuregui también considera que “se debería descentralizar la cultura y es necesario que los centros culturales tengan una programación local. Que se promocione la producción artística local, desde Cultura”.

Ante la ausencia de un festival de folclore en la ciudad, Maria Eugenia Alvear sostiene la idea de poder llevar a cabo un encuentro popular y regional, “si bien se organizan peñas en la ciudad y hasta se han puesto de moda, en buena hora, esta propuesta que ya hemos hablado informalmente, se trata de un encuentro de folclore que busca algo más popular y que incluya más que la música, también muestras artísticas varias”.

Mientras algunos siguen considerando al arte como un mero entretenimiento, estos cinco artistas locales, junto a otros tantos, buscan constantemente los caminos que les permitan llegar a su público, que espera y necesita de su arte. Y que siempre se regocija en el placer de la obra que cada uno de ellos le entrega. 

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