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SISTEMAS ESTRATÉGICOS EN LOS MUNDIALES

Táctica en el fútbol: elogio del pizarrón

Los mundiales muchas veces han servido para que los grandes seleccionados muestren nuevos sistemas tácticos y las diferentes maneras de jugar que iban naciendo de las mentes de los técnicos. La evolución táctica se fue dando de manera acorde a las necesidades y los valores con los que contaban los equipos.
Los finalistas de Uruguay 1930, el local y Argentina, se presentaron al campo de juego con la misma formación: un 2-3-5. El sistema llamado “pirámide” - por el dibujo que proyectaba la distribución de los jugadores en el campo, hacía medio siglo que se utilizaba para la mayoría de los equipos. Esa fue el primer dibujo táctico de la historia del fútbol. El desarrollo del balompié irá mostrando, en sucesivas transformaciones, cómo esas alquimias de pizarrón  se irán modificando.
Si toda táctica es, antes que nada, una hipótesis posible que el triunfo o la derrota -oh, dictadura cruel del resultado- probarán correcta o desacertada, la historia de los sistemas tácticos en los mundiales, entre  innovadores, revolucionarios, osados o mezquinos, es también una historia de la teoría sobre el fútbol, sobre cómo atacar y defender, sobre qué hacer con el balón cuando se lo tiene, y cómo recuperarlo cuando se lo pierde. Aquí un repaso por esos dispositivos tácticos, y sus discusiones.
“La Escuela del Danubio” retocó un poco el sistema llamado “pirámide”, haciendo retroceder unos metros al centro delantero. Así, Checoslovaquia, Austria y Hungría consiguieron llegar muy lejos en las Copas del 34 y 38, pero el ganador de ambos mundiales fue Italia que, dirigida por Vittorio Pozzo, jugaba con una formación denominada “Método”. Pozzo hizo retroceder a los dos insiders (delanteros interiores) a la mitad de la cancha, conformando un 2-3-2-3. Con esto lograba una defensa más sólida y tenía al equipo preparado para salir más rápido con los contraataques.
Los conjuntos más débiles también se vieron en la necesidad de cambiar sus dibujos tácticos ya que no contaban con jugadores habilidosos (al menos no en número) y debían contrarrestar de alguna manera los ataques de los rivales. Especialista en tácticas, el técnico Karl Rappan inventó el “candado suizo”, donde los jugadores tenían menos rigidez táctica e incluyó un defensor libre entre el arquero y la línea de 3, haciendo retroceder a los volantes y los delanteros para salir de contra. Así pudo eliminar a Alemania de Francia 1938.
En 1954 Hungría revolucionó al fútbol. Los campeones Olímpicos de 1952 fueron los padres del 4-2-4, aunque las posiciones de los jugadores dependían de un “cuadrado mágico” de ataque integrado por Boszic, Hidgkuti (medios), Kocsis y Puskas. Ellos generaban el juego para que los dos puntas de lanza entraran en diagonal y quedaran siempre en ventaja ante un defensor. Sólo el barro y la potencia alemana pudieron  frenar al “Ballet Húngaro” en aquella recordada final.
Los brasileños tomaron referencia del juego de los magiares y para la Copa de 1958 perfeccionaron el sistema, reforzando la defensa y mejorando el ataque: una línea de cuatro en el fondo con dos laterales, dos centrocampistas y cuatro atacantes. Aunque uno de ellos, Zagalo, solía bajar a la mitad de la cancha restando un delantero. Ese 4-3-3 fue el sistema que dejaron en funcionamiento los brasileños en 1962, para levantar su segunda Copa, y es similar al que utiliza hoy Sabella en la selección con Di María haciendo lo que entonces hacía Zagalo.
Los ingleses rompieron los moldes, tal vez de manera negativa para el espectáculo, pero con efectividad a la hora de lograr su propósito: levantar la Jules Rimet. Sin wines y sumando gente en defensa y la mitad de la cancha, los “inventores” del fútbol se impusieron en 1966 practicando un sistema con cuatro defensores, cuatro volantes y dos delanteros centrales.
Brasil había juntado a cinco creadores en la delantera para ganar la Copa de 1970. Gerson, Pelé, Rivelino, Jairzinho y Tostao conformaban un pentágono de ataque que se paraba en la parte media de la cancha y era dirigido por el más retrasado de los cinco, Gerson, que con su precisos pases habilitaba a sus compañeros. Eran tiempos donde el mediocampo comenzaba a poblarse y el juego colectivo, con sacrificio de todos, se imponía sobre el resto.
Pero cuando un equipo contaba con jugadores habilidosos podía contra cualquier cosa, incluso contra el famoso “Catenaccio” italiano, que no era más que una variante del viejo candado suizo de Karl Rappan, con la definición del puesto de líbero detrás de la línea media. Esta disposición táctica fue creada por Helenio Herrera en los 60.
A principios de los 70, cuando Rinus Michel presentó al mundo el “Fútbol Total”, un equipo donde todos ocupaban diferentes posiciones, una nueva era nacía: la del jugador polifuncional.
En ese contexto, la forma física de los jugadores empezó a ser clave, ya que cada intérprete recorría distancias mayores durante los partidos. Aún así, a comienzos de los 70, el sistema más utilizado era el 4-3-3. “La Naranja Mecánica”, con presión, rotación en todas las líneas y la batuta de Johan Cruyff fue la expresión más acabada de esos años y hasta hoy unas de las referencias más perfectas de un fútbol que combinaba en proporciones ideales belleza y eficacia. Pero entonces, una vez más, apareció una gran Alemania y, como en 1954, se quedó con el título en 1974 en una final en la que superó claramente -hay que decirlo- a los muchachos de camiseta naranja.
En 1978 César Luis Menotti consiguió formar un equipo con la mecánica europea y el lirismo argentino, el famoso “fútbol que le gusta a la gente”. En 1986, en cambio, Carlos Salvador Bilardo también ganó la Copa pero jugando con un líbero y dos stoppers: habían nacido los laterales volantes. Con un Diego Maradona en la cumbre de su rendimiento, el Mundial de México se puede considerar como el último episodio de una  gran transformación táctica y el único en el que la selección que mejor había llevado a cabo ese nuevo estilo no pierde en la final ante los alemanes.
A partir de esa última innovación (según Bilardo, un invento suyo) muchos equipos volvieron a utilizar la línea de tres en el fondo. En Francia 1998 la mayoría de los equipos puso en práctica el 3-5-2, para luego volver a cubrirse con 4 ó 5 defensores netos.
En la actualidad los sistemas se mantienen con variantes que poco modifican el modo de juego. Los delanteros fueron retrocediendo y la cantidad de goles convertidos fue disminuyendo. Desde Suecia 1958 el promedio de gol por partido en un Mundial no pasa de tres. El récord es Suiza 1954, donde se anotaron más de cinco goles por encuentro de promedio.
En resumen, más allá tácticas defensivas, “equilibradas” o ultra ofensivas, por suerte, para quienes amamos este bello juego, existen los cracks, esos que por sí mismos son capaces de “romper” cualquier partido y  derribar cualquier sistema defensivo tan sólo con estar iluminados y, por supuesto, bien acompañados.
Para Brasil 2014 sobran los nombres de las figuras, además de haber muchos y muy buenos equipos, aunque los planes tácticos no parecen mostrar grandes transformaciones respecto a lo que se ha impuesto en las últimas décadas. Es que a esta altura, pareciera no haber ya nada nuevo para inventar, pero sabemos que eso es solo una impresión que nos gobierna hasta que llega alguien y descubre una posibilidad allí donde nadie se había detenido. Por ahora gobierna el 4-4-2 o el más osado 4-3-1-2 y nadie parece alejarse de ahí. Eso será hasta la próxima revolución. 

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