El chalet de Mr. York, emblema de la transformación de Junín.
DESARROLLO LOCAL

Junín: de ciudad ferroviaria a urbe universitaria

Esta población, que creció a partir de la instalación de los Talleres Ferroviarios, la mayor industria del interior bonaerense en toda su historia, y que pareció derrumbarse durante el gobierno menemista, mutó hacia la industria del conocimiento zonal, primero con la creación del Centro Universitario Regional Junín y, después, con la Unnoba.

Junín, el pueblo que nació hace casi dos siglos y que con el correr de los años se transformó en tácita capital del noroeste bonaerense, tuvo a lo largo de la historia dos pilares fundamentales que generaron y sustentaron su crecimiento como centro urbanístico: en primera instancia los Talleres Ferroviarios y en segundo término la Universidad Nacional del Noroeste de la provincia Buenos Aires.

El primer mojón para ese desarrollo se plantó en el mes de octubre de 1886, cuando se fundaron los Talleres Ferroviarios de Junín, un galpón que en los inicios cobijó a apenas 9 operarios, pero que llegó a albergar a más de 3.500 obreros en su tiempo de esplendor. Mientras que el segundo se logró con la formación del Centro Universitario Regional Junín en 1988, que derivó en la creación de la Unnoba, el 16 de diciembre de 2002. 

El despegue

El ferrocarril transformó, en pocos años, al pueblo en una ciudad. Los Talleres Ferroviarios de Junín ocuparon en principio casi 30 hectáreas de superficie y en sus más de 60.000 metros cubiertos de galpones funcionaron las instalaciones destinadas a las áreas de carpintería, fundición, ajustaje, usina eléctrica, herrería, calderería, tornería, tapicería, pinturería y aserradero, en terrenos delimitados por las calles Rivadavia, Jorge Newbery, Primera Junta y Jean Jaures.

Posteriormente, se incorporaron poco más de 10 hectáreas destinadas a los almacenes de materiales, sector conocido como La Florida, que quedó delimitado por las calles Primera Junta, Jorge Newbery, Avenida República y el barrio Foetra, donde también se construyeron galpones y depósitos, luego derribados durante la década de 1990.

En ese conglomerado industrial, en el año 1900 ya trabajaban 1.000 obreros y en 1935 había más de 2.500 operarios, cubriéndose los puestos de trabajo con las constantes corrientes inmigratorias que llegaban de la vieja Europa de posguerra y poscrisis de la década infame de 1930.

Semejante crecimiento exponencial de la mano de obra, que llegó hasta los 3.500 hombres, derivó, al mismo tiempo, en la instalación de servicios de educación y salud para dar cobertura a las demandas de los trabajadores con sus grupos familiares, en la aparición de pymes que hacían trabajos colaterales al ferrocarril y un inusitado crecimiento de distintos rubros comerciales y de prestación de servicios.

El derrumbe

Sin embargo, esa usina de trabajo y progreso que fueron los Talleres Ferroviarios Junín durante más de un siglo desapareció durante la década de 1990, cuando bajo el lema “ramal que para, ramal que cierra”, se consumó el más escandaloso despojo del patrimonio nacional llevado a cabo por el gobierno menemista, con el cierre de ramales de transporte de pasajeros y la venta y privatización de los servicios ferroviarios de carga.

Pero la década neoliberal no solo arrasó con lo plantado, sino también con todos aquellos paradigmas abstractos que definieron y distinguieron a la Argentina. Es verdad que se entregaron empresas y bienes del patrimonio nacional por migajas, pero también se destruyó la producción, se devastó el empleo, fueron bastardeadas la educación y la salud, se sometió a la indigencia a los viejos, aumentó la exclusión, creció la pobreza, apareció el hambre y la marginalidad se instaló en todo el territorio argentino. Además, se terminó con añejos valores y tradicionales conductas que por años caracterizaron a los habitantes del país, vapuleando la dignidad de la gente, en forma individual y colectiva.

La vana promesa de ingresar al primer mundo, sin aclarar que el acceso solo podía conseguirse por la puerta trasera, el fomento del consumismo fútil, el aumento perverso de la deuda externa, la farandulización de la política con la pizza y el champagne y las “relaciones carnales” sintetizaron una época.

Junín no solo perdió el servicio de transporte de pasajeros hacia Capital Federal y Mendoza, circuitos en los que, además, decenas de ciudades y pueblos padecieron el aislamiento, sino que también sintió el cimbronazo económico porque más de 3.000 obreros dejaron de percibir sus salarios cada mes.

El CURJ abrió el camino

“Solo cabe progresar cuando se piensa en grande; solo es posible avanzar cuando se mira lejos”, definió el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset. Y tal vez bajo esa consigna comenzó a gestarse la ciudad universitaria, que con algunos vaivenes se había insinuado en gobiernos dictatoriales de los 60 y 70, pero que encontró su camino con la creación del Centro Universitario Regional Junín.

Con la obstinación y la perseverancia de quienes no escatiman esfuerzos para conseguir sus propósitos, Abel Miguel, que gobernó la ciudad de 1983 a 2003, realizó múltiples gestiones ante distintos organismos para permitir que las generaciones de juninenses pudieran acceder a estudios universitarios sin emigrar de la ciudad.

En ese sentido, Abel Miguel logró que en 1989 se firmara la carta de intención entre la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Plata y la Municipalidad de Junín para lograr traer carreras universitarias y en mayo de 1990 se suscribió el convenio correspondiente y comenzó a funcionar el Centro Universitario Regional Junín (CURJ).

Sin dudas, fue una experiencia inédita, porque por primera vez dos universidades nacionales compartieron un lugar físico, comprometiéndose a efectuar una real integración de sus estructuras académicas. Las universidades se hicieron responsables de la propuesta académica, mientras que el Municipio de Junín asumió el compromiso de aportar los recursos económicos y materiales necesarios para el desarrollo de la experiencia.

En junio de 1991 nació la Fundación Centro Universitario Regional Junín (FUCEU), integrada por las municipalidades de Junín y de Leandro N. Alem, distintas entidades intermedias y los propios vecinos juninenses, con el objetivo de generar recursos para el sostenimiento económico del centro universitario, propuesta a la que luego se sumaron otros municipios de la zona.

La ciudad universitaria

La creación de la Universidad Nacional del Noroeste de Buenos Aires llegó para cambiar el rostro de ciudad ferroviaria a ciudad universitaria y, con el tiempo, mitigar de algún modo esa sangría que significó dejar a más de 3.000 empleados de los talleres sin trabajo y sin ingresos económicos.

En agosto de 2002, el senador radical por Mendoza, Raúl Baglini, presentó ante el Consejo Interuniversitario Nacional el proyecto para la creación de la Universidad Nacional de Junín. Lo planteó como "un auténtico acto de justicia", una "reparación histórica y un reconocimiento a lo realizado por la Municipalidad de Junín junto a su pueblo", proponiendo que se establezca "sobre la base del Centro Universitario Regional" que funcionaba en Junín desde hacía más de una década con carreras de las universidades de Buenos Aires, La Plata y Rosario.

En los primeros meses del año 2002, se hizo la presentación a la Cámara de Diputados de la Nación de los antecedentes históricos, la evolución del CURJ y la documentación pertinente que respaldó la presentación del proyecto de ley. En cumplimiento del artículo 48 de la Ley de Educación Superior 24.521, la Comisión de Educación giró toda la documentación al CIN para el análisis de la factibilidad de creación de la nueva universidad.

En abril de 2002, el CURJ presentó la documentación ante la Comisión de Asuntos Académicos del CIN en la reunión plenaria de Tucumán. En los meses siguientes se expusieron los argumentos ante el Comité Ejecutivo en la ciudad de Buenos Aires. El proyecto ingresó al Congreso Nacional bajo el número de expediente 1858/02, el 9 de agosto de 2002. La Cámara de Senadores lo aprobó el 25 de agosto y pasó a la Cámara de Diputados.

A fines de 2002, se decidió que la universidad debía tener jerarquía regional, por lo que en lugar de "Universidad Nacional de Junín" se debía denominar "Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires", manteniendo su sede central en la ciudad de Junín. Sin embargo, frente a los vaivenes políticos, sociales y económicos que azotaron al país en esa época, y cuando ya había finalizado el período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, el presidente Eduardo Duhalde, a cargo del Poder Ejecutivo Nacional, el 16 de diciembre de 2002 firmó el decreto 2.617, que creó la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, con sede en Junín.

Al comenzar el período de sesiones ordinarias del año 2003, el Congreso retomó el tratamiento del proyecto de ley. Las gestiones de los dirigentes de Pergamino lograron que se contemple una sede de la Universidad en esa ciudad, obteniendo el consenso necesario para ser transformado en ley. El 5 de noviembre de 2003 se alcanzó media sanción de la Cámara de Diputados y, finalmente, el 19 de noviembre de 2003 fue aprobado por la Cámara de Senadores, convirtiéndose en la Ley 25.824, que creó la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, con sede central en la ciudad de Junín. La norma contemplaba también una sede en Pergamino y la posibilidad de establecer otras dependencias más en la zona de influencia. El 5 de diciembre de 2003, la ley fue promulgada por el Poder Ejecutivo, en ese entonces a cargo del presidente Néstor Kirchner, mediante el decreto 1204/03.

El cambio de denominación, de "Universidad de Junín" a "Universidad del Noroeste", y la inclusión de una sede en Pergamino beneficiaron a ambas ciudades. Para Pergamino, significó lograr una sede de la Universidad y para Junín representó pasar de la posibilidad de tener una Universidad local, como proponía el proyecto original, a convertirse en el centro educativo más importante del noroeste bonaerense, cabecera de la única universidad estatal en la región. Por propuesta del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología se designó al Ingeniero Luis Julián Lima, fallecido esta semana, como rector organizador.

Educación y economía

A partir de ese momento, la Unnoba no solo convirtió a Junín en una ciudad universitaria, desplegando una verdadera industria del conocimiento en toda la zona, sino que además se transformó en una fuente de recursos económicos, que logró sustituir los ingresos lamentablemente perdidos por el cierre de los talleres ferroviarios.

En la actualidad, la Unnoba tiene alrededor de 10.000 alumnos, de los cuales el 60% cursa sus carreras en la sede de Junín, mientras que el 40% restante lo hace en las dependencias de Pergamino.

Durante el actual ciclo lectivo, el 52% de los ingresantes proviene de los partidos de Junín y Pergamino, en tanto que el 48% llega de otras localidades. Asimismo, del 48% que proviene de otras localidades, el 13% lo hace desde el distrito de Rojas, 10% de Lincoln y Chacabuco, entre 5 y 7% de Salto, Arrecifes, Colón y General Viamonte.

Por otro lado, el 53% de los ingresantes se inscribió en la sede Junín, el 41% en la sede Pergamino y el 6% en las extensiones áulicas que funcionan en General Viamonte, General Villegas, Lincoln y Rojas. Ese movimiento implica que más de 3000 chicos procedentes de distintos sitios de la zona cursan carreras que se dictan en las diferentes dependencias universitarias que posee la Unnoba en nuestra ciudad.

La mayoría de estos estudiantes alquilan departamentos en suelo juninense, adquieren alimentos, bienes y servicios que se prestan en el orden local y también reciben la visita de sus propios familiares, que también consumen en comercios de diversos rubros y provocan una dinámica que repercute favorablemente en el crecimiento de la economía. La síntesis indica que cada chico que llega proveniente de pueblos y ciudades de la zona deja, entre alquiler, gastos, servicios y consumos, el equivalente a más de un sueldo de 180.000 pesos en nuestra geografía.

Como si ello fuera poco, hay que considerar al personal docente, administrativo, gestión, maestranza, investigación, desarrollo y mantenimiento que trabaja en la Universidad, muchos de ellos con residencia local y otros que llegan desde otros lugares, que en forma directa e indirecta superan las 500 personas.

Finalmente, no pueden menospreciarse las constantes inversiones que con partidas de su propio presupuesto realiza la Unnoba, como el caso de la creación de la Escuela Secundaria en el predio donde funcionaron primero La Equidad y luego El Hogar Obrero, la remodelación del ex Hospital ferroviario, las mejoras y la construcción realizada en el sector donde se halla ubicado el legendario chalet de Mister York, la recuperación del predio y la edificación de la usina láctea de la Liga Agrícola Ganadera, la adquisición de un campo de 80 hectáreas y el equilibrio de ubicación de sus dependencias, que se encuentran a ambos lados de la ciudad dividida por las vías del ferrocarril.

Sin dudas, por todas estas cuestiones estratégicas, la Unnoba constituye en la actualidad una verdadera industria del conocimiento regional, que empieza a definir de cara al futuro el nuevo perfil, un rostro distinto de la ciudad de Junín.