PARQUE DE LA MEMORIA
Un recorrido para gritar "Nunca más"
Mirando hacia el Río de la Plata, el Parque recuerda la violencia del terrorismo de Estado y nos lleva a reflexionar sobre quiénes fuimos y quiénes somos.
El Parque de la Memoria es un espacio que invita a rememorar, intentar entender, llorar, emocionarse, pero por sobre todo es un impresionante monumento que grita "Nunca más".
El parque recibe a los visitantes en el predio ubicado en Rafael Obligado 6745 (adyacente a Ciudad Universitaria) en la Ciudad de Buenos Aires, junto al río. La calma de las 14 hectáreas por la que se extiende el Parque resulta perfecta para honrar a esas miles de víctimas del terrorismo de Estado que sufrió el país. Y al mismo tiempo la luminosidad del cielo y el río parecen augurar que aquellos tiempos no regresarán.
La creación
El proyecto Parque de la Memoria – Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado surgió por iniciativa de 10 organismos de Derechos Humanos, que fue presentada a los legisladores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 10 de diciembre de 1997. El apoyo fue inmediato, y comenzó el trabajo que constituyó una experiencia inédita de participación de distintos sectores para la concreción de un objetivo común.
El proyecto se convirtió, el 21 de julio de 1998 en la Ley 46 de la Ciudad de Buenos Aires, por la que se dispuso la construcción del Parque de la Memoria y del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, que fue diseñado por el Estudio Baudizzone-Lestard-Varas y los arquitectos asociados Claudio Ferrari y Daniel Becker.
Pero el Parque no es simplemente un espacio abierto, sino que una serie de instalaciones artísticas lo han poblado de significados.
Un larguísimo muro que corta al predio, como una cruenta herida de forma zigzagueante es el más impresionante Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. Su disposición en rampas cruza el espacio en dirección al río, en ese muro pueden leerse todos los nombres de los desaparecidos, agrupados alfabéticamente por año de la desaparición y en el que además figura la edad que tenía la víctima en ese momento. Es escandaloso e imposible de leer de cabo a rabo la cantidad de nombres que están grabados en las plaquetas de piedra, y es más aterrador aún pensar que esos nombres son solo aquellos que han podido confirmarse. Por eso el muro es móvil, y las placas pueden retirarse o agregarse, si un cuerpo aparece la placa puede retirarse, porque ya no es un desaparecido. Pero también, un nombre puede agregarse cuando se tienen datos chequeados sobre algún caso de desaparición hasta el momento no confirmado, en definitiva: los desaparecidos están, son, tienen nombre, y aunque no se han rescatado sus cuerpos, su memoria permanece allí grabada en la piedra.
Otras obras
Recorrer el Parque es asomarse a la interpretación artística sobre el terrorismo de Estado. La obra sin título de Roberto Aizemberg representa a los tres hijos desaparecidos de su pareja entre 1976 y 1977. Son siluetas geométricas enormes que transmiten una sensación fortísima de vacío.
Nicolás Guagnini desarrolló con unos postes su obra 30.000, que por medio de un juego óptico representa la imagen de su padre, o la multiplicación de la misma.
Pensar es un hecho revolucionario de Marie Orenzanz es una enorme pieza de hierro donde el nombre de la obra se puede leer en calado y con una fractura en el medio.
En tanto Victoria de William Tucker es una figura geométrica de hormigón blanco y piedra partida que simboliza la vida truncada de los desaparecidos... pararse a su lado intimida.
Quizás la más impactantes de las obras sea Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, de Claudia Fontes, que está emplazado en el río, exactamente sobre el agua, está hecha de acerco inoxidable, y representa a Pablo Míguez, desaparecido a los 14 años, pero por la ubicación, está de espaldas a la costa, y por el reflejo del agua, a veces es visible y otras casi se convierte en un espejismo. Pablo fue arrojado a las aguas del Río de la Plata, y provoca escozor verlo emerger de ese mismo río.
El Monumento al escape de Dennis Oppenheim representan los centros de detención clandestinos, pero liberados, y convertidos en arte.
Todas estas obras fueron seleccionadas a través de un riguroso concurso. Aún faltan emplazar otras diez.
Por último A los derechos humanos de León Ferrari cedida en comodato por la Fundación Augusto y León Ferrari - Arte y Acervo, es una escultura sonora en la que se pueden crear hechos musicales, visuales y táctiles.
"El Parque de la Memoria no busca cerrar heridas ni suplantar la verdad o la justicia, aspira a consolidarse como un lugar donde sea posible recuperar parte de la dimensión existencial de estas ausencias, rescatar lo mejor de aquellos ideales por los que se luchaba y lograr un espacio en el cual la educación, el aire, y la cultura sean las herramientas estimuladoras que mantengan viva la memoria", reza el folleto del lugar y no se equivoca.
El parque recibe a los visitantes en el predio ubicado en Rafael Obligado 6745 (adyacente a Ciudad Universitaria) en la Ciudad de Buenos Aires, junto al río. La calma de las 14 hectáreas por la que se extiende el Parque resulta perfecta para honrar a esas miles de víctimas del terrorismo de Estado que sufrió el país. Y al mismo tiempo la luminosidad del cielo y el río parecen augurar que aquellos tiempos no regresarán.
La creación
El proyecto Parque de la Memoria – Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado surgió por iniciativa de 10 organismos de Derechos Humanos, que fue presentada a los legisladores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 10 de diciembre de 1997. El apoyo fue inmediato, y comenzó el trabajo que constituyó una experiencia inédita de participación de distintos sectores para la concreción de un objetivo común.
El proyecto se convirtió, el 21 de julio de 1998 en la Ley 46 de la Ciudad de Buenos Aires, por la que se dispuso la construcción del Parque de la Memoria y del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, que fue diseñado por el Estudio Baudizzone-Lestard-Varas y los arquitectos asociados Claudio Ferrari y Daniel Becker.
Pero el Parque no es simplemente un espacio abierto, sino que una serie de instalaciones artísticas lo han poblado de significados.
Un larguísimo muro que corta al predio, como una cruenta herida de forma zigzagueante es el más impresionante Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. Su disposición en rampas cruza el espacio en dirección al río, en ese muro pueden leerse todos los nombres de los desaparecidos, agrupados alfabéticamente por año de la desaparición y en el que además figura la edad que tenía la víctima en ese momento. Es escandaloso e imposible de leer de cabo a rabo la cantidad de nombres que están grabados en las plaquetas de piedra, y es más aterrador aún pensar que esos nombres son solo aquellos que han podido confirmarse. Por eso el muro es móvil, y las placas pueden retirarse o agregarse, si un cuerpo aparece la placa puede retirarse, porque ya no es un desaparecido. Pero también, un nombre puede agregarse cuando se tienen datos chequeados sobre algún caso de desaparición hasta el momento no confirmado, en definitiva: los desaparecidos están, son, tienen nombre, y aunque no se han rescatado sus cuerpos, su memoria permanece allí grabada en la piedra.
Otras obras
Recorrer el Parque es asomarse a la interpretación artística sobre el terrorismo de Estado. La obra sin título de Roberto Aizemberg representa a los tres hijos desaparecidos de su pareja entre 1976 y 1977. Son siluetas geométricas enormes que transmiten una sensación fortísima de vacío.
Nicolás Guagnini desarrolló con unos postes su obra 30.000, que por medio de un juego óptico representa la imagen de su padre, o la multiplicación de la misma.
Pensar es un hecho revolucionario de Marie Orenzanz es una enorme pieza de hierro donde el nombre de la obra se puede leer en calado y con una fractura en el medio.
En tanto Victoria de William Tucker es una figura geométrica de hormigón blanco y piedra partida que simboliza la vida truncada de los desaparecidos... pararse a su lado intimida.
Quizás la más impactantes de las obras sea Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, de Claudia Fontes, que está emplazado en el río, exactamente sobre el agua, está hecha de acerco inoxidable, y representa a Pablo Míguez, desaparecido a los 14 años, pero por la ubicación, está de espaldas a la costa, y por el reflejo del agua, a veces es visible y otras casi se convierte en un espejismo. Pablo fue arrojado a las aguas del Río de la Plata, y provoca escozor verlo emerger de ese mismo río.
El Monumento al escape de Dennis Oppenheim representan los centros de detención clandestinos, pero liberados, y convertidos en arte.
Todas estas obras fueron seleccionadas a través de un riguroso concurso. Aún faltan emplazar otras diez.
Por último A los derechos humanos de León Ferrari cedida en comodato por la Fundación Augusto y León Ferrari - Arte y Acervo, es una escultura sonora en la que se pueden crear hechos musicales, visuales y táctiles.
"El Parque de la Memoria no busca cerrar heridas ni suplantar la verdad o la justicia, aspira a consolidarse como un lugar donde sea posible recuperar parte de la dimensión existencial de estas ausencias, rescatar lo mejor de aquellos ideales por los que se luchaba y lograr un espacio en el cual la educación, el aire, y la cultura sean las herramientas estimuladoras que mantengan viva la memoria", reza el folleto del lugar y no se equivoca.