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OPINIÓN

Botón de muestra

Las miserias humanas existen desde que la especie evolucionó como tal. Claro que había cosas en aquellos comienzos que, a pesar de ser desagradables, eran parte de los usos y costumbres: seguramente todos hemos visto (en dibujos) al hombre cavernícola con un garrote en la mano arrastrando de los pelos a su mujer. Esto era, probablemente, una forma de demostrar su cariño (la llevaba pa` la cueva) que dista mucho de la violencia de género que hoy existe  -una de cuyas manifestaciones repetidas es el rociamiento con alcohol y posterior inmolación de la víctima-.
Dentro de las conductas humanas se ha ido “avanzando” en algunas cosas (para mal). La pérdida de valores es evidente y vemos cómo los escrúpulos desaparecen, las reglas no se respetan, como tampoco se respeta al prójimo.
La sociedad en su conjunto es responsable de esta pérdida de valores y es necesario que desde su célula madre –la familia- se recompongan consignas y enseñanzas.
Claro que todo sería mucho más fácil si quienes tienen responsabilidades dirigenciales –desde padres y maestros, a gobernantes- además de controlar el cumplimiento de las normas, predicaran con el ejemplo. El doble discurso y la hipocresía son una constante y el no hacerse cargo de errores propios echándole la culpa a otro, una metodología corriente.
Hace apenas unos días la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, dirigía la palabra desde el Aeropuerto de Calafate –que se categorizó para vuelos internacionales- y en franca alusión al jefe de Gobierno porteño –que está realizando en la avenida 9 de Julio una obra para instalar un Metrobus, por la que se han talado y trasplantado árboles añosos- dijo: “Aquí no vamos a talar ningún árbol. Van a tener que pasar por sobre mi cadáver para sacar un árbol”.
No voy a hacer comentarios sobre el tono utilizado y las formas en que se expresó. Ustedes ya la conocen. Lo que me hizo reflexionar y quiero comentarles, es que no hizo la misma defensa de los árboles del Calafate (o los de la Ciudad de Buenos Aires) que para los millones de hectáreas de bosques nativos que se han talado, sobre todo en el Noroeste argentino, que están protegidos por la Ley de Bosques y que no sólo van a cambiar el ecosistema provocando problemas ambientales, sino que van a concluir en la desertificación de esas tierras.
La paja en el ojo ajeno, la viga en el propio.
Es sólo un botón de muestra.

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