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TÍA DE SHEILA

El calvario de drogas y violencia

“Yo no estaba ese domingo. Si llegaba a estar no le iba a pasar nada a mi sobrina”. Con estas palabras, y la prueba de su tarjeta Sube que confirmaba sus viajes en colectivo durante ese 14 de octubre entre las 12 y las 18, Leonela Ayala se declaró inocente ante la Justicia por el asesinato de su sobrina Sheila Ayala.
La mujer, de 25 años, que recuperó la libertad días atrás pero sigue imputada, apuntó en su última declaración indagatoria contra su propio marido, Fabián González Rojas (24) por la muerte de su sobrina y ahijada ocurrida en su propia casa dentro del predio tomado Campo Tupasy en San Miguel, presumiblemente ese mismo domingo.
Según dijo Ayala en su declaración a la que accedió Infobae, González Rojas se quedó solo en la casa durante esas horas de aquel fin de semana, después de toda una noche de haber estado tomando cocaína en el barrio. “El sabe que yo la amaba, si fue él se tiene que hacerse cargo, yo todos los años le hacía la torta de cumpleaños”, comentó la mujer que, según su abogado Hugo Icazati, está refugiada tras recibir amenazas y deprimida porque no puede ver a sus hijos, bajo custodia judicial.
Leonela contó que González Rojas era violento, que le pegaba, que tomaba alcohol en exceso y que robaba cosas de su propia casa para comprar drogas. Incluso declaró que ella cree que estuvo a punto de abusar de una de sus hijas una noche que ella lo descubrió.
“Ahora creo que sí, que fue capaz”, admitió Ayala cuando en la indagatoria una de las partes le preguntó si creía que él pudo matar a su sobrina, y remarcó: “Yo quiero decir que yo sería incapaz de hacerle daño a mi ahijada, yo la quería como a una hija, si yo estaba en mi casa a mi nena no le pasaba nada, tampoco voy a encubrir una cosa así, eso no se encubre, estoy pagando por algo que no hice”.
Leonela contó que ese domingo salió cerca de las 10.30 y se fue en colectivo, embarazada a punto de parir y con sus otros tres hijos, a visitar a su hermano Martín Ayala. En casa de su hermano, en el barrio Santa Brígida, almorzaron, tomaron helado, durmieron siesta y antes de que la mujer volviera a su casa, compartieron unos mates.
Mientras almorzaban, Leonela contó que recibió un mensaje de Alejandra Sosa, la mamá de Sheila. Le preguntaba si la había visto porque no la encontraban por ningún lado.
Leonela aseguró que volvió a su casa cerca de las 18.30 y que al rato entró un policía con la abuela de la nena. Al regresar observó que la bolsa que cubría el colchón de la cama de su hija estaba rota. “Cuando me fui el domingo estaba un poquito rota pero no así”, aclaró, y contó que le preguntó a su marido si sabía qué había pasado y que él le echó la culpa a la nena: “A mí me pareció raro porque cuando me fui con las nenas y mi bebé el colchón no estaba así”.

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