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PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

Un peronismo sin conducción complica y condiciona a Mauricio Macri

El Presidente tiene un problema. O muchos, depende de cómo se lo mire. Pero el principal inconveniente que se le presenta por estos días a su joven gestión es el estado de desbande en el que se encuentra el peronismo. Las idas y vueltas en el Congreso con la ley antidespidos y la multitudinaria marcha de los sindicatos no hacen más que expresar la atomización del justicialismo.
Con Cristina Kirchner recluida nuevamente en Santa Cruz y acosada por las investigaciones judiciales, entre ellas la que mantiene preso a Lázaro Báez, emergen otro tipo de liderazgos en la fuerza que gobernó el país en los últimos 12 años. Pero ninguno de ellos logra contener a las demás facciones, lo que termina generando actos sin coordinación que complican al Gobierno.
La más notoria de esas acciones se está desarrollando en el Congreso. Allí, el rionegrino Miguel Ángel Pichetto llevó a su bancada de senadores –virtualmente dividida entre pejotistas clásicos y kirchneristas del FpV- a sancionar una ley de “emergencia laboral” que prohíbe las cesantías por 180 días, en un proyecto que puede crear dificultades para la generación de empleos porque difícilmente se cubran puestos de trabajos si los despidos están prohibidos o si los encarecen al punto de que sean prohibitivos. También se objeta que la norma no distingue entre grandes empresas y las pequeñas y medianas.
El presidente Macri se fastidió con Pichetto y no se cuidó de mostrarlo, en un acto el jueves en Ezeiza donde lo acusó de “decir una cosa y hacer otra”. El mandatario no lo dijo en público, pero su bronca estaba afincada en que Pichetto había pasado con sigilo por la Casa Rosada el mismo día en que Cristina Kirchner estaba reunida con los senadores del FpV en Buenos Aires.
En ese encuentro reservado, el jefe de la principal bancada del Senado aseguró al Presidente que tendría una actitud menos contestataria que la de su antecesora. Pero con el correr de los días, terminó impulsando una iniciativa que fue bien recibida por La Cámpora. Pero ahora, Pichetto busca sintonizar con otros actores políticos para que el proyecto no quede en la nada.
Uno de esos espacios sería el de Sergio Massa, que busca introducir modificaciones al proyecto del Senado y bloquear una iniciativa más dura –porque extiende la emergencia laboral hasta finales de 2017- que circula en la Cámara baja. El Frente Renovador sufrió en los últimos días contradicciones propias de una fuerza que incluye a sindicalistas pero también a empresarios.

La estrategia es ganar tiempo

Sin embargo, acordó una postura que llevará a las comisiones de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados, el ámbito donde se decidirá la suerte de los proyectos que incomodan a Macri, a tal punto que ya anticipó que aplicará el veto presidencial si finalmente pasan el filtro legislativo. Antes, la alianza gubernamental Cambiemos buscará estirar los plazos del debate.
La estrategia del oficialismo será entonces convocar a todos los sectores interesados. El objetivo de dilatar el tratamiento de la iniciativa es acorde con los tiempos que necesita el Gobierno para poner en marcha la economía, algo que desvela al Presidente y a su Gabinete.
De hecho, el mandatario se pasó la última semana –y lo seguirá haciendo en la próxima- lanzando planes para distintos sectores de la economía, cuyo sentido último es la generación de fuentes laborales. Así, presentó programas de empleo joven, de vivienda y de acceso al agua potable. La idea es que se mueva el Estado, mientras llegan las inversiones privadas.

El segundo semestre
El plazo para que eso empiece a suceder es de 60 días. El 1 de julio comenzará el segundo semestre tan mentado por el equipo económico del gobierno y las miradas estarán posadas en Alfonso Prat Gay. Pese al éxito que tuvo con la apertura del cepo cambiario y el acuerdo con los “holdouts”, el desafío que se le impone ahora al ministro es dinamizar el mercado interno.
Para ello, será clave que baje la inflación y que los índices estén más cerca del 1 que del 2 por ciento mensual. Así lo sostuvo el propio jefe de Gabinete, Marcos Peña, en su primer informe ante el Congreso, al que lo obliga la Constitución Nacional. Pero el discurso oficial se topó allí con la mayoría opositora en el Senado, con Pichetto a la cabeza, lo que descolocó al Gobierno.
El rionegrino es uno de los caciques que tiene el peronismo, así como también lo es el sanjuanino José Luis Gioja en el PJ –al que la Justicia acaba de convalidarle su nueva mesa directiva, que incluye a Daniel Scioli- y Hugo Moyano lo sigue siendo entre los gremios, como quedó en claro con la movilización de ayer, que superó a la del kirchnerismo en Comodoro Py.

Enojo con Barrionuevo
Pero la nueva etapa que atraviesa el país, con un gobierno no peronista que busca asentarse, encuentra a todos esos actores acostumbrados a administrar el poder con distintos objetivos políticos. La ausencia de Luis Barrionuevo en el palco junto a Moyano, Caló, Micheli y Yasky resultó ilustrativa en ese sentido: no se bancó la presencia de grupos afines al kirchnerismo.
El jefe camionero se enojó al extremo con su amigo gastronómico. Y ni siquiera le alcanzó la explicación de que mañana debía recibir al presidente Macri en su sindicato, para compartir un locro por el Día del Trabajador. Moyano tiene la intención de capitanear la reunificación de la CGT, prevista para agosto, y para lograrlo necesita ampliar su base de apoyo con otros socios.
Si no llegara a lograr ese objetivo, el candidato alternativo para encabezar ese proceso es el secretario general del gremio de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid, quien ayer fue el encargado de leer el documento que contuvo duras críticas al gobierno macrista. Pero a nadie le caben dudas: el peronismo de Moyano no es el mismo peronismo del Frente para la Victoria.
Para muestra sobra un botón: en el acto realizado en la zona del Bajo porteño, se mencionó como referentes del movimiento obrero argentino a Juan Domingo y Eva Perón. Y también a José Ignacio Rucci, el líder de la CGT asesinado en 1973. Pero no se invocó a nadie más, pese a que hubo otros gobiernos de signo peronista tras la recuperación de la democracia en 1983.

Cuestión de gobernabilidad

La pelea por el liderazgo peronista, incipiente pero expuesta ante los ojos de los argentinos, no sólo complica a Macri, sino que también condiciona a su administración. El mundo de la industria, el comercio y las finanzas, festejó el regreso de la Argentina al mercado de capitales, pero ahora tiene el temor de que el Presidente  podría no contar con las herramientas para asegurar la gobernabilidad.
El mandatario es consciente del panorama político que enfrenta. Y en los últimos días soltó un par de advertencias que fueron prácticamente un mensaje cifrado para el peronismo: dijo que el plan de viviendas se completará en “los primeros cuatro años” de su gestión y el de acceso al agua potable insumirá al menos ocho años, con lo que avisó que pulseará por la reelección.
Pese a que lleva sobre sus espaldas el peso de tener que gobernar, Macri tiene en ese sentido un punto a favor: el peronismo no tiene hoy un liderazgo indiscutido. Si se lo observa en un plano general, ya fue partido en las últimas elecciones presidenciales, con Scioli por un lado y Massa por el otro. Y ahora, los gobernadores y los intendentes del PJ hacen su propio juego.
“Lo de Cristina ya fue. Con ella perdimos las elecciones en la Provincia”, deslizó un jefe del Conurbano que habla con Scioli, con Massa y con varios gobernadores. Pero al mismo tiempo, lanzó una advertencia a Macri: “Tiene que empezar a gobernar. Si no aparece la ´pelusa´, se va a complicar”. Todo un resumen del pensamiento peronista en su incómoda versión opositora.

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