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LA COLUMNA INTERNACIONAL

Medio Oriente: el eterno polvorín

Israel trata de llevar su asunto con los palestinos hasta un estado de nunca acabar y el régimen sirio hace como que habla pero sobre todo combate. Lo contrario pasa en el Líbano, donde pese a los atentados de terroristas islámicos contra el Hezbollah, la milicia shiíta está demostrando una retención impensable en otra época. Israel: aislada como nunca.
El secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, está animado por “una obsesión incomprensible y una especie de mesianismo, pero no me puede enseñar nada sobre el conflicto con los palestinos”. Quién esto dijo fue el ministro de Defensa de Israel, Moshé Ya’alon. Y agregó: “lo único que puede salvarnos es que Kerry obtenga el Premio Nobel de la Paz, se olvide de nosotros y nos deje tranquilos”.
A los pocos días, el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, declaró que “la posición parcial” que los europeos “adoptan de manera constante contra Israel y a favor de los palestinos es inaceptable”.
Por su parte, el primer ministro Benyamin Netanyahou fue más allá. Denunció la “hipocresía” de los europeos que no dudan en provocar tensiones diplomáticas “por la… construcción de algunas casas”.
La explicación es la hasta aquí firme decisión de los norteamericanos de obligar a Israel a sentarse con los palestinos, a partir del próximo 29 de abril, para discutir las fronteras definitivas y la creación del Estado palestino. Algo que nunca había ocurrido abiertamente hasta la llegada de Kerry al Departamento de Estado.
Y en ese camino, ya nadie acepta la construcción de viviendas israelíes en los territorios ocupados que conformarán la base del futuro estado palestino.
Pero, los europeos fueron más allá, decidieron no comprar ningún producto tecnológico fabricado por empresas israelíes radicadas en los territorios de Gaza o de Cisjordania. Cuentan, para ello, con el aval de Kerry quién amenazó, abiertamente, con intensificar el boicot a los productos de los territorios si el proceso de paz fracasa.
El gobierno del derechista BenyaminNetanyahou quedó aislado. Su rechazo al acuerdo nuclear con Irán y su oposición encubierta al avance de las negociaciones de paz con los palestinos, colmaron la paciencia de Estados Unidos y de Europa. Y un gobierno aislado siempre es potencialmente peligroso. Sobre todo, en Medio Oriente.

Siria: el fracaso de la paz

La Conferencia de Paz, llamada Ginebra 2, apadrinada por Estados Unidos y Rusia, para poner fin a la guerra civil que ya costó 140.000 muertos en Siria, fracasó.
Fue un diálogo de sordos. Los representantes del gobierno del dictador Bashar al-Assad solo querían hablar de terrorismo, término con el que califican a todos los grupos alzados en armas en su contra. Por su lado, los representantes de la oposición política solo pretendían tratar el tema de la transición, por supuesto, sin ningún interés para el gobierno.
El conflicto sirio es una confluencia de cuestiones internas y externas que le confieren una complejidad no sencilla de comprender.
Desde el ángulo interno, comenzó con la primavera árabe. Fue una búsqueda de las clases medias urbanas de modernidad, democracia y libertades públicas. El régimen militarizó la protesta con una represión ilimitada que generó una resistencia armada y la actual guerra civil.
Pero del eje democracia-dictadura, rápidamente, una parte de la rebelión pasó al conflicto confesional. Así aparecieron los brigadas islámicas, todas ellas sunitas que motivaron el apoyo shíita a al-Assad, el alineamiento con el régimen de las minorías drusa y árabe cristiana y el separatismo del norte kurdo no árabe. Cabe recordar que al-Assad pertenece a otra minoría, la alauita ubicada territorialmente en la costa siria sobre el mar Mediterráneo.
Este estado de cosas determinó la división militar de la rebelión en siete brigadas que responden a mandos diferentes y no pocas veces combaten entre sí. Dos brigadas son nacionalistas, laicas y pro-democracia y están apoyadas por Estados Unidos y Arabia Saudita.
El islamismo moderado, emparentado con los Hermanos Musulmanes egipcios, combate con una única brigada, armada por Qatar y Turquía. El salafismo, islamismo extremo, también cuenta con una única brigada apoyada por Kuwait. Por su parte, dos brigadas adhieren a Al Qaeda, aunque se combaten entre sí. Una, al-Nosra integrada por combatientes sirios y otra, el Emirato Islámico para Irak y el Levante, solo formada por djihaidistas extranjeros. Por último, una brigada kurda que domina gran parte del norte del país.
Enfrente, el ejército sirio con asesores y oficiales de inteligencia iraníes, armas rusas y combatientes del Hebollah, shiíta libanés. Demasiadas armas para la paz.

Líbano: violencia sin guerra civil

No parece haber peligro de guerra civil pero la violencia se adueñó nuevamente de la política libanesa. Se trata de una serie de atentados contra locales vinculados con el Hezbollah, el principal partido de los musulmanes shiitas del Líbano que cuenta con un desarrollado aparato militar.
Los atentados están íntimamente ligados a la participación de fuerzas del Hezbollah en la guerra civil de la vecina Siria, donde combaten del lado gubernamental del dictador Bashar al-Assad, y su autoría corresponde a células vinculadas con las brigadas fundamentalistas islámicas sunitas que operan en Siria en nombre de Al-Qaeda.
A diferencia de cuanto ocurría años atrás, el Hezbollah y su jefe, el jeque Hassan Nasrallah, dan suficientes pruebas de retención pese a las provocaciones.
Creado en 1982, con financiamiento iraní, como respuesta a la invasión de Israel en el sur del Líbano, rápidamente pasó a combatir en la guerra civil libanesa que se extendió por quince años, para posteriormente, a partir de 2005, integrarse a la vida política democrática.
Sin embargo, la investigación sobre el asesinato del primer ministro y líder de los sunitas libaneses, Rafiq Hariri, ocurrido en febrero del 2005, que consideraba inicialmente como culpable al régimen sirio, derivó en una culpabilidad de cuatro integrantes del Hezbollah, cuyo juicio en ausencia acaba de comenzar.
No obstante, y ante el peligro de nueva guerra civil, el hijo de Hariri, Saad, acaba de emitir una proclama donde se manifiesta dispuesto a presidir un gobierno de unidad nacional, con el Hezbollah incluido, tras las próximas elecciones legislativas en noviembre próximo.
De hecho, luego de ocho meses de impasse, el Líbano acaba de dotarse de un nuevo gobierno, presidido por el sunita TammamSalam –por disposición constitucional, el presidente de la República, debe ser un cristiano maronita; el primer ministro, un musulmán sunita; y el presidente del parlamento, un musulmán shiíta- y conformado por 24 ministerios. Ocho para el bloque que integra el Hezbollah, ocho para la coalición de Saad Hariri y los ocho restantes repartidos entre los designados por el presidente Michel Sleiman considerado neutral, y los del líder druso –musulmanes heterodoxos- WalidJumblatt.
Parece una lección aprendida: guerra civil, no.

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