RECONOCIDA PROFESORA DE INGLÉS DE NUESTRO MEDIO

Martha Petraglia: “Por el Colegio Boston pasaron varias generaciones”

Hace más de seis décadas que se dedica a la docencia. Su academia es una de las más reconocidas y con más trayectoria en Junín. Asegura que, en estos tiempos, el idioma “es una herramienta fundamental”.

Siendo todavía una niña, Martha Petrgalia solía ir muy seguido a visitar a un tío al que quería mucho. Al lado de aquella casa a la que concurría con regularidad vivía Mary Rivas, una de las pocas profesoras de inglés que había entonces, que inclusive daba clases en el Colegio Inglés que había en aquellos años en Junín.
Casi por casualidad, por la cercanía de la casa de su tío con la de la profesora, es que Martha comenzó a tomar clases particulares. “Enseguida me gustó “, recuerda hoy.
Lo cierto es que esa primera inclinación luego se convirtió en pasión y, finalmente, en el establecimiento del Colegio Boston, una de las más tradicionales academias de inglés de nuestra ciudad, por la que pasaron centenares de juninenses.

“Hoy en día el idioma inglés es una herramienta fundamental”.

Primeros pasos
Nacida y criada en el barrio Las Morochas, Petraglia hizo la primaria en la Escuela N°7 y la secundaria en el Normal, de donde egresó como maestra.
Por aquel entonces había no más de cinco profesoras de idiomas. Martha estudiaba con la profesora Rivas y una vez por año su padre la llevaba a rendir al Liceo Cultural Británico, en Buenos Aires. “Eso lo hice durante varios años –explica– hasta que pusieron una academia en Olivos y venían a tomar a Pergamino, entonces rendía ahí porque me resultaba más cómodo”.
Así fue como obtuvo su título, que era de carácter privado. Con apenas 17 años ya había empezado a dar clases particulares, y fueron muchos los chicos que se iniciaron en el idioma con ella. “Los atendía en mi casa. De lunes a viernes daba clases en el comedor, y los fines de semana sacaba el pizarrón y ponía la mesa”, evoca.
El hecho de haber egresado del secundario como maestra, le facilitó la práctica docente.
Más adelante, y con mucho esfuerzo, hizo el profesorado de inglés, cuando se abrió en Lincoln: “Daba clases hasta las 11, comía algo y media hora después me tomaba el colectivo que pasaba por la puerta de mi casa. La mayoría de los días, con mis compañeras nos volvíamos haciendo dedo, y si no lo hacíamos también en ómnibus, y a las 8 de la noche seguía dando clases a más alumnos particulares. Fue un gran sacrificio”.

“Todavía se piensa en la educación de los hijos como prioridad”.

El Colegio Boston
En sus primeros años dando clases, eran pocas las colegas que hacían el mismo trabajo. Fue, de alguna manera, una de las pioneras en esta actividad.
Martha empezó como docente particular y luego fundó el Colegio Boston, hace más de cuarenta años. El crecimiento la obligó a expandirse y pudo adquirir un inmueble enfrente de su casa, por lo que al principio repartía clases en ambos sitios, y luego el instituto quedó definitivamente instalado en Benito de Miguel 315. “Primero usamos dos salones, después tres, más adelante construimos dos más”, cuenta.
Fueron décadas en las que estuvo al frente de diferentes cursos, aunque hace ya algunos años que no da clases. Según dice, no le fue dificultoso dejar la actividad. “No me costó mucho porque seguí y sigo acá, siempre estuve al tanto de todo. Y ya en este último tiempo estoy dejando un poco más a mi sobrina y a todas las chicas. Somos como una familia”.

Tal fue su actividad que, hoy en día, cuando va por la calle se la pasa saludando gente. “Por el Colegio Boston pasaron varias generaciones –asegura–, tan es así que hoy en día no queremos tomar más alumnos, porque queremos mantener la calidad.”
El contacto con el idioma también fue su acercamiento al mundo. Petraglia tiene un recuerdo muy vívido de su primer viaje a Inglaterra, sobre todo la emoción que le generó encontrarse con el Big Ben, que es el símbolo de su academia. “Es cierto que el Big Ben no tiene nada que ver con Boston, pero son esas cosas que suceden”, dice sonriente, para luego añadir: “En aquella primera visita íbamos caminando y de pronto, de buenas a primera, se nos apareció, y a mí me brotaron las lágrimas”.

“Por el Colegio Boston pasaron varias generaciones, tan es así que hoy en día no queremos tomar más alumnos, porque queremos mantener la calidad”.

Balance
En las más de seis décadas que lleva como docente no cambió el idioma, pero sí la forma de enseñarlo. “Cuando yo estudiaba –evoca– la profesora me daba hojas con el vocabulario y se estudiaba mediante la traducción y la repetición. Ahora tenemos una pantalla en cada salón, las profesoras tienen su notebook, y se utilizan otras herramientas”.
Además, en tantos años, debió sortear numerosos vaivenes económicos, aunque “la gente siempre respondió”, asegura. Y luego puntualiza: “Todavía se piensa en la educación de los hijos como prioridad. En este año, con lo difícil que fue, solo dejaron tres o cuatro chicos. A veces traen el dinero en un sobre cerrado en el que dice ‘Inglés’, lo que nos da la pauta de que se preocupan en separar la plata para eso”.
Es que, según su mirada, hoy en día el idioma inglés “es una herramienta fundamental”.
Y al momento de hacer un balance, casi al borde de las lágrimas, señala: “Fue mucho sacrificio y me emociona ver todo como sigue andando. Vale la pena. Más no puedo pedir. No fue fácil, pero no me arrepiento porque acá están los frutos y, con el esfuerzo que esto significó, uno termina valorando más lo que consigue”.

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