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VÍCTIMAS DEL TRÁNSITO CAÓTICO

Chocaron, quedaron al borde de la muerte y ahora cuentan cómo es volver a nacer

Raúl Lafit y Gonzalo Bello son apenas un par de ejemplos del drama que viven a menudo los juninenses que protagonizaron un accidente vial. En esta nota, dos testimonios que grafican lo que es capaz de generar la imprudencia al volante.

“Volví a nacer, volví a nacer, volví a nacer”, repite en voz baja, como para que no se note que los efectos del recuerdo lo están traicionando y le quieren filtrar una emoción que no está dispuesto a expresar en lágrimas.
El llanto es innecesario, esa frase replicada como si en la sala hubiera un eco ya ha sido suficiente para coronar el testimonio de un hombre dolorido por todos lados, desde lo alto del cráneo hasta la planta de los pies.
Su nombre es Raúl Oscar Lafit, tiene 65 años y hace dos meses y medio, mientras manejaba el colectivo que realiza el trayecto Junín-Saforcada, según dice, fue embestido de atrás por un camión que circulaba a gran velocidad por la Ruta Nacional 7, con dirección a Vedia.
Ya en franca recuperación, Raúl tiene frente a él a Gonzalo Bello, de 27 años, jubilado. ¿Tan joven? Sí, las múltiples secuelas que le quedaron del terrible accidente sufrido el 11 de noviembre de noviembre de 2012, cuando en Ameghino y Benito de Miguel chocó en moto contra un patrullero, lo llenaron de imposibilidades físicas. En tres palabras, lo dejaron discapacitado.
Entrevistados por Democracia, ambos relataron sus historias y en buena medida graficaron las penurias que viven muchos juninenses que han resultado víctimas de la imprudencia al volante.

Un golpe del destino


Raúl Lafit pasó casi cincuenta años arriba de un colectivo, treinta y ocho de ellos como chofer, y nunca había estado involucrado en ningún siniestro. Justo cuando ya empezaba a decirle adiós a la actividad, el destino lo sorprendió con un golpe durísimo. “Dejé de andar en los micros de larga distancia porque ya estaba cansado y me subí en el que va a  Saforcada, para darle una mano a mis hijos, pero ya tenía en mente dejar todo a fin de año”, relata el protagonista.
Lafit recuerda que la mañana del choque había mucha neblina y un humo intenso de incierta procedencia. “No sé si era del basural o de la fábrica que hay en esa zona”, comenta.
Camino a territorio saforcadense, el colectivero vio que el camión que venía detrás suyo lo hacía más fuerte, pero supuso que en algún momento iba a frenar. “Jamás pensé que iba a recibir semejante golpe, me aplastó contra el camión que iba adelante y arrasó con casi toda la carrocería del micro. Solamente quedaron sanos cuatros asientos, o sea que si iban más pasajeros podría haber habido muchos muertos. Menos mal que llevaba dos nenitos y ambos iban en el primer asiento, porque a mí siempre me gustaba tenerlos cerca para ver qué hacían”, afirma.
Raúl tuvo que ser sometido a una operación que duró diez horas,  pues el choque lo dejó con tres plaquetas y una mascarilla de titanio en la cabeza, el hígado afectado, fractura en una de las piernas y severas lesiones en las rodillas y cinco costillas rotas.
“Los médicos le habían dicho a mis hijos que no había chances de que saliera vivo de la intervención quirúrgica. Sin embargo, hicieron un trabajo enorme y a los ocho días yo ya estaba de nuevo en mi casa. Me dijeron que me ayudó mucho el hecho de no haber sido nunca fumador, bebedor de bebidas alcohólicas y de consumir muchos vegetales. Yo me cuidé siempre y eso me salvó la vida”, afirma Lafit en el living de su casa.
Quizás este sea el peor año en la vida de Lafit. En marzo, su mujer falleció de manera inesperada a los 59 años. “Antes de morir me había pedido que ayudara a nuestros dos hijos”, evoca, conteniendo las lágrimas.    
Sin embargo, su fortaleza parece inquebrantable y enseguida habla del presente y de sus proyectos, que ya no lo tienen como colectivero. “Lo primero va a ser recuperarme bien. Todavía me duele mucho el cuerpo, sobre todo cuando hay mucha humedad, como hoy. Esto me permitió ver que hay pruebas que son duras pero que se pueden pasar y, por otro lado, que por más que uno sea precavido en el manejo, hay que maximizar la prudencia cuando se viaja”, señala Raúl, quien agrega que hoy por hoy puede manejar sin problemas. “No me quedó ningún trauma”, indica.

Un cambio total

Integrante de otra generación, Gonzalo Bello hoy es un par de Lafit en todo sentido. Incluso comparten la incidencia de la humedad en el dolor de huesos, tópico al que le dedican unos segundos antes de iniciarse la entrevista.
El caso de Bello es más conocido: iba en su moto por calle Ameghino y –según cuenta- con el semáforo a su favor fue chocado por un patrullero que cruzó en rojo.
“No me acuerdo de nada”, afirma, y sostiene que más allá de los cambios que ese hecho le produjo a nivel físico (no puede hacer fuerza de ningún tipo), lo privó de darles una mejor calidad de vida a sus hijos.
“Yo por dentro tengo alambres. Me tocó acá (el torso) y los siento”, asegura, al tiempo que muestra las heridas post quirúrgica que lo surcan su parte delantera superior. “No tengo Bazo, eso es gravísimo, y las rodillas me hacen ruido”, añade.
“Lo peor de todo esto fue no haber podido estar con mis hijos cuando ellos esperaban a Papá Noel en 2012 y la recaída que me agarró en 2013, también para fin de año. Era 29 de diciembre y no me podían controlar una fiebre de cuarenta grados que me perseguía desde días atrás. Yo no quería decir que seguía afiebrado porque sabía que me iban a internar y yo no quería, pero me empezaron a temblar los brazos y me llevaron al Hospital. De nuevo a escuchar los fuegos artificiales internado”, rememora con amargura Gonzalo Bello.
En la actualidad, con sus limitaciones a cuestas, el joven cobra una jubilación que no le es suficiente para la crianza de sus descendientes. “Mis hijos me preguntan cuándo los voy a llevar al circo y no sé cómo decirles que no puedo”, relata conmovido.

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