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LA COLUMNA INTERNACIONAL

Ucrania: un tímido acuerdo con la UE

Algo es algo, dirán los optimistas. Muy poco, quienes esperaban más. Lo cierto es que el primer ministro no electo de Ucrania, ArseniIatseniuk, firmó una parte –no el todo- del acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea. Es, más allá, de su real fortaleza, la respuesta más importante que, hasta ahora, logró dar Occidente a Rusia tras la anexión unilateral de la península de Crimea.
Este acuerdo de asociación fue el que, en su momento, debió firmar Víktor Yanukóvich, antes de su huida-derrocamiento. No lo hizo porque optó por inscribir al país en el proyecto euro-asiático del presidente ruso, Vladimir Putin.
Sí, es algo. Pero no es un ingreso de Ucrania a la Unión Europea, proceso de adhesión habitualmente muy complejo pero que pudo apurarse en extremo ante el eventual peligro –declarado por los propios europeos y el gobierno ucranio- de un avance ruso sobre las regiones orientales y ruso parlantes de Ucrania.
Tampoco llega a la categoría de tratado. Solo se firmó una parte cuyo valor real consiste en la posibilidad legal de que la UE adelante fondos a Ucrania. Se habla de 11.000 millones de euros. El resto según los “protocolares” europeos se firmará luego de las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en Ucrania, el 25 de mayo próximo.
En todo este proceso, nadie habló de adherir a Ucrania a la OTAN, el tratado militar más importante cuya cabeza es Estados Unidos y que, como tal, hubiese sido un efectivo disuasivo para cualquier intención de avance ruso.
Y todo fue hecho entre gallos y medianoche. Es más, tampoco se sabe muy bien que es lo que está firmado. Todos, Yatsenyuk, los 28 jefes de estado o de gobierno de Europa, los presidentes del Consejo y de la Comisión de la UE, firmaron… sin registro televisivo público. Luego Yatsenyuk salió, ofreció una conferencia de prensa que duró cinco minutos, respondió tres preguntas en inglés, ninguna en ucraniano y… desapareció.
Todo hecho para que Putin no se enoje, ni se ofenda. Y para que no se note, nuevamente, las desavenencias entre los europeos sobre esta cuestión como sobre otras, caso Siria o caso intervenciones militares europeas al lado de Francia en Mali o en la República Centroafricana.
De aquel esfuerzo de la Unión Europea por sumar a sus filas a las repúblicas ex soviéticas, casi nada queda. Bielorusia, Armenia y Azerbaiyán están en la órbita de Putin. Ucrania cuando decidió dejar de estarlo, perdió Crimea. Solo Georgia y Moldavia resisten. Georgia con la amputación, aunque sin anexión formal, de Abjasia y Osetia del Sur, y Moldavia con la propia de Transnistria.
¿Y Putin? Ultrapragmático, duplicó el precio del gas que Rusia exporta a Ucrania y reclamó exactamente el monto que la UE dice que le va a prestar a Ucrania, en concepto de indemnización por las rebajas anteriores.
Cuando se pega, se pega donde duele. Y, si no, no se pega.
De Crimea, solo resignación.

Irak: implantación de Al Qaeda

Exactamente al comienzo del presente año, los combatientes islámicos del Emirato Islámico para Irak y el Levante (EIIL), brazo militar de Al Qaeda en Irak, tomaron las ciudades de Falouja y de Ramadi en la provincia Al-Anbar, de mayoría de población árabe sunita, en Irak.
Desde entonces, el débil ejército iraquí del primer ministro, el árabe shiíta Nuri al-Maliki, no pudo recuperar la totalidad de ambas ciudades.
El hecho y sus consecuencias no son menores. Por un lado, la presencia y la capacidad operacional de Al Qaeda. Por el otro, la incapacidad de un gobierno central que cada vez ve más constreñida su autoridad real sobre el territorio iraquí.
Al momento de la invasión norteamericana -2003- que llevó a cabo el ex presidente George W. Bush, justificada en la mentira de la existencia de armas de destrucción masiva en poder del dictador Saddam Hussein, Al Qaeda no tenía ninguna presencia en Irak.
Once años después de aquel hecho y tres después de la retirada norteamericana, Al Qaeda está sólidamente implantado, domina Ramadi y varios barrios de Falouja y asume la representación de los sunitas disconformes con el sesgo confesional y la alianza con Irán que al-Maliki demuestra.
Hoy, el país se debate en una espiral centrífuga. El norte petrolero prácticamente actúa como una entidad autónoma, cuasi independiente. Es el Kurdistán iraquí, poblado por kurdos, musulmanes pero no árabes. El sur, también petrolero, es la región de mayoría árabe shiíta, emparentada no étnicamente, pero sí confesionalmente, con el vecino iraní.
Por último, el centro sunnita es el hermano pobre no petrolero y caldo de cultivo para el fundamentalismo islámico sunita de Al Qaeda.
El próximo 30 de abril están previstas elecciones legislativas para determinar un nuevo gobierno en Irak. Quizás por ello, la actividad terrorista creció sensiblemente en lo que va del año. Solo para el mes de enero, las víctimas mortales por razones violentas superaron el millar. Irak está considerado por el Failed States Index como el undécimo estado del mundo en riesgo de anarquía.

Israel: paz más lejana

El secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, está animado por “una obsesión incomprensible y una especie de mesianismo, pero no me puede enseñar nada sobre el conflicto con los palestinos”. Quién esto dijo fue el ministro de Defensa de Israel, Moshe Ya’alon. Y agregó: “lo único que puede salvarnos es que Kerry obtenga el Premio Nobel de la Paz, se olvide de nosotros y nos deje tranquilos”.
A los pocos días, el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, declaró que “la posición parcial” que los europeos “adoptan de manera constante contra Israel y a favor de los palestinos es inaceptable”.
Por su parte, el primer ministro Benjamín Netanyahu fue más allá. Denunció la “hipocresía” de los europeos que no dudan en provocar tensiones diplomáticas “por la… construcción de algunas casas”. Lo dijo mientras presentaba un cargamento de armas iraníes –con cohetes incluidos- requisado cerca de Port Sudan, en el Mar Rojo, cuyo destinatario era el Hamas que gobierna la Franja de Gaza.
La explicación era la hasta aquí firme decisión de los norteamericanos de obligar a Israel a sentarse con los palestinos, a partir del próximo 29 de abril, para discutir las fronteras definitivas y la creación del Estado palestino. Algo que nunca había ocurrido abiertamente hasta la llegada de Kerry al Departamento de Estado.
El gobierno del derechista Benjamín Netanyahu quedó aislado. Su rechazo al acuerdo nuclear con Irán y su oposición encubierta al avance de las negociaciones de paz con los palestinos, colmaron la paciencia de Estados Unidos y de Europa.
La visita de Angela Merkel a Israel distendió. Alemania es, hoy por hoy, el principal aliado europeo de Israel. La recibieron con todos los honores y la condecoraron. Y volvieron a deslizar el punto en discusión que más favorece al gobierno israelí: la definición judaica del Estado de Israel. Todo se ablandó. Kerry, hasta entonces irreductible, aceptó que era posible llevar la cuestión a la larga, más allá del 29 de abril.
Los palestinos no aceptan, no pueden aceptar, la fórmula. Su sentido práctico equivale a reconocen la pérdida del derecho al retorno de quienes abandonaron el país en 1948 tras la derrota árabe en la primera guerra con el entonces flamante Estado de Israel. Equivale a anular los derechos sobre las propiedades abandonadas. Ningún representante palestino puede aceptar sin enfrentar un repudio unánime de su pueblo. El presidente Mahmud Abás fue tajante al respecto.
El plazo para iniciar las conversaciones vence el próximo 29 de abril. Antes de dicha fecha, debería ser aprobado, por ambas partes, un acuerdo marco que permita discutir los cinco puntos concretos de la negociación para alcanzar el objetivo de la creación de un Estado palestino.
Esos puntos son: la delimitación de las fronteras; la situación de las colonias israelíes en Cisjordania y la Franja de Gaza; la mencionada cuestión de los refugiados; el futuro status de Jerusalén y las garantías de seguridad para ambos firmantes. 

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