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PUNTO DE VISTA

El lado grotesco de la corrupción

El episodio protagonizado por José López desnuda lo que el relato kirchnerista ocultaba y fue posible por la complicidad de jueces y empresarios.

La corrupción del kirchnerismo se caracterizó por sus dimensiones astronómicas y por el exceso, desde la cantidad de casos que, entre 2003 y 2015, han merecido 2160 denuncias en la Justicia Federal de la Capital, hasta la diversidad de delitos en danza y las cifras en juego. Pero también se caracterizó por su costado grotesco, que empezó a quedar de manifiesto con el caso de la valija con 790.550 dólares secuestrada al ciudadano venezolano Guido Antonini Wilson en el Aeroparque y con los videos de La Rosadita en los que laderos de Lázaro Báez cuentan fortunas.
Pero en la madrugada del martes pasado ese lado grotesco adquirió también una dimensión astronómica con el esperpento protagonizado por el exsecretario de Obras Públicas José López, quien arrojaba bolsas con dinero por encima del alambrado de un convento, para luego ingresar en ese monasterio con más dinero en su automóvil (en total, casi nueve millones de dólares, además de euros y otras monedas extranjeras) y gritar a las religiosas que lo había robado para entregárselo a ellas.
Eso, sumado al intento de coimear a los policías bonaerenses que acudieron a la llamada de un vecino, fue la expresión alienada de un cóctel de corrupción y desesperación que mueve a risa, para luego causar indignación, mientras espanta a muchos kirchneristas, conscientes de que esas imágenes, que nadie filmó ni fotografió, quedarán grabadas a fuego en la imaginación social y tal vez perduren allí como símbolo de lo que fue el kirchnerismo y en qué terminó su tan mentado relato: en una patética caricatura.
Tan disparatado resultó el raid de López que quienes no están informados pueden pensar que fue una suerte de Lázaro Báez o personaje de tercera categoría. Nada más alejado de la verdad, igual que el cliché de que se trataba del segundo del ministro de Planificación Julio de Vido, o su mano derecha. No, López era segundo de De Vido solamente en el organigrama de ese gigantesco ministerio consagrado al saqueo de los fondos públicos. Tenía llegada directa a Néstor Kirchner y, tras su fallecimiento, a su viuda. Integraba el núcleo primigenio del kirchnerismo desde la primera gobernación de Kirchner en Santa Cruz, un cuarto de siglo atrás. Desde 2003, ya al frente de la Secretaría de Obras Públicas, manejó dos grandes cajas: la de las obras de Vialidad Nacional y la de las construcciones, donde se destacó el sonado caso de la estafa con las viviendas sociales de la Fundación Madres de Plaza de Mayo.
Si De Vido resultó un personaje intocable a los largo de los 12 años del régimen, López lo fue aún más. Y aquí es preciso cargar las tintas sobre dos grupos de cómplices sin los cuales López -igual que tantos otros funcionarios kirchneristas- no habría sido el personaje que resultó ser. Nos referimos a los jueces que no lo investigaron como correspondía, otorgándole una impunidad tácita, y a los empresarios que accedieron a pagar coimas y a recargar las obras públicas con abultados sobreprecios, que también recaudaba López.
En cuanto a la Iglesia argentina, debería brindar explicaciones más exhaustivas acerca del convento de General Rodríguez y de la misteriosa orden. El comunicado del actual arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, explicó que las Monjas Misioneras Orantes y Penitentes de Nuestra Señora del Rosario de Fátima constituyen "una asociación privada de fieles cuyo gobierno es autónomo", sin dependencia directa del arzobispado. El monasterio lo creó el anterior arzobispo, Rubén Héctor Di Monte. Radrizzani asumió la arquidiócesis en 2007 y Di Monte, consejero espiritual de De Vido y allegado a Néstor Kirchner y al exbanquero Raúl Moneta, se trasladó al monasterio y falleció en abril último.
Es lamentable el papel cumplido por la Justicia en todos estos años en los que se acumularon denuncias contra De Vido y López sin que los sumarios avanzaran en los tribunales federales. Pareciera que la Justicia Federal sólo puede actuar cuando aparecen imágenes de sospechosas montañas de dinero o bien cuando alguien confiesa o es atrapado con las manos en la masa, como López.
La causa en su contra por enriquecimiento ilícito data de 2008 y está en poder del juez federal Daniel Rafecas, que por lo visto no supo o no quiso encontrar nada sospechoso pese a que el patrimonio que López declaró en 2015 se multiplicó ocho veces desde que llegó de Santa Cruz con Kirchner, en 2003, y presentó su primera declaración. En la de 2015 no declaró la tenencia de un solo dólar, aunque el martes le secuestraron casi nueve millones. Hace varios años cuestionamos en esta columna sus vínculos con empresas incompatibles con su tarea en el Estado y el hecho de que el secretario de Obras Públicas tuviera una empresa constructora.
Lo ocurrido con López no debería mover a risa pues esconde la dura y triste verdad del saqueo practicado como política de Estado. Los dólares en las bolsas que López arrojaba al jardín del convento son dinero de todos los argentinos, igual que las demás fortunas acumuladas por él, De Vido y tantos otros ex funcionarios.
Observar la corrupción como algo ajeno, como un culebrón que no nos concierne, es minimizarla y, por lo tanto, facilitar las complicidades judiciales y empresariales. En el espectáculo de la corrupción, lejos de ser espectadores, somos protagonistas, y nuestro papel es el de víctimas.

Editorial publicada por el diario La Nación en su edición de ayer.

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