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PERSONAJES DE NUESTRA CIUDAD

Oscar Bringeri, el hombre que se hizo a sí mismo

Arrancó su carrera comercial con un pequeño local de reparación electrónica y luego de años de trabajo, se convirtió en el dueño de una cadena de casas de electrodomésticos, con 21 bocas de expendio y presencia en 15 ciudades.

Oscar Bringeri es un típico “self made man”: un hombre que arrancó su carrera comercial con un sencillo local de reparación electrónica y, con años de trabajo y sacrificio, se convirtió en el dueño de una cadena de casas de electrodomésticos, con 21 bocas de expendio y presencia en 15 ciudades.
Sentado frente al cronista de DEMOCRACIA habla pausado y sin estridencias, lo que representa un fiel reflejo de lo que fue su trayectoria, en donde fue avanzando con pasos lentos pero seguros, hasta convertirse en un exitoso hombre de negocios.

Electrónica

Hijo de un ferroviario y una ama de cada, Oscar Bringeri nació en Junín. Cursó los estudios primarios en la Escuela Nº 24 y se recibió de bachiller en 1963, egresado del Colegio Nacional.
Cuando terminó el secundario pensaba seguir alguna carrera universitaria pero como no estaba decidido por una en particular se tomó un año para pensarlo. Mientras tanto, hizo un curso de reparación de radios y televisores.
“Al terminar el primer año -recuerda- se dio la posibilidad de instalar un negocio que era una suerte de taller de reparación, en donde también pensaba vender artículos de electricidad y repuestos”.
Arrancó en 1965 con ese negocio “que era muy simple”, ubicado en Guido Spano 7, al lado de lo que hoy es Bringeri Hogar. “Empecé muy de a poco, arreglando radios y televisores y vendiendo artículos de electricidad”, cuenta.
Según dice, estuvo varios años y trabajaba muy bien porque vendían repuestos de radios y televisores, y en ese entonces no había tantas casas que lo hicieran.
Oscar explica que “hoy en día nadie piensa en armar una radio pero en aquel entonces era común, entonces se compraba el gabinete -por lo general de madera-, el chasis, las bobinas, los transistores y se armaba”.

Artículos para el hogar

En 1972 tuvo la posibilidad de mudarse a la esquina de Rivadavia y Guido Spano, que forma parte del mismo edificio, y ahí fue cuando se decidió a comprar artículos del hogar.
“Era mucho más chico de lo que es hoy -cuenta Oscar-, tenía solamente una vidriera sobre Rivadavia y dos sobre Guido Spano. Empezamos comprando muy poco, algunos televisores, lavarropas, heladeras”.
Bringeri recuerda que en aquel entonces había varias casas de artículos para el hogar, “quizás más que ahora, porque estaba Guirao, Plenkovich, García y Greco, Fay, Marengo, había muchas”.
Una de las ventajas que tenía esa ubicación era la cercanía con la Liga Agrícola Ganadera: “La Liga era una suerte de polo económico de Junín en donde la gente de campo venía y se surtía allí, entonces se entabló una buena relación con los chacareros porque se cruzaban de una esquina a la otra”.
Así fue que el negocio fue creciendo, “de a poco”, como remarca Oscar.
Luego compraron la mueblería que estaba al lado y la anexaron al local. “En ese aspecto fuimos pioneros porque en aquel momento no se vendían muebles en las casas de artículos para el hogar”, señala Bringeri.

Hacia afuera

Cuando estaba por cerrar Casa Guirao, el dueño le ofreció a Bringeri comprarla. “Se barajaron distintas alternativas -cuenta Oscar- y, finalmente, tomamos a Carlos Guirao como gerente comercial, compramos lo que él tenía y abrimos locales en donde él ya estaba, en Vedia, Chacabuco y Los Toldos”.
Eso fue en 1999. Al poco tiempo adquirieron la sucursal Chivilcoy de la bragadense Casa Menafra, y luego sumaron la de Musso, otro colega mercedino.
“Ahí ya nos convertimos en una cadena”, refiere Bringeri.
Eso implicó un cambio y una inversión muy grande porque, además de comprar la mercadería, tenían que adquirir camiones para abastecer las sucursales, instalar depósitos, armar la logística, conseguir personal y demás.
De esta manera se fueron incorporando nuevas sucursales, hasta llegar a las 21 bocas de venta que tienen en la actualidad, en 15 ciudades diferentes, con 160 empleados en total.
Según cuenta, cada local se abre con determinadas expectativas, “pero nunca se termina dando como uno lo piensa al principio. El éxito de una sucursal, más allá de cómo se arregla o el dinero que se gaste en ella, está en el personal. Si uno acierta con el recurso humano, seguro que le va a ir bien, pero si no se da en la tecla con los empleados, es más difícil que se tenga éxito”.

Locales específicos

En Junín, Bringeri decidió diversificar las bocas de expendio y ofrecer en una artículos del hogar, en otra muebles y en la tercera informática.
“Yo creo que fuimos innovadores en ese sentido -señala Oscar- porque el hecho de separar los rubros fue algo que empezamos nosotros. Con el tema de informática nos dio resultado, porque el comprador de ese rubro es muy especial, yo digo que hablan otro idioma, entonces los vendedores tienen que acompañar eso, por eso lo hicimos. Lo de la mueblería fue más que nada por una cuestión de espacio porque aquí los vendedores ya estaban separados”.

Momentos

En tantos años de trayectoria, Bringeri recuerda que ha atravesado distintos momentos económicos: “Hubo de todo. En el Rodrigazo no había tanto capital en la calle porque ya veníamos de épocas inflacionarias entonces no se vendía a tan largo plazo, lo mismo que en la hiperinflación de Alfonsín, ni pensar que se iba a dar un crédito en 12 o 18 meses. En cambio en 2001 fue más difícil, las operaciones se hacían en dólares y hubo que pesificarlas a todas y, así y todo, no se cobró en tiempo y forma, la gente demoraba mucho en pagar porque no podía”.
A pesar de que recuerda esa crisis como la más importante, rescata que no despidieron personal en ninguna de las seis sucursales que tenían entonces.
En cuanto a los buenos tiempos, reconoce que “la época de los 90 fue buena porque este es un negocio que mientras hay estabilidad económica, anda bien, y se podía vender en cuotas a largo plazo”.
Además, señala que estos últimos años “también fueron buenos”.

Balance

Bringeri admite que el mantenimiento de una estructura tan grande requiere mucho trabajo, pero asegura que lo puede hacer gracias a la colaboración de sus cuatro hijos, que trabajan con él en la empresa. “A mí me ayudaron mucho a desarrollarme porque si no hubiese sido por la presión de ellos, posiblemente yo solo no hubiese crecido de la forma en que lo hice”, explica.
Para este empresario, cuya firma tiene presencia en varias ciudades, Junín sigue siendo el lugar más importante.
En tal sentido, evalúa que nuestra ciudad en los últimos dos años estuvo “un poco caída, pero en el último semestre la vi bastante pujante, ha reaccionado bien. Tiene un poco de todo, por eso es una ciudad bastante estable: una gran parte de la economía local se mueve con el campo y otra con los empleados públicos, entonces cuando le va mal a un sector, no le va mal a todo el mundo”.
Al hacer un balance del camino recorrido, Oscar Bringeri asegura que el saldo es positivo: “Creo que lo que logré se lo debo un poco a la perseverancia y a la honestidad comercial. La gente nos tiene, sobre todo, confianza y eso nos hizo crecer en forma sostenida pero lenta, porque no ha sido un boom, como se ve en otras empresas que en tres o cuatro años hacen una explosión tremenda. Acá se ha crecido en 40 años. Siempre se mantuvo un respeto hacia el cliente y se trató de ser lo más honesto posible, podemos haber tenido algún problema en particular, pero nunca defraudamos a la gente ni tratamos de venderle sólo para tener una utilidad mayor, nosotros vendemos lo que compraríamos”.

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