Sobre el Pacto de Mayo
ENFOQUE

Sobre el Pacto de Mayo

En su discurso de apertura de sesiones ordinarias en el Congreso, el Presidente Milei convocó a las fuerzas políticas, para que deponiendo sus intereses personales, firmen un acuerdo para establecer un nuevo orden económico, social y político.

Inmediatamente desde distintos sectores de la sociedad surgieron voces sosteniendo la imposibilidad de debatir y consensuar con determinados opositores que no están dispuestos a ningún acuerdo, como tampoco, según ellos, sería correcto hacerlo con aquellos a los que se considera corruptos.

Resulta una obviedad, que seguramente es fácil ponerse de acuerdo entre quienes piensan igual, tienen la misma ideología, pensamiento, o afinidad partidaria. Cuando se convoca a un pacto político, es justamente porque de esa forma se pueden poner en práctica conclusiones comunes, en base al pensamiento crítico y al pluralismo, promoviendo, valorando y respetando la heterogeneidad social para la toma de decisiones. Entonces lo importante es acordar con los que no piensan igual, con los que no tienen principios o valores comunes, con los considerados adversarios políticos.

No cabe la menor duda de que las decisiones tomadas en base a acuerdos, resultan siempre más beneficiosas y sustentables que las que se obtienen cuando se las imponen.  De ahí que las llamadas “políticas de estado” solo pueden implementarse cuando derivan de consensos.

Partimos de la base de que nadie es el “dueño de la verdad”, ni tiene “superioridad moral” sobre el resto de la sociedad. También es cierto que el disenso y el conflicto son inherentes a la política. Pero justamente es la democracia, quien establece las reglas para dirimir los conflictos y lograr la convivencia social.

Una política de estado, es la que fija un curso de acción y trasciende los distintos gobiernos que la mantienen y la aplican, sin que influya la política partidaria de quien ejerce el poder. Para alcanzarla en una sociedad heterogénea y pluralista es imprescindible el consenso.

Habiendo dejado asentado que el “acuerdo” es necesario para establecer una política estable y exitosa, nos preguntamos: ¿Por qué en la Argentina no se puede acordar?

Existen muchísimas experiencias a nivel mundial que nos demuestran la posibilidad de que se llegue a algún acuerdo aún entre los más acérrimos enemigos. Puede ser que no se obtenga un acuerdo total y definitivo, pero se pueden alcanzar soluciones parciales beneficiosas para ambas partes, como también la posibilidad de ir resolviendo el conflicto de manera gradual, y comprender que hay un interés común que es el de no confrontar irracionalmente.

Estamos pensando en los Tratados de Oslo que, si bien no lograron la paz definitiva entre israelíes y palestinos, se avanzó notablemente en la búsqueda de una solución del conflicto. Recordamos los Pactos de la Moncloa, a través de los cuales se consolidó el sistema democrático en España, y que fueron firmados por dirigentes, que después de la guerra civil parecían irreconciliables. 

La herramienta por excelencia para solucionar o reducir los conflictos es la negociación. La vida en sociedad origina a menudo conflictos, y estos pueden y deben resolverse pacíficamente mediante la negociación. No es una opción sino una necesidad, ya que superar los conflictos es lo que permite tanto el desarrollo, como la evolución individual y social.

Cuando las partes piensan y sostienen que no se puede negociar con los corruptos o los que piensan totalmente diferente, lo que sucede en realidad es que no pueden o no saben manejar sus diferencias, o bien no han tenido la capacidad de gestionar sus soluciones. Lo importante en estos casos es ponerse a la búsqueda del reconocimiento de un beneficio común y debatir respetuosamente los intereses diferentes. 

La mayor dificultad que se nos ofrece en una negociación es esa concepción maniquea que lamentablemente prevalece en nuestra sociedad. Es esa cosmovisión dualista que reduce la realidad a una oposición radical entre lo bueno y lo malo, el que piensa o actúa como yo, es bueno, y el que no lo hace así, es malo. Por eso el primer paso a dar, es desprenderse de ese prejuicio. Hecho esto, se podrá advertir que el paradigma que sostiene que lo que yo gano, alguien lo tiene que perder, y lo que yo pierdo alguien lo tiene que ganar, es falso. Así, nos daremos cuenta que tenemos que encontrar una solución que permita que las dos partes antagonistas puedan ganar. Tenemos que creernos capaces de encontrar soluciones “ganar – ganar”. 

Estamos convencidos que no hay ningún obstáculo racional, para negociar con quien tiene diferentes ideologías, principios o valores éticos. No es necesario cambiarlos para lograr acuerdos. 

Por el contrario, resulta indudablemente beneficioso para la sociedad y para los individuos, la búsqueda y el logro de acuerdos sustentables que permitan mejorar la convivencia y la paz entre todos los argentinos. ¡Creo que ese es el camino!

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