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NUEVOS ESTUDIOS

El estrés dispara casos de obesidad

El desequilibrio hormonal que se produce ante un cuadro de este tipo, dicen, es la puerta de entrada a la gordura.

La popular creencia que dice que al estar nerviosos nos alimentamos más y peor, parecería tener rigor científico a la luz de las nuevas investigaciones que señalan al aspecto emocional como principal origen de la obesidad.
¿Engorda estar estresado? Un estudio reciente de la Universidad de Yale y la inminente edición de un trabajo sobre el tema vienen a analizar la cuestión con la misma respuesta: sí.
El estrés es fuente de muchos desequilibrios en el organismo, y uno de ellos es un apetito casi constante y una atracción especial por ingerir muchas calorías, con la vana esperanza de evitar el cansancio que sentimos, y que alterna con periodos de gran actividad en los que también nos da por comer a todas horas.
Cuando se atraviesan épocas de estrés se probó que el cuerpo libera una hormona denominada hidrocortisona, que favorece que la grasa corporal se acumule en la zona central de la anatomía.
Así lo explica el estudio norteamericano, en el cual se detalla que las mujeres con grasa abdominal se sienten más amenazadas por las tareas estresantes, las desempeñan peor y segregan sistemáticamente más hidrocortisona, en comparación con otras que no tienen acumulaciones de grasa en esa zona del cuerpo. Las mujeres con grasa abdominal también se describen a sí mismas con “más estados de ánimo negativos y niveles más elevados de estrés vital”, explica la psicóloga Elissa Epel, a cargo del estudio.
Según la experta, “una mayor exposición al estrés vital o una vulnerabilidad psicológica al estrés puede explicar el aumento de reactividad de la hidrocortisona. A su vez, la exposición a la hidrocortisona puede llevar a acumular más grasa abdominal”.
La hidrocortisona no es la única hormona relacionada con el estrés crónico y el sobrepeso. También repercuten en la balanza el cortisol, la adrenalina y la norepinefrina: tres hormonas que se liberan en el organismo para estimularlo y prepararlo física y mentalmente para el esfuerzo adicional de luchar o huir ante una amenaza, un conflicto, una pérdida u otras situaciones de estrés.

Nuevas miradas

“Cuando se produce estrés se genera un desequilibrio hormonal importante -explica el nutricionista local Norberto Russo-, y no se puede pasar por alto la disminución de la serotonina, que produce a su vez ansiedad, depresión y compulsión a los hidratos de carbono.
El estrés, no tengo dudas, es determinante para empezar a entender cómo se originan muchos casos de obesidad”.
Lo que dice Russo entra en sintonía con una tendencia mundial en materia de tratamientos contra la obesidad, según la cual no se puede pasar por alto los aspectos emocionales que motivan determinada conducta alimenticia.
Sobre esto, la inminente edición de “Obesidad Emocional” -un trabajo elaborado conjuntamente por la nutricionista Diana Andere Portas y el psicoanalista español Enrique Sánchez Lores- reinstaló en los últimos días el debate sobre el origen psíquico que determina ciertos hábitos alimentarios.
“Obesidad emocional es un término que utilizamos en el libro para explicar la razón de que algunas personas tienden a comer por motivos psicológicas o emocionales, hecho que las lleva al sobrepeso. Es decir, muchas veces, a pesar de nuestros intentos por adelgazar, existen motivos emocionales que nos impiden conseguirlo. Por ejemplo, hay personas que comen por estrés, ansiedad, nervios, tristeza, depresión; estas emociones tienen un trasfondo psicológico que se debe atender para dejar de refugiarse en la comida y así combatir el sobrepeso”, explica la experta.
El comer en exceso, se sabe, trae un repertorio de problemas: obesidad, problemas cardíacos (colesterol y triglicéridos altos, hipertensión), diabetes tipo 2, problemas en articulaciones como osteoartritis, problemas en el hígado y vesícula biliar, problemas ginecológicos, problemas respiratorios y hasta ciertos tipos de cáncer, por mencionar algunos.
Esas son las complicaciones para el cuerpo. Sin embargo, cuando hablamos de la mente, cuando una persona no sabe por qué le cuesta tanto trabajo dejar de comer o por qué come en ciertos momentos difíciles de su vida, “la obesidad emocional es la consecuencia, no la causa.
Para que alguien tenga este comportamiento patológico con la comida es porque está sufriendo de un mal mayor que, muy probablemente, no pueda identificar porque es de naturaleza inconsciente”, enfatiza Andere. En opinión de Russo, en tanto, esta nueva mirada que se tiene sobre la enfermedad “determinó un vuelco fundamental en la forma que se tiene de abordar al obeso. Ahora se indaga en su historia, se trata de rastrear ese shock emocional que disparó la obesidad.
Pero esto, claro, debe estar acompañado de un trabajo integral, sin dietas restrictivas que generen mayor estrés pero incorporando técnicas alimenticias que permitan corregir una conducta dañina”. 

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