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BOXEO

Un vacío mundialista

La imagen muestra una elocuencia que da pavor. Lucas está en el suelo arrodillado, lastimado, abatido. A su cuerpo le queda una bala en el cartucho, pero el corazón le dice que se quede donde está, que reincorporarse solo le significará una paliza peor. Entre tanto dolor, aparece un flash conducido por la razón. Gobierna la mente, y entonces el traje de guerrero queda a un costado del ring. Matthysse se despega del hoy, y se aferra al mañana. Hace un trueque conveniente: resigna tozudez a cambio de salud. Hay instantes que son puntos de inflexión en la vida de los seres humanos. Y esos momentos, para la gran mayoría de los mortales, vienen en cantidades reducidas.
Lucas Matthysse estuvo a un triunfo de conseguir la pelea más grande de su vida, en septiembre de 2013, y no lo logró: cayó inesperadamente ante Danny García, la noche en la que todos aguardaban su triunfo y la posterior confirmación de un duelo contra el rey de todos los pesos, Floyd Mayweather Jr. El tiempo pasó, el sureño acumuló victorias que lo relanzaron al boxeo de elite, y cuando los planetas se alineaban para darle paso a un choque contra otro “monstruo” como Manny Pacquiao, el pupilo del “Cuty” Barrera volvió a caer: fue noqueado, en el 10º round, por el ucraniano Viktor Postol. Dos veces tuvo en las narices el tren que lo conduciría a la cima máxima del boxeo; dos veces se quedó en la puerta.
¿Podía seguir Matthysse? ¿Tan potente fue el derechazo de Postol? ¿Por qué no intentó, al menos, ponerse de pie el argentino? Pueden aparecer especulaciones al por mayor. Sin embargo, la única verdad la tiene el trelewense, que fue el que anoche estuvo en el cuadrilátero y quien absorbió el castigo. Y, amén de cuál debió haber sido su reacción inmediata, la foto del final pintó un panorama oscuro. Porque si no se paró fue porque sintió que ya no tenía nada que hacer contra un oponente que (hoy) no es un cuco -ni por escuela boxística, ni por el poder en los puños- y que, unos minutos antes, había padecido los (esporádicos) envíos que le llegaron a destino. Y porque, si en cambio no logró reincorporarse, quiere decir que hay una máquina que ya no es la que supo ser.
Los golpes no son vitaminas, dicen los que peinan canas, y las batallas ante John Molina Jr. y Ruslan Provodnikov parecen haber hecho mella en un Matthysse que anoche perdió dejando un vacío mundialista.
El futuro es una incógnita para quien hace rato tiene ganas de disfrutar con los suyos y que, en Carson, se sintió lejos de casa como nunca.

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