RECONOCIDO COMERCIANTE LOCAL

Miguel Rementería: “Un buen vendedor se destaca por la atención”

Empezó a trabajar a los diez años y lleva más de cincuenta como vendedor, primero, y como dueño de un local, después. Con presencia casi ininterrumpida en la calle Sáenz Peña, siempre se desempeñó en el rubro de la indumentaria masculina.

A Miguel Rementería se lo podría definir como un vendedor de indumentaria de la vieja escuela. Con cincuenta años detrás del mostrador, aprendió con dos de los más grandes referentes del rubro en nuestra ciudad.
Casi siempre sobre Sáenz Peña, se convirtió en alguien conocido y reconocido dentro del ambiente comercial del centro de Junín.
Finalmente, hace seis años abrió su propio espacio y pasó a ser su propio patrón y también un clásico en el rubro de la zapatería y la indumentaria masculina.

“Un vendedor tiene que ser, sobre todas las cosas, atento, amable”.

Primeros pasos
Rementería nació y vivió sus primeros años en Piedritas, una pequeña localidad del partido de General Villegas. Es el menor de dos hermanos y, siendo todavía muy chico, con su familia se vino a vivir a Junín, puesto que su padre entró a trabajar como quesero en La Juninense.
Aquí, Miguel hizo la primaria en las escuelas N°1 y N°24 y ya antes de egresar había empezado a trabajar.
Es que tenía apenas diez años cuando comenzó a ganarse sus primeros pesos repartiendo folletos de comercios.

“El único secreto para mantenerse en esto es ser prolijo”.

En el comercio
A sus trece entró en Menéndez, una tradicional casa de indumentaria masculina que estaba ubicada en Sáenz Peña y Arias.
“Arranqué como cadete –recuerda–, primero lavaba los pisos, después fui haciendo otras tareas y empecé a ir a las casas. En esa época se llevaba ropa a domicilio, por ahí se entregaban dos o tres trajes, la gente se los probaba y después se los quedaba o devolvía alguno. Así fui avanzando y más adelante comencé a atender a los clientes que iban al local”.
Fue en ese lugar, según dice, donde aprendió los pormenores del oficio. “En esa época, para ser vendedor había que rendir todos los exámenes dentro del comercio, y Menéndez era un negocio fino, una sastrería”, comenta.
Permaneció en ese lugar hasta que Don Antonio Menéndez cerró su local. No obstante, pasaron muy pocos días hasta que a Miguel lo convocaron de Juvent. “Me llamaron para hacer un reemplazo por quince días y me quedé treinta años”, resume.
Arrancó en Juvent y al tiempo pasó a la zapatería Terziani, que es del mismo dueño. “Para mí era un muy buen lugar para trabajar –señala– siempre estaban al tanto de la moda y actualizados y el propio Omar Terziani era un gran comerciante y una excelente persona”.
Su entrega, su pasión y su capacidad hicieron que un empleo que sería temporal, terminara convirtiéndose en sumamente estable: “Yo había entrado por un mes y nunca me hubiese imaginado que iba a estar tanto tiempo”.
Hace unos diez años, cuando abrió el local Udendoor le ofrecieron el puesto de vendedor, con una notable mejora salarial, por lo que decidió dejar Terziani, luego de 30 años. No fue una decisión sencilla, pero en ese momento supuso que era un progreso personal.
Udendoor estuvo dos años en la calle Belgrano y luego se mudó a Sáenz Peña. En total, Miguel trabajó tres años allí, hasta que fue desvinculado.

Su propio lugar
Quedarse sin trabajo fue un golpe duro para Rementería. “Estaba muy mal porque no es fácil volver a empezar a los 57 años. Fue muy duro”, asevera.
Fue su familia y algunos amigos, principalmente sus dos más cercanos, los que le ayudaron a salir adelante. Y después de mucho pensarlo y a partir de la insistencia de mucha gente, se decidió a abrir su propio local.
Así fue como muchos distribuidores con los que él trataba le ayudaron en este nuevo emprendimiento. Y seis años atrás inauguró, entonces, el negocio con su nombre en Sáenz Peña 223. “Me la jugué –sentencia–, al principio pensé en poner una zapatería, pero después agregué indumentaria sport de hombres. Empecé con muy poquito. Algunos proveedores me vinieron a ver directamente ellos. Por suerte me fue muy bien de entrada”.
En definitiva, lo que fue una situación desgraciada, como la de quedarse sin trabajo a los 57 años, terminó siendo una oportunidad para hacer su propio camino: “Es una satisfacción que la gente me haya seguido, que los proveedores me hayan acompañado, es muy lindo eso. Es lo que coseché, después de lo mucho que sembré durante tantos años”.

“A veces no puedo creer lo que hice, porque arranqué con nada. En general, creo que me eligen por la mercadería que tengo y por la atención”.

Balance
Con cinco décadas de experiencia y trabajo ininterrumpido detrás del mostrador, Rementería explica cuáles son los secretos de este rubro. “Más allá de la presencia, un buen vendedor se destaca por la atención. Tiene que ser, sobre todas las cosas, atento, amable”, afirma, para luego ejemplificar: “A mí me gusta sacar y mostrar todo lo que sea necesario, aunque al final la persona no compre. A veces alguien se prueba diez pares de zapatos y no se lleva ninguno, pero después va a volver o va a saber que uno le dio todo lo que tenía. Así me lo enseñó Menéndez. Esa es mi forma de trabajar para que el cliente se vaya conforme”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “A veces no puedo creer lo que hice, porque arranqué con nada. Estoy muy contento con lo que logré. El único secreto para mantenerse en esto es ser prolijo. En general, creo que me eligen por la mercadería que tengo y por la atención. Esa es la clave”.

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