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UN LUCHADOR QUE LOGRÓ INSERTARSE DE LLENO EN LA COMUNIDAD JUNINENSE

La emotiva historia de Álvaro Lafarge, el chico down que es jinete y bombero

Con 21 años, es uno de los personajes más queridos de la Ciudad. Respaldado por una familia que siempre bregó para que fuera un chico integrado al resto de la sociedad, terminó la escuela primaria, se transformó en un as de la equitación y busca hacer carrera como bombero.

Inquieto, sociable, inteligente, canchero, emprendedor y decenas de adjetivos más podrían aplicarse para describir a Álvaro Lafarge, un chico de 21 años con síndrome de down cuya vida es un canto a la superación y a la conquista constante de objetivos.
Nacido en Junín, el protagonista de esta historia es el quinto de los seis hijos de la familia comandada por Alberto Lafarge y Mariana Sánchez, es menor que cuatro hermanas y mayor que Ian, de 11 años, que es adoptado y que posee una discapacidad mental y motriz de alto grado (ver recuadro).
Después de tener que sortear serias dificultades para el aprendizaje del habla y de ser discriminado en alguna institución por su condición de diferente, Álvaro –por decisión de sus padres en ese momento- supo integrarse a un jardín de infantes, a una escuela primaria y terminó los estudios convencionales para orgullo de todo su entorno.
Pero desde niño siempre fue por más y al cabo de unos años se convirtió en “un jinete de primera”, como proclama su cuenta de Facebook, en rugbier apasionado, en proyecto de bombero (actividad para la que se está especializando en la actualidad) y en un gran amigo de sus amigos.   
Mariana Sánchez, madre de este verdadero personaje de la comunidad juninense, le contó a Democracia que Álvaro era un nene totalmente deseado por ella y su marido, y cuando el bebé nació se enteraron que tenía síndrome de down, un mundo que les era totalmente desconocido.
“Nunca nos pusimos mal por su condición sino que nos enfocamos en aprender y en sacarlo adelante con todo, así que iniciamos un caminito bastante importante y que seguimos recorriendo hasta el día de hoy.  Primero ingresó en una guardería y después empezó la lucha por los jardines de infantes. De uno de ellos hubo que cambiarlo porque fue discriminado y por suerte dimos con el “Santa Isabel”, donde nos abrieron los brazos y Álvaro empezó a sentirse un chico como los demás”, comenzó relatando Sánchez.  
A continuación, Lafarge hizo todo el primario en la Escuela Nº2, con algunos tropiezos pero logró terminarlo. “Recuerdo que cuando se hizo el acto de egresados, aparecieron dos chicas que habían sido compañeras de él en el jardín pero no de la escuela y lo fueron a acompañar en la entrega del diploma. Esas cosas te hacen ver que la lucha vale la pena”, expresó la madre  con la voz entrecortada.
Para los compañeros del primario Álvaro siempre fue un amigo más. Lo invitaban a la casa e incluso se fue de viaje y de campamento con ellos. En paralelo, desde muy chiquito empezó a concurrir a la pileta de Los Miuras, y hoy, después de tantos años, ya es parte del club. “Juega rugby con todos, no se pierde ningún partido y cuando puede, juega. Es uno de sus lugares de pertenencia”, afirmó Mariana Sánchez.
Por otro lado señaló que a Álvaro le costó aprender a leer y escribir, pero con empeño fue incorporando conocimientos en ese aspecto. “Después hace cosas en la computadora que vos no sabés cómo las logra. Hoy en día concurre a la Escuela Agraria dos veces por semana y los compañeros lo aprecian un montón”, agregó.    
Si bien hubo un momento en que sintió pena por verse diferente al resto, Lafarge supo contrarrestarlo. “Iba a cuarto grado y un día me dijo que no quería ir más a la escuela porque él no podía aprender, a lo que nosotros le respondimos que nadie le exigía más de lo que podía hacer y que si él se sentía feliz compartiendo un momento con sus compañeros ya eso bastaba. Después no preguntó nunca más nada, pero por ejemplo si él ve a otro chico con síndrome de down te dice ‘es down como yo’”, describió su mamá.

Un as de la equitación
“Creo que ‘caballo’ fue la primera palabra que dijo en su vida, y como nosotros siempre lo escuchamos para ayudarlo a hacer lo que a él le gusta, lo hicimos subir a un equino y la primera vez dio una vuelta como cualquier chico normal. Entonces, Leopoldo Piegari, profesor de Álvaro por ese entonces, me preguntó si me animaba a que el nene saltara y le di el visto bueno. Empezó de a poquito, saltando palos en el piso en el año 2008, y desde ese momento nunca dejó deporte”, continuó narrando Sánchez con orgullo.
También destacó que como deportista su hijo ya obtuvo reconocimientos: “En la primera entrega de los premios “Eusebio Marcilla”, resultó uno de los distinguidos, junto a Gabriel Ponce de León, Federico Pérez y Lucas Matthysse. Son premios que a él le levantan la autoestima porque le encanta ser un personaje y que lo reconozcan”, indicó.
 
Álvaro, el bombero  
“Él siempre dice que quiere trabajar. Un día le preguntamos qué quería ser y nos dijo que bombero. Fuimos a hablar con el jefe de ese momento y nos dijo que no había problema, pero que no sabían cómo tenían que hacer para que Álvaro se sumara.  Para todo esto, lo invitó al desfile del 25 de Mayo y se empezaron a hacer los trámites de ingreso como para una persona normal. Pasó todos los análisis y falta la firma del ministro de Seguridad, que está al caer según me dijeron. Sería el primer efectivo down en una fuerza de seguridad de la Provincia”, terminó comentando emocionada la mamá de Álvaro.

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