Reina reciclada: el vestuario de Máxima, más clásicos que estrenos
MODA ENTRE CASTILLOS, POLÍTICOS Y ACTOS PÚBLICOS

Reina reciclada: el vestuario de Máxima, más clásicos que estrenos

En representación de la corona holandesa, nuestra coterránea mostró en una semana de eventos oficiales la versatilidad de su estilismo, donde la mayoría fueron aciertos aunque hubo fallidos

Y un día volvieron las tiaras… porque, aunque sea un mal menor entre tanta tragedia, para los seguidores del mundo royal estos dieciséis meses sin cenas de gala ni grandes joyas nos provocaron síndrome de abstinencia. Pero por suerte llegó nuestra Máxima a rescatarnos.
La semana que pasó, del lunes 5 al miércoles 7 de julio, los reyes de los Países Bajos realizaron una visita de estado a Alemania. Las visitas de monarcas a otros países, sean éstos repúblicas o monarquías, sirven para estrechar lazos y cerrar tratados económicos. Porque aunque la cara visible es el rey, éste va acompañado por ministros y asesores que son los que realmente “trabajan”. La agenda difiere un poco según la visita sea oficial o de estado pero básicamente comienza con una bienvenida en la casa de gobierno, reuniones de presentación y una cena de gala para la primera jornada. El segundo día se suelen hacer visitas a centro culturales, alguna inauguración y a la noche un concierto en el que la pareja real que está realizando la visita es la anfitriona. No suelen durar más de tres días así que el tercer día finaliza con una reunión con las comunidades inmigrantes y una reunión de despedida.

Todo este periplo, y más si se trata de Máxima, conlleva varios cambios de vestuario, algún que otro estreno y la mejor de la excusas para sacar a pasear joyas históricas. Así que es momento de comenzar a repasar cada uno de los outfits con que nos sorprendió la reina.
El lunes pasado cuando Guillermo Alejandro y Máxima bajaron el avión el clima de Berlín no podía ser peor: mucho viento y copiosa lluvia que solo era soportable porque hacía 26 grados de temperatura. Aunque la idea era que el rey piloteara el avión, como suele hacerlo cuando las distancias son cortas, el mal tiempo hizo que tuviera que conformarse con viajar como copiloto. En cuanto los reyes aparecieron por la puerta dispuestos a bajar la escalerilla, un asistente se dispuso a abrir un paraguas para protegerlos. Con tanta mala suerte que el paraguas se dio vuelta, se rompió y casi se lo incrusta a Guillermo Alejandro en la cara. Por suerte el rey estuvo rápido de reflejos y lo esquivó.
Clae el incidente fue casi imperceptible ya que todos los ojos estaban puestos en la reina Máxima. Y es que no podía lucir más bella. Llevaba un vestido fabuloso de cuello redondo y sin mangas, con top ajustado al cuerpo y falda con volumen y bajo irregular. Diseñado por la casa belga Natan en fondo blanco, lo más llamativo era que estaba intervenido con líneas sutiles en ocre, azul y morado y unas pocas mariposas y abejas entremezcladas. La prenda pertenece a una colección cápsula que Natan hizo con el artista argentino Pablo Piatti. No se trata de un diseño textil sino que el vestido (así con pantalones y otras prendas que conforman la colección), fue pintado una vez que se hubo confeccionado. Piatti ha desarrollado toda su carrera en Europa y es muy famoso por sus diseños para ropa y decoración, la mayoría de ellos con inspiración oriental y motivos florales. Máxima completó el atuendo con un casquete blanco al que se le cosió el mismo motivo del vestido.
A pesar de que el conjunto desentonaba bastante con el gris del cielo y tuvo que ponerse un saquito en más de una ocasión, Máxima se mantuvo impecable todo el día.
Visitó, junto a su esposo, al presidente alemán y a su esposa. Luego fueron al centro cultural Ana Frank, a la puerta de Brandemburgo y a rendir homenaje a los caídos en la guerra. Ya en solitario, la reina mantuvo una reunión en el que se habló de la cooperación germano-holandesa sobre oncología infantil.
Si se cansó o si le salieron ampollas en los pies después de un día subida a tacos de diez centímetros, no lo demostró y luego de una breve pasada por el hotel reapareció con todos los brillos.

Para la cena de gala Máxima repitió un traje de Jan Taminiau que había estrenado en 2017 para los 50 años del rey y que llevó también para el cumpleaños del príncipe Federico de Dinamarca. Es un vestido de tul color malva con un solo hombro y una pequeña cola. Pero su mayor riqueza está en el bordado, inspirado en los tapices que adornan el Hall japonés del Palacio Huis ten Bosch. Se trata de pequeñas flores en color violeta y cañas de bambú en dorado. El bambú, en el lenguaje visual japonés, representa sabiduría y vitalidad, porque el bambú se dobla, pero nunca se rompe. Todo un manifiesto en un solo vestido. Y mucho más si es acompañado con fabulosas joyas históricas. Para la ocasión Máxima llevó la tiara Stuart, diseñada y confeccionada en Alemania. Esta tiara, que perteneció a la reina
Emma, tatarabuela Guillermo Alejandro, es bastante versátil y sus diamantes pueden desmontarse y montarse en otras joyas. En Alemania Máxima la llevó en su versión más sencilla y los grandes diamantes de los costados fueron engarzados en sendos pendientes.
El martes era el día del gran encuentro con Ángela Merkel, quien rige los destinos de Alemania desde hace 16 años. No es la primera vez que se ven ya que tanto Guillermo Alejandro, por sus funciones como jefe de estado, como Máxima, como asesora de la ONU, han coincidido con Merkel en diversos foros, investiduras y funerales. Aunque esta reunión es significativa porque tal vez sea la última ya que la canciller se retira de la función pública dentro de tres meses.
Son innumerables las virtudes de Ángela pero entre ellas no se encuentra ni la sofisticación ni el glamour a la hora de elegir qué ponerse. Tampoco lo necesita ya que con sus trajecitos de buen corte de pantalón y chaqueta ha sido durante años la mujer más poderosa del mundo. Su única concesión es la de cambiar el negro o el gris por algún color más llamativo. Por eso en esta visita el contraste es tan impresionante. Porque ante la frugalidad de la alemana, Máxima, en su segundo día, podría haber elegido algo más discreto.
Pero no. El vestido estaba bien… un Natan color caramelo ya conocido. Tiene algunas transparencias, es vaporoso pero sencillo y adecuado.
El tema fueron los accesorios. En la cabeza llevaba un fascinator de Berry Rutgers que había estrenado en Ascot hace un par de años. Claro que en Ascot había pasado casi desapercibido pero semejante profusión de hojas otoñales en un tocado que dobla en volumen su propia cabeza se veía a todas luces, exagerado. Para colmo se puso unos zapatos de Gianvito Rossi que a sus 1,78 metros de estatura le sumaban 11 centímetros. Zapatos que aguantó con estoicismo durante todos los actos del día que fueron muchos y variados: simposios, visitas a museos, reuniones.
Por la noche los reyes fueron anfitriones de la gala de contraprestación. Así se llama al evento que tiene lugar una de las noches de las visitas de estado. En general se trata de un concierto o una función de teatro a la que sigue un cóctel y en la que los monarcas son los anfitriones y agradecen los buenos oficios del país que los está acogiendo. Para esta ocasión Máxima estuvo vaporosa pero muy discreta.

Tal vez para compensar… Llevó un vestido que había estrenado hace 10 años en la boda de Charlene y Alberto de Mónaco. Es un Valentino color celeste confeccionado en encaje y con volados en seda plisada. Lo que sí impresionó fue lo que llevaba en su cuello: un collar artdecó de aguamarinas que la reina Juliana había recibido de regalo en 1930. El cinturón también cerraba con una piedra del mismo conjunto del collar. No podemos poner ni un pero al outfit del martes a la noche. Estaba espectacular.
El miércoles amaneció lluvioso y triste. Pero no solo por el clima sino también porque nada más despertar los reyes recibieron la noticia de que el periodista Peter R. de Vries había sido atacado en Amsterdam y luchaba por su vida.
El día comenzó con un discurso del rey en defensa de la libertad de prensa.
La reina volvió a demostrar que la lluvia no la acobardaba y volvió a lucir vaporosa con un vestido-túnica de Natan que ya había estrenado el año pasado en Indonesia, última visita al extranjero que realizó antes de la pandemia. Son metros y metros de crêpe georgette estampado verde grisáceo que combinó con cinturón, zapatos, guantes, cartera y capelina en colores tierra. El cabello recogido hizo que resaltaran aún más los aros que eligió. Pertenecen a la colección Gipsy del joyero danés Ole Lynggaard. Las piedras son topacio, cuarzo ahumado y diamantes engarzados en oro amarillo y rosa. La reina los había llevado en otras ocasiones. Se supo en los días de su estreno que el costo había sido de 11 mil euros. Con este look los reyes recorrieron la
Universidad tecnológica de Berlín, un parque y un palacio. Otro día intenso antes del regreso volver a la rutina en su residencia de los Países Bajos.
Si la pandemia sigue cediendo, si de a poco Europa vuelve a la normalidad, tendremos este año muchos momentos como éste. Es cierto que ninguna de las reinas y princesas nos dan tanto material como
Máxima pero confiamos en que se esmerarán y tendremos material para todo el año. Que así sea porque, fundamentalmente, será un signo del fin de esta crisis sanitaria. Ojalá así sea

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