¿Adicción? No todos están de acuerdo

Hace aproximadamente un año un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford llevó a cabo un estudio para investigar el porcentaje de jugadores adictos a los videojuegos. El trabajo, publicado en American Journal of Psychiatry, encontró que solo el 2 o 3% de los 19 mil hombres y mujeres encuestados admitieron haber experimentado cinco o más de los síntomas preocupantes. A principios del año que acaba de terminar, cuando se supo que la OMS meditaba incluir los juegos digitales como posible origen de trastornos mentales, un grupo de especialistas publicó un artículo en el que criticaban seriamente la idea. “Las preocupaciones sobre los comportamientos de juego problemáticos merecen toda nuestra atención”, decían, aunque aclaraban en el mismo párrafo: “no está nada claro que estos problemas puedan o deberían atribuirse a un nuevo trastorno”.
A partir de ahí, señalaban sus dudas sobre la calidad de la base de investigación y la falta de consenso sobre los síntomas a tener en cuenta. Por ello, creían que esta idea “tiene repercusiones negativas en materia médica, científica, de salud pública y social” por el pánico moral que puede provocar o la “aplicación prematura del diagnóstico en la comunidad médica y el tratamiento de casos falsos positivos abundantes, especialmente para niños y adolescentes”. Por todo ello, concluían que la clasificación “debe eliminarse para evitar el desperdicio de recursos de salud pública y para evitar causar daños a los videojugadores sanos de todo el mundo”.

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