El caso del mono “Coco” alertó a los especialistas
ANIMALES SILVESTRES EN CAUTIVERIO

El caso del mono “Coco” alertó a los especialistas

Encerrado en un armario sin luz ni agua, su caso reinstaló las amenazas de esta práctica ilegal

“Coco”, un mono carayá que había sido reducido a cautiverio por su dueña, quien lo tenía como mascota encerrado en un armario y fue rescatado días atrás durante un allanamiento en una vivienda del barrio porteño de Belgrano R, volvió a instalar el tema del mascotismo, sobre lo que especialistas y funcionarios coincidieron en la necesidad de erradicar el uso de animales silvestres como mascotas, y advirtieron la amenaza que esta práctica ilegal supone para la fauna silvestre y la salud pública.

“Todo animal de silvestría reducido a cautiverio es condenado a morir desde el momento en que se los extrae de su hábitat”, expresó Martín Kowalewski, biólogo, antropólogo y presidente de la Asociación de Primatología Argentina (Aprima). El mascotismo, o la tenencia ilegal de animales silvestres como mascotas “de compañía”, es una práctica prohibida en Argentina por la Ley 22.421 de Conservación de la Fauna, y por diversas normativas provinciales, debido a los irreparables daños que genera en los animales, en el ecosistema y potencialmente en la salud pública.

Sin embargo, la práctica continúa en la ilegalidad, afectando más comúnmente a las aves como el cardenal amarillo, el tucán y el loro hablador, tortugas terrestres, monos, felinos y algunos mamíferos marinos.

Según las estimaciones de organizaciones proteccionistas, más de 100 especies de aves, 20 de reptiles y 15 de mamíferos son afectadas en Argentina por el tráfico de fauna, y de todas ellas alrededor de 20 entran en una categoría de amenaza de extinción.

Tal es el caso del mono carayá, que se encuentra en la categoría de peligro crítico en el noreste de Corrientes y Misiones, situación que el biólogo tachó de “irrecuperable”.

Y la semana pasada, “Coco”, un ejemplar de esa especie, fue rescatado en condiciones de abandono durante un allanamiento realizado en una vivienda del barrio porteño de Belgrano R por la Policía de la Ciudad. Al respecto, Kowalewski manifestó que “es urgente que la sociedad entienda que los animales silvestres no son mascotas, y que tenerlos como a los perros o los gatos, que a partir de diferentes procesos aprendieron a vivir bien con los humanos, en estos casos genera graves consecuencias para el animal y el ambiente”.

Asimismo, el especialista hizo especial hincapié en comprender que detrás de la tenencia de un mono en una casa hay tráfico ilegal de animales silvestres, considerado mundialmente como “uno de los comercios de mayor rédito económico, detrás del tráfico de drogas y armas”.

Según los datos del Fondo Mundial para la Naturaleza, este negocio delictivo mueve entre “7.000 y 23.000 millones de dólares al año en el mundo”, dejando el cruento saldo de nueve animales muertos de cada diez que se intentan vender, a causa de las condiciones de transporte de las crías en baúles, cajas, zapatillas o incluso termos. En tanto, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo sustentable señala que las estimaciones del volumen del negocio del tráfico ilegal de animales alcanza entre 15 y 20 mil millones de dólares estadounidenses al año.

De acuerdo a los especialistas, el mascotismo supone un riesgo muy alto de transmisión de patógenos zoonóticos a los humanos y, a la inversa, enfermedades de la ciudad al monte, propiciando el surgimiento de “enfermedades imprevisibles”, que pueden derivar en un serio problema de salud pública como la pandemia por el Covid-19.

“Desde el punto de vista ecológico también es nefasto porque se reducen las poblaciones en los ambientes naturales y se pierde el rol ecológico de estas especies en el ambiente”, explicó Sebastián Di Martino, encargado de diferentes proyectos de reintroducción de especies extintas desde la Fundación Rewilding Argentina.

Por otra parte, el biólogo Kowalewski consideró que “hay que avanzar con la creación de alternativas laborales para un sector de la sociedad muy vulnerable, en muchos casos lugareños desplazados de sus propios montes, que toman esta actividad como una forma errónea de supervivencia, cuando en verdad las mayores ganancias se las quedan los intermediarios, y que se aplique la Ley de Educación Ambiental, promulgada en junio de este año, para desfavorecer el consumo de todo tipo de animales silvestres, ya que, como todo negocio, sin compradores, no hay tráfico”.

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