“Gordofobia” y “flacofobia”, el bullying no para en la pandemia
ACOSO EN REDES

“Gordofobia” y “flacofobia”, el bullying no para en la pandemia

Son los dos términos que más se imponen en Internet como formas de hostigamiento al cuerpo del otro, y afectan tanto a chicos como adultos. Las consecuencias de un fenómeno que no se detiene.

El bullying, aunque sin ese nombre técnico que hoy engloba al fenómeno, existió desde siempre, fundamentalmente en las escuelas y en las barras de los barrios. Y generalmente apuntaba a los chicos con físicos diferentes a la media “aceptada”. El gordo, el flaco, el muy alto o el muy bajo. Y siempre fue algo que dejaba tras el comentario burlón una profunda
secuela negativa. ¿Qué hay de nuevo entonces? Pues que los afectados ya no son solo los chicos; que la tecnología y las redes sociales amplificaron el fenómeno, profundizado todavía más en tiempos de pandemia, y que se agregaron nuevas definiciones de descalificación al prójimo, siendo por lo menos dos las que sobresalen en estos tiempos, la “gordofobia” y la “flacofobia”.

¿De que se trata?
“El bullying alimenticio existe desde siempre -explica Agustina Murcho, licenciada en Nutrición y especialista en trastornos alimenticios- pero hoy en día los términos “gordofobia” y “flacofobia” vuelven a hacerse notar, en momentos en que todos, sin excepciones, estamos viviendo una situación que nunca antes vivimos. Quedarnos en una casa, aislados, donde el único contacto con los demás pasa a ser virtual, donde nos empezamos a encontrar con uno mismo. La mirada propia, que a veces puede ser demoledora, más la opinión del mundo externo, puede dañar muchísimo. Y las redes sociales, si bien repudian hechos de discriminación, también los promueven y son la base central de las burlas”. 
Según explican los especialistas, “gordofobia” es el rechazo consciente o inconsciente por los cuerpos más rellenitos, de mayor peso. Esta fobia la sufren mayormente las mujeres, víctimas de innumerables burlas. De manera contraria, está la flacofobia, igualmente despectiva para con los más delgados, que si bien es un tanto menos común que la discriminación hacia los obesos, también existe. 
“La discriminación que sufren los pacientes con trastornos alimenticios -advierte Murchoes de gran impacto para su salud, porque el trastorno va más allá de la comida y el cuerpo. 
La discriminación y la opinión ajena se vuelven un factor clave para que la persona enferma no vuelva a decaer, y el bullying alimenticio no ayuda en nada. Por esto es de vital importancia que los profesionales concienticen cada vez más sobre los riesgos de salud, y los peligros que puede haber. Argentina es hoy uno de los países con más desordenes alimentarios del mundo, y las redes sociales son grandes disparadores”. 
Claro que, quienes depositan sus burlas en el cuerpo ajeno, parecieran no advertir que en América Latina se estima que 6 de cada 10 adultos padecen obesidad, y de acuerdo a la 4° Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, publicada por el Ministerio de Salud y el Indec, más del 60 por ciento de la población argentina sufre sobrepeso y obesidad.
“Sin embargo, ser gordo es tabú, es una burla constante -sostiene la licenciada Murcho- y no se toma real conciencia del impacto que puede tener para la persona que lo sufre. Hay mucha desinformación con respecto a los alimentos, muchísima demonización de alimentos donde todo enferma, todo engorda. Hay cuentas donde aseguran que ayunar es sano, que dejar de comer lo que nos gusta es lo mejor para evitar enfermedades. Pero aquellas personas que son vulnerables a desarrollar patologías alimentarias, se ven atraídas por estas cuentas en redes sociales, y el riesgo a que generen un desorden alimenticio es todavía mayor. Por eso necesitamos más profesionales que generen conciencia para prevenir trastornos alimentarios, y más información relacionada con la alimentación, porque si nos llevamos mal con la comida, empezamos a tener problemas de salud física y mental”.

Burlas y redes
“La denominada “gordofobia”, odio al gordo -explica Débora Castillo, psicóloga especialista en trastornos de la conducta alimentaria para adolescentes y adultos- es parte de una modalidad discursiva que aporta al establecimiento de vínculos discriminatorios, reforzando el ideal de belleza asociado a la delgadez y generando distintos tipos de burlas sobre los cuerpos `gordos´. Es un término viejo, pero que ha tomado gran elevancia en el contexto de pandemia, donde el cotidiano es mediante las pantallas, y los medios de comunicación se inundan de este discurso mediante memes o videos”.
 “El término -añade la especialista- engloba los distintos tipos de discriminación o rechazo que sufren las personas con sobrepeso, cuestión que cobra especial relevancia en una sociedad que separa al distinto, cuyos parámetros estéticos están bien definidos y son tan estrictos como improbables. Las personas obesas sufren discriminación porque vivimos en una sociedad que exalta el narcisismo de los cuerpos y donde la estética se constituye como un valor. Por eso el discurso `gordofóbico´ opera de manera prejuiciosa y estereotipada, asimilando el aspecto físico de las personas con rasgos de su personalidad, conducta o estilo de vida. Entonces el cuerpo se convierte en territorio de interpretación que –a través de estereotipos y prejuicios– `comunica, dice, expresa, delata´ si una persona es bella, sana, feliz, si tiene una sexualidad plena, si puede o no trabajar, si gusta o no de esforzarse.
De esta manera, la mirada prejuiciosa que está en la base de la gordofobia asimila los cuerpos gordos con características como la inactividad/improductividad. Tanta magnitud adquirió el término y sus activismos, que incluso el INADI ha sacado informes y comunicados al respecto, advirtiendo de la importancia y sus consecuencias”.

La intimidación y sus consecuencias
Lo cierto es que aunque antes se lo caracterizaba como algo natural y era un clásico, que se escuchara gordo, gorda, traga, fideo fino, odiosa o lento, la adjetivación no parecía tan intimidante, y siempre se lo acompañaba de un adjetivo calificativo positivo, como que el gordo era bueno, la gorda era divertida, el traga era estudioso, el lento se tomaba su tiempo, el fideo fino era esculpido. Sin embargo, en la actualidad la intimidación persiste
hasta la edad adulta y no tiene ningún calificativo compensatorio, y hoy la marca es directamente el acoso, la persecución, como un acto repetitivo, agresivo, hecho para abusar o intimidar al otro.
“Corrimos los márgenes -explica la doctora Gabriela Renault, psicóloga y licenciada en Psicopedagogía- y a este acoso se lo denomina bullying, que puede asumir diversas formas, sobre todo verbal, emocional y cibernético y que puede producirse en la escuela, en la familia o en el trabajo. La consecuencia es que las “bully-victimas” generalmente se convierten en sujetos solitarios, pueden causar agorafobia, ansiedad generalizada, ser más impulsivos y agresivos, y pueden también padecer trastornos de pánico, o muchas veces, hasta suicidios”.
“El error más común -señala la psicopedagoga- es considerar que sólo el que es acosado padece de baja autoestima como para no poder defenderse, cuando en este acto todos tienen baja autoestima, también los que acosan”.

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