PANORAMA NACIONAL

El ajuste en la era kirchnerista-sciolista

Hace un año que empezamos a ajustar las cuentas, porque nos advirtieron que la cosa venía mal". La frase pertenece a un intendente del Gran Buenos Aires que pide especial cuidado con la publicación de sus palabras. Es comprensible, porque la escasez de recursos alteró los ánimos en el oficialismo.
Si lo sabrá el gobernador Daniel Scioli, quien necesitó de una conversación privada con la presidenta Cristina Kirchner para saber si seguía contando con su respaldo, luego de una andanada de cuestionamientos –algunos muy subidos de tono- de dirigentes alineados con la Casa Rosada que apuntaron contra una supuesta mala administración de la Provincia de Buenos Aires.
El Gobernador sintió el golpe de las críticas del kirchnerismo, pero reaccionó poniendo la otra mejilla, tal cual es su costumbre: convocó a una conferencia de prensa en la que contestó las preguntas de la prensa y agradeció especialmente la responsabilidad de la oposición. Dos gestos con los que acentuó su perfil diferenciado del oficialismo nacional.
Pero Scioli tiene claro que con eso no alcanza. Las encuestas cerradas al último día de junio comenzaron a reflejar un corrimiento de su elevada imagen positiva hacia la categoría de "regular", de acuerdo a una medición nacional realizada por la consultora Management &Fit a la que tuvo acceso este columnista.
Igualmente, el mandatario provincial sigue siendo el dirigente con mejor imagen a nivel nacional, varios puntos por encima de la Presidenta, que en los últimos meses padeció una fuerte caída desde un 63,3 por ciento en octubre de 2011, cuando consiguió la reelección, a un 38,1 por ciento de aceptación en la última semana.
Así las cosas, las luces de alarma se encendieron en la Casa Rosada, donde advirtieron que la Presidenta está pagando directamente el costo de la "sintonía fina" iniciada en su segundo mandato. Desde ese razonamiento, resulta lógico que el kirchnerismo quiera compartir el trago amargo del ajuste de las cuentas públicas.
De ahí a ubicar a Scioli en el mismo sitial –incómodo por cierto- había un solo paso, que la Casa Rosada dio al enviar sólo 1.000 millones de pesos de asistencia financiera a la provincia de Buenos Aires, lo que llevó al Gobierno bonaerense a tomar la decisión de fraccionar el pago de los aguinaldos, con la consabida reacción gremial.
Las perspectivas económicas no son mejores para lo que resta del año, no solamente para la órbita pública sino también para la privada. Y eso impacta fuertemente en el ánimo popular: la encuesta citada más arriba reflejó que el 44 por ciento de los consultados considera que su situación económica empeorará en los próximos meses, frente a un escaso 13,4 por ciento que cree que mejorará.
 
Preocupación colectiva
 
En este contexto, la inflación (64,2%) sigue preocupando a los argentinos, lo mismo que el desempleo (65%), aunque lo que realmente desvela a la mayoría es la inseguridad (83,3%). La sucesión de hechos resonantes en los últimos días, como el doble crimen de Cañuelas, puso el tema nuevamente en todos y cada uno de los hogares argentinos. Por ello hubo protestas en la Capital y en otros puntos del país. En la localidad bonaerense de Baradero se registró un "cacerolazo" por tercera semana consecutiva.
Se percibe, respecto de la inseguridad, un clima de frustración colectiva: en los últimos años el país viró desde la política de "mano dura" al "garantismo" sin escalas intermedias, salvo algunas excepciones protagonizadas por unos pocos municipios. Ninguna de las dos líneas acertó con políticas que lleven tranquilidad a la población.
Las falencias del sistema judicial no ayudan, por cierto. Y menos las notorias deficiencias del sistema penitenciario. Tampoco se dan buenas señales a la sociedad con las idas y vueltas en los casos de corrupción: la reciente liberación de los hermanos Schoklender es el último eslabón de una larga cadena de sinsabores políticos y judiciales.
Para Cristina Kirchner y también para Daniel Scioli, hace rato que pasó la luna de miel y llegó el tiempo de aguantar. La apuesta de ambos pasa por llegar a fin de año con las cuentas relativamente ordenadas, a la espera de que la crisis global le de un respiro al país desde 2013.
Sería bueno que asuman la necesidad de tirar del mismo carro, para que no se repita la historia de aquella pelea entre Carlos
Menem y Eduardo Duhalde que hundió al país en la ruina a fines de los años ´90 y que llevó a la última gran crisis que estalló por la impericia de Fernando de la Rúa.
Después, si logran disipar los nubarrones económicos, podrán elegir sus caminos con libertad. Pero esa ya será otra historia.