Francisco Wichter, uno de los pocos judíos sobrevivientes de la famosa lista de Schindler, murió a los 99 años en Buenos Aires. Nacido en Polonia en 1926, Wichter llegó a Argentina tras la Segunda Guerra Mundial, luego de perder a sus padres y cinco hermanos, víctimas del nazismo. Durante la guerra, pasó por varios campos de concentración, pero su vida fue salvada por Oskar Schindler, el empresario alemán que rescató a cientos de judíos.
Su nieto, Tomás, compartió la triste noticia a través de un mensaje en el que destacó el trabajo de su abuelo por transmitir su historia: “Te cuento que falleció mi abuelo, quien dedicó gran parte de su vida a contar su historia y legado. Si su muerte ayuda a mantener viva su memoria, bienvenido sea”.
Un comienzo marcado por la tragedia
Wichter creció en una familia judía en un pequeño pueblo de Polonia. Su infancia estuvo llena de momentos felices con sus hermanos Hanka, Rosa, Zlota, Sara y Elías, hasta que todo cambió con la invasión nazi en 1939. En su recuerdo, relató que estaba a punto de empezar el colegio cuando Hitler llegó a su país: “Quería comenzar la escuela, pero en lugar de eso, la guerra invadió mi vida”, recordó en una entrevista con el diario Clarín.
A los 13 años, Francisco fue deportado a un campo de concentración. Eventualmente, llegó a la fábrica de Oskar Schindler, un rescate que cambiaría su destino.
La lista de Schindler: un rayo de esperanza en medio del infierno
Wichter llegó a la fábrica de Schindler en 1944, después de ser transferido del campo de concentración de Plaszow. Allí, junto con otros prisioneros, fue incluido en la famosa "Lista de Schindler", un grupo de hombres y mujeres que, a pesar de estar en un ambiente de trabajo forzado, recibieron mejores condiciones que el resto de los prisioneros.
"En la fábrica, no nos faltaba comida, y aunque no teníamos ropa ni nombres propios, las condiciones eran más humanas. Emilie Schindler, la esposa de Oskar, incluso conseguía medicamentos para los enfermos", recordó. Las condiciones, aunque duras, estaban lejos de ser las de los otros campos de concentración.
A pesar de la escasez de recursos y el trabajo forzado, Schindler se ganó la confianza de sus empleados a través de actos de humanidad, como enviar regalos a los nazis para burlar las inspecciones y permitir que los prisioneros sobrevivieran un poco más. En su tiempo trabajando en la fábrica, Wichter y sus compañeros apenas produjeron un vagón de balas, que fue rechazado. Pero la sobrevivencia de los prisioneros fue la verdadera victoria.
El final de la guerra: un momento de libertad y miedo
El 7 de mayo de 1945, Wichter y sus compañeros se reunieron en el patio de la fábrica para escuchar, a través de la radio, el anuncio de la rendición incondicional de Alemania por parte de Winston Churchill. “Oskar nos agradeció por el esfuerzo y nos dijo que éramos libres. Atravesamos el portón con emociones encontradas: felicidad y miedo”, recordó Wichter.
Una semana después, en libertad, emprendió su viaje a Buenos Aires junto a su esposa Hinda, otra sobreviviente del Holocausto.
Una nueva vida en Argentina y un legado de testimonio
En Buenos Aires, Wichter comenzó de nuevo. Se estableció como relojero, formó una familia y tuvo dos hijos, seis nietos y ocho bisnietos. A pesar de la tranquilidad que encontró en Argentina, mantuvo su pasado oculto durante muchos años. Fue la película La lista de Schindler (1993) de Steven Spielberg la que lo impulsó a contar su historia.
En una entrevista con La Nación, Wichter relató cómo, tras ver la película, salió a caminar por la calle con la mente llena de recuerdos. Fue en ese momento que decidió compartir su testimonio. Lo hizo primero en los medios y luego en su libro Undécimo mandamiento: testimonio del sobreviviente argentino de la lista de Schindler, publicado en 1998. Desde entonces, dedicó el resto de su vida a hablar sobre su experiencia y educar a nuevas generaciones sobre los horrores del Holocausto.
El valor de recordar: un testimonio que perdura
Francisco Wichter fue mucho más que un sobreviviente. Su vida fue un testimonio de la resistencia del espíritu humano frente a la barbarie. Su historia sigue siendo un recordatorio de que nunca debemos olvidar los horrores del pasado y la importancia de trabajar por un futuro de paz y respeto.
Al fallecer, deja un legado invaluable: el de un hombre que nunca olvidó su pasado y que, a través de su voz, permitió que el mundo recordara lo que el odio y la intolerancia pueden hacer. Hoy, su historia sigue viva, no solo a través de su familia, sino en los corazones de todos aquellos que lo escucharon y aprendieron de su experiencia.
COMENTARIOS