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La emocionante historia de un hombre que nació sin brazos y se recibió de profesor

Nada impidió que Juan Zúñiga pueda estudiar y recibir su diploma. Junto al apoyo incondicional de su familia, el joven da clases en su casa y sueña con enseñar en una escuela.

Juan Eduardo Zúñiga nació sin el desarrollo completo de sus brazos. No obstante, esto no le impidió que pueda cumplir todas las metas de su vida. Con tan solo 37 años, el joven salteño logró tener su título de profesor de Matemáticas y Física, el cual obtuvo en el Instituto Terciario de Yrigoye.

Junto al apoyo de sus padres, “Yayo”, como le dicen cariñosamente sus afectos, pudo comenzar su etapa escolar. Sin embargo, algunas personas no solo no alentaron al pequeño, sino que pusieron obstáculos en su aprendizaje. “Cuando quise entrar a la escuela me pusieron trabas por el tema de mi discapacidad, pero mi tema era mi discapacidad de los brazos, mentalmente estaba bien”, explicó al portal salteño El Tribuno.

Los directivos del la escuela le aconsejaban a los padres de Yayo que lo anotaran en una escuela especial, asumiendo que su discapacidad física también se vinculaba con un impedimento intelectual. Haciendo caso omiso a las recomendaciones de las autoridades, los papás de Juan lograron que el pequeño realice una serie de pruebas y comience su etapa escolar.

Sin brazos

Con ayuda de distintos profesionales, el joven Zúñiga finalmente empezó sus clases. “Yo solo tomaba las clases, empecé a agarrar el lápiz, empecé a familiarizarme con el lápiz y empecé a escribir, obviamente primero con ayuda de mi maestra de jardín, mis padres y de la psicopedagoga Marta Bonillo”, recordó el salteño oriundo de la ciudad de Orán.

Años más tarde, Juan continuó sus estudios y se anotó en la carrera de profesor de Matemáticas y Física en el Instituto Terciario de Yrigoye. Este año, finalmente Zúñiga cumplió uno de sus sueños y obtuvo el tan esperado diploma. Actualmente, prepara alumnos a través de clases particulares en su casa. Su gran deseo es formar parte de una escuela y transmitir sus conocimientos a los niños en un aula.

“Nunca pienso en lo que no tengo, Dios y la Virgen están siempre conmigo, no puedo pedir nada más”, agradeció el joven. Sumado a esto, sus dos hijos, Joaquín, de 10 años y Guadalupe, de tan solo 5 años, son el pilar fundamental en la vida de Juan. “Mis hijos son los brazos que no tengo”, concluyó Yayo.

 

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