Advierten que todas las franjas etarias sufren los efectos de las pantallas.
Advierten que todas las franjas etarias sufren los efectos de las pantallas.
ADVIERTEN POR LOS EFECTOS EN EL DESARROLLO

Entre las pantallas y la vida real: la cotidianidad de las nuevas infancias y sus consecuencias

La nueva normalidad de muchos niños del siglo XXI es la de la conexión constante con la tecnología. Especialistas y profesionales dialogaron con Democracia acerca de una dinámica que se extiende en las familias modernas, preocupa a los padres, y tiene secuelas sobre los pequeños.

La tecnología es un actor fundamental de esta época que interviene en el estilo de vida, las rutinas, formas de aprendizaje y el entretenimiento. El uso de pantallas se ha extendido notablemente y no es extraño que los niños, preadolescentes y adolescentes se expongan a ellas mucho más de lo recomendado por especialistas.

En dicho escenario, la necesidad de trabajar en ello puertas adentro, en las escuelas y los consultorios se hace patente, como modo de hacer frente a los efectos que trae aparejado para el desarrollo y la socialización.

Democracia consultó a la profesora Natalia Mignacco, la licenciada en psicología Melina Carvia, y a las psicopedagogas Flavia Fermanelli y Alejandra Medina respecto al fenómeno que atañe a las infancias del nuevo siglo.

Efectos

Desde Espacio Trisquel, donde trabajan junto a las infancias, advirtieron que no es posible “pensar el uso de las pantallas desde una sola perspectiva”, puesto que, en el vínculo con la tecnología, también intervienen “las diversas etapas evolutivas, distintas configuraciones familiares, el contexto social, cultural y económico y las singularidades de cada sujeto”. 

No obstante, señalaron que es posible enumerar algunos de los efectos que las pantallas pueden generar en los niños. “En términos generales, se pueden visibilizar algunas consecuencias respecto a la posibilidad de no discernir entre lo virtual y lo real, alteraciones en el lenguaje, limitaciones de recursos para poder vincularse con el otro”, explicó Flavia Fermanelli, psicopedagoga del equipo.

Además, recordó que, más allá de la edad del pequeño, la exposición a los estímulos brindados por las pantallas e, incluso, su forma de interacción, “afecta a todas las etapas” y, “la escena más habitual es un cuerpo pasivo y adormecido frente a una pantalla que estimula constantemente”. 

En dicho sentido, Alejandra Medina, psicopedagoga que también es parte de Trisquel, explicó que la primera infancia es la franja más comprometida, puesto que implica “determinados desafíos en relación al neurodesarrollo”, siempre y cuando se trate de un uso extensivo e intensivo de la tecnología.

“Es necesario regular esta exposición a las pantallas y ofrecer experiencias alternativas en las que los niños puedan manipular, explorar, crear y construir a partir de los sentidos los objetos de conocimiento para promover aprendizajes sólidos y significativos”, destacó.

En cuanto a las franjas de mayor edad, la psicóloga Melina Carvia, que trabaja en la temática en dicho equipo interdisciplinario, señaló que incluso los adolescentes sufren los efectos de una vida junto a la tecnología multimediática. Es que, según explicó, se refuerza “la cultura de la imagen con intención comunicativa donde prevalecen los memes, los stickers, los emojis”, que predominan sobre las palabras y, por consiguiente, “esto impacta directamente en la capacidad comunicativa y la expresión verbal” 

Retomar el vínculo

La exposición de las infancias a las pantallas es un tema que concierne a muchas familias, y que preocupa a muchos padres y madres, que pujan entre el tiempo insuficiente de ocio para dedicar a los hijos y las “bondades” que aparenta tener la tecnología.

Por su parte, las especialistas consultadas destacaron la importancia de reforzar los vínculos interpersonales, propios de la vida real, para reemplazar el mundo digital, que, constantemente, seduce a los usuarios con estímulos visuales y sonoros, y la ilusión de la conexión continua como única forma de entretenimiento. 

“Frente a esta realidad es fundamental, sobre todo en la primera infancia, la presencia del adulto como mediador, regulador entre lo virtual y lo real”, señaló Fermanelli y su colega, Medina, destacó que, a pesar de las extendidas jornadas laborales y el escaso tiempo reservado a la vida privada, es necesario “pensar en términos de calidad de tiempo para acompañar a las infancias y adolescencias, ya que ningún soporte tecnológico puede sustituir lo vincular”.

Asimismo, dichas premisas implican una dificultad aún mayor cuando se trata de vínculos establecidos con personas ajenas a la familia. Natalia Mignacco, profesora de matemáticas de las escuelas secundarias N° 14 de Agustina y N° 2 de Morse, explicó que, en su trabajo con preadolescentes y adolescentes, el diálogo es el medio por el cual logra que la tecnología quede en segundo plano, al menos en sus clases. “Los chicos son inteligentes, saben que las consecuencias repercuten en su aprendizaje”, afirmó, y destacó que “la clase se lleva con total normalidad” gracias a las pautas establecidas en el aula. 

No se trata sólo de prohibir, sino de volver a empezar. Una vez más, el vínculo, la base de todo.

El desafío en las aulas

De acuerdo a las especialistas consultadas, la escuela es “otra institución, además de la familiar, que debe acompañar esta realidad”, y, al respecto, señalaron que ello implica “desafíos en la institución educativa para adaptar las nuevas tecnologías a las metodologías de enseñanza se vienen gestando hace tiempo”.

En cuanto al trabajo frente al pizarrón, Natalia Mignacco destacó que “la enseñanza es algo que debe replantearse siempre, porque un profesor que no aprende no puede enseñar”, respecto a la adaptación al nuevo escenario inaugurado hace pocos años e impulsado por la pandemia.

Pero la docente no descree de la tecnología, y considera que “una cosa no quita a la otra”, siempre y cuando el único norte sea el bien de los alumnos y el aprendizaje. En dicho sentido, destacó el rol del adulto responsable para mediar el uso de las pantallas, “una herramienta muy valiosa para trabajar en el aula”, pero advirtió que “los niños no son todos iguales y no aprenden al mismo ritmo”.

“Está en nuestras manos como docentes que repercuta de manera positiva, ya que somos quienes conducimos el aprendizaje y se trata de realizar un uso adecuado”, agregó.

Desde Espacio Trisquel, las especialistas enfatizaron en la importancia de “repensar la escuela en relación a las nuevas infancias”, puesto que recordaron que se trata de una institución nacida como “proyecto de modernidad”, y con “otros supuestos, otros fines educativos y otros alumnos”. Indudablemente, el nuevo escenario inaugurado por las tecnologías obliga a una revisión crítica de muchas prácticas.

Consultada respecto a las estrategias empleadas en las aulas, Natalia señaló que “todo se puede cambiar si el fin es el bien para los alumnos” y, por ello, cada cuatrimestre replantea su trabajo en las aulas para que continúe siendo efectivo.

“He cambiado estrategias, libros, contenidos, manera de sentarnos. También inventamos otras herramientas, creamos proyectos y salimos de las aulas”, explicó la docente, que, aún así, no dejó de utilizar el compás, la regla, el transportador y la escuadra, y prefiere los libros en papel a la incorporación de las pantallas en las clases.

En el consultorio

El trabajo con especialistas es, generalmente, donde afloran los efectos colaterales que implica el uso continuado de las pantallas. Al respecto, la psicóloga Carvia destacó que “es relevante comprender que desde la niñez se necesita acompañar el manejo de la tecnología”, aunque señaló que, en su espacio interdisciplinario, donde trabajan con infancias a diario, “el uso de las pantallas no es un motivo de consulta directo”.

La clave también estriba en no naturalizar conductas o actitudes que no son propias de los niños o adolescentes, y, más bien, son un indicativo de que existe un abuso del tiempo de exposición a las pantallas. Al respecto, la psicopedagoga Fermanelli señaló que “es una temática que preocupa a las familias y cuando surge se aborda considerando las particularidades de cada situación”.

Por su parte, la psicopedagoga Medina hizo alusión a la incompatibilidad de tiempos entre el mundo real y las tecnologías, lo que supone ciertos obstáculos al trabajo en el consultorio. “No hay concordancia entre la necesidad de inmediatez que caracteriza a la tecnología y los tiempos reales donde la resolución de conflictos, los análisis de demanda, y la construcción de respuesta, propios de los espacios terapéuticos, conllevan otra espera”, destacó. 

La tecnología atraviesa al mundo moderno de forma inexorable, y ello también genera cambios importantes en el estilo de vida, las rutinas, formas de aprendizaje y el divertimento.

No caben dudas de que es imposible negarla como un actor fundamental de esta época, pero ello no implica obviar la necesidad de trabajar con los más pequeños ante los efectos que trae aparejado su uso continuo.

La clave radica en comprender que, tal como señalaron desde Espacio Trisquel, la tecnología “no es en sí misma negativa, sino que la influencia desfavorable tiene que ver con un uso desregulado”.

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