Montó un negocio junto a su hijo, Leonardo.
Montó un negocio junto a su hijo, Leonardo.
HISTÓRICO TÉCNICO DE HELADERAS DE LA CIUDAD

Armando Mario Mascetti: “Desde que empecé, jamás tuve que decir que no había trabajo”

Inició su carrera fabricando heladeras y reparó equipos por 60 años, en un negocio familiar que hoy dirige su hijo. Su adolescencia transcurrió “entre los fierros” del taller metalúrgico de su familia italiana, donde adquirió experiencia y conocimiento, que luego capitalizó en el servicio a la ciudad y la Región.

Quizá pocos lo conozcan por su nombre de pila, porque en la ciudad fue popularizado por su apodo, “Bochi”, que le otorgó su madre. Armando Mario Mascetti lleva el nombre de su padre, como así también su experiencia y conocimiento, aquello que adquirió en la metalúrgica familiar donde trabajó de joven, cuando en Junín se fabricaban gabinetes de heladeras.

Su trabajo mutó a la par de los adelantos técnicos y las transformaciones socioeconómicas, pero la pasión se mantuvo intacta. Tras más de 6 décadas de trayectoria, y a sus 83 años de edad, aún acompaña a su hijo, Leonardo, en su negocio familiar de reparación de electrodomésticos. En diálogo con Democracia, un recorrido por el camino realizado, signado por el compromiso y la honestidad.

Empresa familiar

“Empezamos a hacer heladeras con mi padre y mis tíos, en un taller metalúrgico ubicado en calle España 33”, explicó Armando, que a sus 20 años ya trabajaba entre los fierros. La empresa familiar se llamaba AEPA, nombre compuesto por las iniciales de sus fundadores, los hermanos Armando, Enrique, Pierino y Aldo Mascetti, y, entre las actividades a las que se dedicaba, también disponía de tiempo y una estructura particular para la fabricación de muebles de heladeras.

En sus inicios, la familia Mascetti armaba el gabinete y distribuía el producto terminado, con el motor traído de Capital Federal, en Junín y localidades vecinas. “Ahí me introduje en la mecánica”, explicó Armando, que nació, se crió y vivió en la ciudad, y recuerda al taller familiar colmado de operarios que trabajaban en múltiples obras. “Llegó a tener 30 empleados”, explicó.

Con el tiempo, su actividad mutó, y “las heladeras se dejaron de fabricar porque no convenía”, por lo que se adquiría tanto el mueble como el equipo en Buenos Aires y en el taller local se ensamblaban. Padre e hijo traían hasta 10 gabinetes en su camioneta por viaje, para luego vender el producto final en Junín.

Su proyecto

“Cuando mi padre dejó de trabajar yo me independicé”, destacó Armando, que junto a su socio, curiosamente llamado Juan Domingo Peron, inauguraron un taller propio en el barrio de Villa Belgrano. “Ahí nos dedicamos sólo a la reparación”, destacó el técnico, que para entonces vislumbraba la aparición de nuevas marcas de heladeras y, por ende, la complejización del circuito en el que antes intervenía manualmente su empresa familiar.

En dicho sentido, Mascetti destacó que trabajó durante 26 años con su socio “en la reparación de heladeras, lavarropas y aires acondicionados”. De hecho, contaban con la licencia oficial del service de la reconocida marca Siam, “cuando Siam era Siam”, afirmó Armando, que reconoció que, en ese entonces, la marca producía artefactos de notable calidad y durabilidad.

Asimismo, Mascetti explicó que toda su vida se abocó fundamentalmente a las heladeras, cuya tecnología ha avanzado notablemente en los 60 años de oficio. Al respecto, explicó que trabajó siempre con “heladeras comunes y freezers”, pero desconoce los pormenores de la “tecnología No Frost y las heladeras computarizadas”, en la que tuvo que especializarse su hijo al ingresar al rubro. 

“Leonardo hizo cursos y se capacitó, yo aprendí con la práctica y experiencia”, afirmó, y destacó que, a pesar de los cambios técnicos, no sufrió dificultades adicionales en su trabajo, lo que también se vio impulsado por el hecho de que “no faltaban repuestos porque eran nacionales”, un escenario sin dudas distinto al actual. “Hoy las heladeras y lavarropas tienen plaquetas, no son fáciles de conseguir y son costosas”, detalló.

Padre e hijo

Su hijo, Leonardo, formado en la escuela técnica, decidió seguir sus pasos. Es así como se unió a su proyecto desde joven, cuando aún trabajaba con Perón, y lo acompañó en la apertura del propio negocio, en el que hoy está al frente. 

De ese modo, Leonardo fue una pieza fundamental cuando la empresa se expandió y debió atender la reparación de equipos de climatización en la región, por encargue de una empresa de Buenos Aires. “Había que viajar cada 15 días por toda la zona, eso lo hacía mi hijo y mi socio”, explicó Armando, que se encargaba fundamentalmente de las reparaciones al interior de la ciudad. “Teníamos mucho trabajo”, agregó.

Jubilación mediante, hace 16 años Armando se separó de su socio y junto a su hijo inauguró una nueva empresa, dedicada a la reparación de heladeras y lavarropas, ubicada en la esquina de Juan B. Justo y Sarmiento. “Nos fue muy bien, trabajábamos a la par”, destacó.

Una pasión

Actualmente, Leonardo trabaja a diario en la empresa inaugurada con su padre y recorre, tal como lo hacía él, la ciudad en la misma camioneta ploteada con la que el experimentado técnico visitaba a sus clientes. A sus 83 años, Armando no se distanció de su oficio de toda la vida, y que ejerció por más de 6 décadas, y semanalmente visita a su hijo y lo ayuda en las reparaciones. 

“Voy 2 o 3 veces por semana y algún arreglo hago, para pasar el tiempo”, explicó, y señaló que, en muchas ocasiones, su hijo también le consulta aspectos técnicos que, gracias a una vida en el taller, Armando conoce a la perfección. 

Los más de 60 años dedicados al trabajo manual han dejado secuelas en su cuerpo, pero Armando dedica parte de su tiempo al entrenamiento y la movilidad corporal, para evitar perjuicios a nivel motor. Es que, particularmente en sus comienzos, destacó que “las heladeras se levantaban manualmente y eran muy pesadas”, y, sumado a que “la reparación requiere estar siempre agachado”, las articulaciones hoy sienten el esfuerzo realizado.

En retrospectiva, Mascetti reafirmó que ha disfrutado siempre de su labor, una pasión que lo remonta a su juventud y, sobre todo, a la familia. “Nunca estuve disconforme con lo que hice, siempre me ha dado muchas satisfacciones”, destacó y señaló: “Desde que empecé, jamás tuve que decir que no había trabajo”.

Cada domingo, en su mesa se reúnen 16 comensales, entre los que se encuentran su esposa y compañera, Beatriz, sus hijos, nietos y bisnietos. “Tenemos una familia muy linda, es un orgullo”, afirmó.

De confianza

Desde sus inicios, Armando no fue el único técnico de la ciudad, pero, aun así, reconoció que tuvo “mucha clientela”, que atribuyó a la fama que gozó su apellido desde principios del siglo pasado. Es que, cuando su abuelo desembarcó de Italia junto a su padre, abrió uno de los pocos talleres metalúrgicos de gran porte que abastecía a la ciudad en ese entonces, y tal fue su éxito que construyó las casas a sus 4 hijos, sobre calle Alem. 

No obstante, Armando también trabajó incansablemente para que su empresa prosperara, e incluso su fama sobrepasó los límites de la ciudad. “Nos conocían en la zona, traíamos heladeras de otras localidades y las reparábamos”, explicó Mascetti, respecto a cuando trabajaba junto a su socio, Perón. 

En dicho sentido, en muchas ocasiones no había horarios ni fines de semana, y la dupla estaba disponible para solucionar los imponderables de los clientes. “Llegaban a las 9 de la noche los camiones de caudales y teníamos que arreglarles el aire acondicionado”, detalló.

Por su parte, siempre ha preferido trabajar en contacto con los vecinos, lo cual también lo ha hecho merecedor de la popularidad que históricamente tuvo. “Me gustaba mucho andar en la calle”, afirmó. Asimismo, explicó que, décadas atrás, se acostumbraba reparar los equipos, pesados y grandes, en las casas particulares, por lo que solía pasar horas junto a sus clientes. 

“Cuando camino por la calle recuerdo las casas donde estuve y las personas con las que compartí”, destacó.

La confianza de los vecinos de Junín y la zona, su compromiso e indiscutible conocimiento, heredados por su hijo, han dado sus frutos y otorgado prosperidad a sus emprendimientos. “Nunca se sintió la falta de trabajo, estoy muy conforme”, afirmó.

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