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ENFOQUE

Para endeudar al país hay que pensar en los nietos

Argentina registró un proceso de fuerte desendeudamiento externo durante estos últimos años, atribuible a diversos factores entre los que resaltan las reestructuraciones de pasivos con importantes quitas en 2005 y 2010, la cancelación de obligaciones con el FMI, y la escasa predisposición internacional a prestarle a un país que no terminaba de resolver la cesación de pagos del 2001.
En estos días, el gobierno argentino se encuentra negociando en los tribunales de Nueva York con los fondos especulativos que tienen en su poder bonos públicos que se encuentran en default desde hace casi trece años y que no ingresaron en las operaciones de canje de deuda propiciadas por nuestro país en dos oportunidades.
Si bien, estas tratativas son arduas y podrían llevar aún algún tiempo, un acuerdo exitoso con los holdouts se convertiría en un paso decisivo para regularizar la situación de Argentina en el contexto del mercado financiero internacional.

Un paso necesario

Se trata de un paso necesario una vez cerradas las tratativas con empresas transnacionales que litigaron en el CIADI, organismo perteneciente al Grupo Banco Mundial; con Repsol en torno a la expropiación de YPF; y con el Club de París que permitirá avanzar en acuerdos bilaterales con países miembro de esa entidad. Además, se avanzó en la elaboración de un nuevo índice de precios con supervisión del FMI, con el objetivo de incrementar la credibilidad de las estadísticas oficiales, muy deteriorada luego de la intervención del INDEC.
De todo esto surge que nuestro país podría encontrarse, relativamente en poco tiempo, en condiciones de acceder nuevamente al crédito global.
Esta situación se daría en un momento en que la liquidez internacional es elevada, las tasas de interés en las economías desarrolladas se encuentran en niveles bajísimos en términos históricos, y los grandes capitales financieros internacionales se encuentran ávidos de ingresar en nuevos mercados que, como el nuestro, deberían pagar elevados intereses en comparación con otras economías emergentes.
Mientras tanto, a nivel local, la elevada inflación, las relativamente escasas reservas de divisas internacionales en poder del Banco Central, y la alta presión tributaria, entre otras variables, hacen que las autoridades deban recurrir a fuentes alternativas para poder financiar un creciente déficit de las cuentas públicas, y allí aparece como opción, nuevamente, el endeudamiento externo.
Por lo tanto, la combinación de una economía en condiciones de endeudarse, y con ciertas necesidades y ansias por hacerlo debido a la situación señalada, junto a un mercado internacional líquido y listo para prestar es un cóctel que amerita un profundo análisis.
La nueva deuda a tomar en los mercados internacionales deberá dirigirse a financiar inversiones en el área de energía, en infraestructura, y para ampliar la capacidad productiva de nuestra economía, en actividades que permitan garantizar el repago de esos préstamos sin asfixiar a los contribuyentes nacionales, presentes y futuros y, sobre todo, que no se transforme en un impedimento para llevar adelante una política de desarrollo económico y social autónoma.
Es por ello que debemos solicitar, en especial pensando en nuestros hijos y nuestros nietos, mucha prudencia e inteligencia al momento de incurrir nuevamente en un proceso de endeudamiento externo, pensando las decisiones en términos históricos y estratégicos.

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