Desde la proliferación de celulares, cada vez más sofisticados, hasta las diferentes variedades de dispositivos que permiten tener todo al alcance de la mano, ya sea acceso a Internet, correo electrónico, mensajeros, Gps, videos y todo un amplio rango de aplicaciones que permiten estar conectados las 24hs, los siete días de la semana, los patrones de comunicación en la sociedad han cambiado radicalmente.
Y tal vez está bien que así sea, pero ¿hasta dónde son positivos estos cambios? ¿Cuál es el límite en el paso de lo real a lo virtual?
En esta sociedad, tecnológica por excelencia, no resulta fácil encontrar el término medio que nos permita convivir con las nuevas formas de comunicación sin ser absorbidos por ellas en el intento. Todo un desafío que apenas se plantea.
Efectos paradojales
Aunque parezca simple comprender esta doble cara de las tecnologías, que por un lado benefician el acceso a la información y la comunicación y, por el otro dilapidan el contacto cercano, cara a cara, la cuestión parece morir en el debate sin que se le pueda hallar una solución saludable.
Para empezar, de algún modo, la licenciada en Sociología, Elizabeth Belligoi propone que nos ubiquemos en tiempo y espacio para entender un poco más sobre estos mecanismos.
“Primero tenemos que situarnos en esta sociedad en concreto, en este mundo neoliberal y globalizado que vivimos. Globalización que nos alcanzó a todos en mayor o menor medida, beneficiando mucho a algunos y a otros muy poco”, asegura.
“Es innegable que estos avances en tecnologías nos ayudan a mantenernos más comunicados pero al mismo tiempo, más incomunicados. Esta es la paradoja”, explica.
Es que esa comunicación que promueven todos y cada uno de los dispositivos tecnológicos que nos rodean es muy distinta de la que generamos cada vez que nos encontramos o nos reunimos con alguien en un espacio físico y compartimos determinados momentos.
“Estamos más comunicados vía Internet y celulares, pero cada vez hay menos contacto real, cara a cara. Lo que ha hecho esta invasión tecnológica es quitarnos el contacto directo con los amigos, los hijos, la familia”, asegura Belligoi, y agrega, “inclusive ha puesto a la familia en un nivel de incomunicación aún mayor”.
Es que aquello que sucede afuera se refleja siempre en casa y viceversa.
“Si bien el convidado de piedra en la mesa familiar ha sido el televisor, hoy es además el celular”, explica la socióloga. “Hay muchos padres que no pueden compartir cena o almuerzo con sus hijos, pero el problema es que cuando lo hacen, porque pueden, cada uno está en lo suyo, con su computadora, su celular, y a ello le sumamos la tele”.
Un combo perfecto para mantenernos ocupados en nosotros mismos, olvidando el mundo que nos rodea.
Acceso para todos, beneficios para pocos
Resulta complejo fijar los límites en donde lo bueno y lo malo de estos nuevos medios de comunicación sientan su brecha. Pero sí es palpable el hecho de que silenciosamente se promueve una tendencia del sujeto hacia el individualismo.
“Es una paradoja que tiene que ver con el S.XXI, que tiene que ver con esta invasión de la tecnología, que no tiene tan alto costo y permite que muchos chicos accedan. Una tecnología basura, que dura poco tiempo, que se actualiza constantemente y va engoblando uno de los principios que tiene que ver con el neoliberalismo y que es la individuadilad”, explica la profesional. “Justamente es el individualismo un factor que arrasa y demuele”, sentencia.
“Por un lado es beneficiosa: muchos chicos tienen sus netbooks en las escuelas, pueden acceder a un mundo diferente, que no conocían. Pero a la vez es peligroso cuando, por ejemplo, niños muy pequeños manejan los celulares de sus padres. Y esto, más allá del peligro, es una constante que se impone por sobre el acto de la lectura de un cuento. Se cambian estas actividades por lo que ofrece una tecnología”, reflexiona. “Me parece que esas cosas no se pueden perder, el contacto humano, el afecto”.
Belligoi ve como positivo el hecho de que las tecnologías faciliten el encuentro entre familiares o amigos que están lejos, permitiendo un contacto que siempre es reconfortante y placentero, excepto que se vuelva nuestro único medio o el más utilizado para interactuar.
“Yo digo que es peligroso en la familia. Es peligroso porque se pierde el contacto cara a cara. Cada uno está con su celular, respondiendo mensajes, comiendo sin saber si está comiendo o no, o cada uno encerrado en algún lugar de la casa sin producirse ese encuentro que es necesario y que es lo familiar”.
Donde hay un grupo de personas, hay indefectiblemente teléfonos celulares. Donde hay teléfonos celulares, hay gente que no se presta atención entre si por mirar su pantalla a cada instante o responder incesantes mensajes que caen con distintos sonidos, apartándonos de una charla, de una comida, de un café o de un simple silencio compartido.
“Es tentadora la oferta”, dice Belligoi sobre la irrupción de estos aparatos impensados que, por un lado nos abren al mundo y, por otro, nos cierran en lo más próximo, en lo más cercano. “Estamos cada vez más conectados con esta cantidad de tecnología que está a nuestro alrededor, y que sigo insistiendo, es parte de este modelo que demuele que es el neoliberalismo y lo que genera es mero individualismo”.
Según la licenciada, “estas son herramientas que sirven, pero no todo el mundo las usa del mismo modo. Si se usan como corresponde, para lo que se las necesita, puede ser positivo. Pero si la tecnología va a invadir tu vida, en realidad perdiste la vida y te volviste una máquina más”.
SOCIEDAD
Más conectados, menos comunicados: las consecuencias del uso abusivo de las TIC
Cómo influyen las nuevas tecnologías en la vida cotidiana y la comunicación de las personas. ¿Son buenas para el fortalecimiento de las relaciones humanas? El análisis de la socióloga juninense Elizabeth Belligoi.
COMENTARIOS