OPINIÓN

“Señores jueces, nunca más”

En septiembre de 1985, y luego de hacer una fila de una cuadra unos días previos a partir de las 5 de la madrugada para obtener un permiso para presenciar la audiencia (se entregaban para esa jornada unos 80), tuve el privilegio de presenciar el alegato final del fiscal Julio César Strassera en el histórico juicio a las juntas militares. Recuerdo que estaba cursando la materia Derecho Penal en la Facultad de Derecho de la UBA y,  como podrán imaginar, era un tema central de la época, desde lo jurídico y desde lo político-social. Tenía emoción, ansiedad, pero a la vez un poco de miedo, como negarlo.
La democracia era incipiente y los militares -con todo su aparato represivo y de inteligencia- estaban ahí, con poder y presencia todavía. Aún hoy recuerdo la mirada de Videla hacia la grada superior de la sala donde yo estaba ubicado, cuando Strassera concluyó su alegato con la célebre frase “...Señores jueces, nunca más” y los aplausos hicieron que Arslanián, presidente del Tribunal, ordenara desalojar el recinto. Cuando salí de ahí y caminé unas cuadras para tomar el colectivo que me regresara a casa, sentía que todas las miradas estaban sobre mi joven figura y que cada persona que iba detrás de mí me seguía. Anduve con cierto miedo durante unos días. Para los que no vivieron la época, es bueno que sepan que el juicio estuvo plagado de incidentes, amenazas, intimidaciones por doquier, y hasta se habían colocado artefactos explosivos en ciertos puntos del país y particularmente en Buenos Aires en una clara muestra de amedrentamiento y generar caos social. La situación no era cómoda ni tranquila.
Las fuerzas policiales detuvieron a los represores a regañadientes y abundaban las operaciones de los servicios de inteligencia desocupados. Yo pensaba, si lo derrocan a Alfonsín, con la filmación de los que habíamos estado aplaudiendo el alegato final de Strassera, voy a ser uno de los primeros que van a ir a buscar.
Por suerte la cosa pasó, el juicio terminó como más o menos todos saben y, con sus más y sus menos, la democracia sigue hasta nuestros días, a pesar de que muchos dirigentes políticos y gobernantes no la honran como debieran.

Tarea fenomenal
El paso de los años me hizo ver, tal vez con mayor vigor, cuánto coraje tuvieron en esa época y aún antes Alfonsín, Strassera, los jueces de la Cámara que condenaron, los miembros de la Conadep que hicieron una tarea fenomenal de recolección de datos y recepción de testimonios que sirvieron desde luego para el juicio, y tantos otros que, aún con la cama caliente que habían dejado los dictadores, se animaron a no dejar impune los crímenes cometidos. A 30 años o más de la recuperación democrática y con la decadencia que naturalmente trae el transcurso del tiempo, todo es más fácil. El ímpetu y el coraje aparecen con mayor facilidad. Pero la edificación de una conciencia que condenara la violación sistemática de los derechos humanos y los aberrantes crímenes que se cometieron durante la dictadura empezó en aquella época, cuando  todavía podía sentirse temor de verdad. Los años también me hicieron ver -sobre todo como hombre de derecho y Juez de la Constitución- que los derechos humanos son más abarcativos que aquellos que tienen que ver con la represión ilegal. Que un derecho humano fundamental es el acceso a una vivienda digna, a la salud en todas sus formas, a vivir con luz eléctrica, a tener sistema cloacal y agua potable, a una jubilación digna, al cuidado extremo de los niños y los viejos –las franjas etarias más vulnerables- al acceso a la justicia sin restricciones, a la plena vigencia de las libertades públicas y a la libertad de prensa, de expresión y opinión, cualquiera sea su sentido y significancia política. La muerte de Strassera me llevó a escribir estas breves consideraciones como una especie de nimio homenaje y respeto a un hombre que se enfrentó de verdad con el poder del terror todavía latente y no se amilanó ni buscó ningún eufemismo para calificar los hechos y a sus responsables con nombre y apellido.

Sencillo y cálido
A pocos meses de recibirme de abogado y siendo ayudante de una cátedra en la Facultad, tuve la oportunidad de encontrarme con él en la Sala de Profesores. Evoco la calidez de su saludo, su sencillez y sabiduría en sus palabras, y cuando le pregunté sobre el juicio y le conté que había estado en el alegato final y cierto temor que había tenido me dijo: “Todos tenemos miedo, pero la lucha por la dignidad humana y el respeto a libertad y a la ley vencen al miedo”.
El Dr. Strassera  representó a las víctimas y a los ciudadanos todos que clamaban justicia en un juicio histórico y único en el mundo. Ni siquiera el de Nuremberg puede asimilarse. Vaya un adiós con profundo respeto, reconocimiento y agradecimiento a un hombre de derecho que siempre, hasta sus últimos días, mantuvo sus convicciones y no cambió de opinión ni los principios.<

(·) Juez de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal del Departamento Judicial de Junín.