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LA COLUMNA INTERNACIONAL

Putin y el Papa, dos hombres fuertes

Dos liderazgos que parecen dirigidos hacia objetivos diferentes pero que demuestran dos personalidades con fuerza y con carácter capaces de trazar un objetivo y actuar en consecuencia. Sin dudas son los hombres del momento a escala planetaria: Vladimir Putin y el Papa Francisco.

Rusia: las orquestaciones de Vladimir Putin


Más del 68 por ciento de los rusos aprueban la gestión de Vladimir Putin, según un sondeo privado. Es decir, casi todos. O, en todo caso, muchísimos.
Parece tanto el fervor “putinesco” que nadie repara en la debilidad del rublo, en los atropellos a las libertades públicas –caso artistas Pussy Riot- o en la intolerancia frente a los homosexuales.
Es que para muchos rusos, Putin es la recuperación de la grandeza perdida. Putin es el arquitecto de las conversaciones sobre el nuclear iraní. Putin es quién frenó a los occidentales en Siria. Putin es quién desafió al terrorismo islámico y salió victorioso con unos juegos olímpicos de invierno fantásticos en Sochi, que vio todo el planeta.
Y ahora Putin está a punto de reintegrar a Rusia, la península de Crimea. Ese lugar preferido por los últimos zares y nobles para pasar sus veranos. Allí, donde José Stalin delineó con Franklin Roosevelt y sir Winston Churchill los mapas de posguerra, en el balneario de Yalta.
Para el ruso común, Putin devuelve historia. Es como Pedro el Grande, o como Catalina la Grande, o como Lenin y hasta como un Stalin, que murió hace mucho como para facilitar que algunos olviden sus crímenes.
Pero Putin sabe y hace política. Es un cuadro, no un invento mediático. Crimea es la mayor demostración de ello.
Cierto, Ucrania era gobernada por el pro ruso Víktor Yanukóvich, bastante autoritario pero por sobre todas las cosas, un corrupto de marca mayor. Protestas populares mediante –con un significativo número de muertos- fueron el contexto de la huída de Yanukóvich de Ucrania hacia Rostov del Don, en Rusia.
Primera orquestación de Putin: Yanukóvich se fue, pero no renunció, por tanto es el presidente legal de Ucrania. Es decir, el nuevo gobierno ucranio es ilegal ya que no fue electo por nadie. Es más Yanukóvich repite que quiere volver y que es el único presidente legal de Ucrania. Claro que como Yanukóvich es mala palabra, Putin da vuelta la página: no lo recibe en Moscú, lo obliga a quedarse en la provinciana Rostov del Don y solo lo usa para ratificar, de vez en cuando, su visión de la ilegalidad de cuanto ocurre en Kiev.
Segunda orquestación de Putin: si el gobierno de Kiev es ilegal, entonces Crimea, que es una república autónoma dentro de Ucrania, está en condiciones de no acatar las ilegales disposiciones del nuevo e ilegal gobierno ucraniano. Por tanto, Crimea está en condiciones de declararse independiente, cosa que hizo el fantasmagórico parlamento crimeo.
Tercera orquestación de Putin: las decisiones políticas se avalan con la fuerza, por tanto desembarco de miles de soldados rusos en Crimea, eso sí sin insignias. Es decir, formalmente son milicianos del gobierno, ahora independiente, de Crimea. También con el clamor popular, es decir con unos cuantos miles de pro rusos en las calles.
Cuarta orquestación de Putin: la línea argumental. ¿Es ilegal la independencia de Crimea? No por cuanto cuando los occidentales “independizaron” a Kosovo de Serbia, lo hicieron por medio de la jurisprudencia. Un fallo de la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, dictaminó que no es ilegal que una región de un país proceda a separarse. Putin, por aquel entonces Rusia era aliado de Serbia, se cobra lo de Kosovo con Crimea.
Quinta orquestación de Putin: el plebiscito en Crimea que hará de la península una nueva parte integrante de la Federación Rusa. ¿Cuándo? Mañana.
Es que Putin movilizó todo en su operación “blietzkrieg”. Movilizó la política con los golpes de mano en el parlamento de Crimea. Movilizó la economía, con las preocupaciones del abastecimiento de gas ruso a Europa, en particular a Alemania. Movilizo la defensa, con la ocupación de soldados sin insignias de la península y con los ejercicios militares en la frontera con Ucrania. Y movilizó la diplomacia con los viajes del muy experimentado ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, que entretiene a todo el mundo, y a John Kerry en particular, mientras avanza el referéndum.
En frente, vagas promesas de sanciones que abarcan, eventualmente, cuentas de jerarcas rusos y visas para algunos funcionarios. Poco, muy poco, para que Putin dé marcha atrás. Para que ponga en juego el apoyo de más de dos tercios de los rusos.
Hasta el propio gobierno ucraniano moderado parece resignado a la pérdida de Crimea y así pasará a la historia.

Vaticano: reformas y populismo

¿El Vaticano se renueva? ¿Hasta adonde avanzarán las reformas? ¿El Papa hace populismo? ¿Cuáles son los resultados?
Todas ellas bien pueden ser las preguntas que creyentes, fieles de otras religiones y no creyentes se formulan tras un año de pontificado del argentino Jorge Bergoglio que eligió el nombre de Francisco para su reinado.
La respuesta a la primera pregunta es afirmativa. Desde lo gestual del Papa, desde sus discursos cercanos a las personas del común, los pobres en particular; desde su mirada innovadora sobre las “periferias existenciales” –divorciados, homosexuales, mujeres que abortaron-; desde su lucha contra la pedofilia clerical y desde el inicio de un proceso de cambios en la curia romana.
Por el contrario, la segunda es una respuesta restrictiva. Las reformas avanzan pero no tratarán el tema de divorcio y probablemente no superen el estado de debate con relación al rol de la mujer dentro de la Iglesia, el celibato de los curas o el empleo de métodos anticonceptivos.
La tercera, en cambio, es dubitativa. Sí hace populismo con sus gestos y con sus discursos para atraer fieles. Pero es que necesita ampliar la vigencia y la popularidad de la Iglesia para vencer cualquier resistencia interna a los cambios. Cambios que, por otra parte, resultan imprescindibles para recuperar el prestigio perdido de la milenaria institución.
¿Y los resultados? Desde lo cuantitativo, Francisco reúne tres veces más fieles que su antecesor Benedicto. Desde los abusos, cualquier religioso ya sabe que no será amparado en un silencio cómplice si incurre en actos de pedofilia. Como disuasivo no es poca cosa, sobre todo que después de la denuncia viene, inevitablemente, un juicio penal.
Y por último, la transparencia. La pelea más difícil. Abarca desde la política vaticana hasta el manejo de las finanzas. Para ello, Francisco armó su “taskforce”. Son el G8 que componen el hondureño Oscar Madariaga; el estadounidense Sean O’Mailley; el alemán Reinhard Marx; el australiano George Pell; el italiano Giuseppe Bertello; el indio Oswald Gracias; el chileno Francisco Errazuriz Ossa y el congoleño Laurent Monsengwo.
Son “sus” ocho cardenales que ya le dieron su sugerencia: si quiere cambiar algo, apruebe una nueva Constitución Apostólica. Nada más y nada menos que la ley fundamental del Vaticano.

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