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CONSECUENCIAS DE LA VIDA DIGITAL

¿Nos cambiaron el cerebro las redes sociales?

Los expertos coinciden en que las nuevas tecnologías y su variedad de plataformas son capaces de modificar nuestras estructuras cerebrales. ¿Perjuicio o evolución inevitable?

Hasta no hace muchas décadas atrás, nuestra vida cotidiana hubiese parecido la trama de una película de ciencia ficción: hombres con auriculares hablando “solos” por la calle o caminando sin sacar los ojos de las pantallitas de su celular o hasta leyendo el diario en una página que cambia sus titulares a medida que corren los minutos. Pero no es ciencia ficción sino realidad pura. Y ni que hablar de los lugares de encuentro que tenemos en el mundo virtual: hace cerca de una década que las redes sociales llegaron a la vida cotidiana y modificaron también buena parte de nuestras vidas. Frente a esto, no son pocos los expertos en neurología que aseguran que todos estos elementos nuevos llegados con el avance tecnológico han sido capaces de modificar el cerebro. Pero la pregunta no deja de inquietar y acaso sorprender: ¿nos cambiaron la cabeza las redes sociales?

Para el neurólogo Pedro Bermejo, “ya está comprobado que los nativos digitales aprenden de un modo ligeramente diferente a los que no lo son”. Según su visión, el uso de redes sociales tiene numerosos efectos positivos sobre el cerebro: desde el desarrollo de nuevas conexiones cerebrales hasta la creación de nuevos métodos de aprendizaje. De hecho, el cerebro parece ser capaz de crear nuevas redes neuronales mientras se navega por Facebook, Twitter o Youtube. Esto significa que el cerebro tiene la suficiente plasticidad para adaptarse a este tipo de nuevos retos.
Sin embargo, los expertos también señalan que las redes sociales y las nuevas tecnologías pueden provocar adicción, dado que parte del procesamiento cerebral de las redes tiene lugar en los circuitos relacionados con las recompensas, y su uso no controlado podría estar asociado a algunos trastornos psiquiátricos como las adicciones.

“Los nativos digitales son capaces de hacer varias tareas a la vez con mejor resultado y son más rápidos buscando información para dar respuesta a preguntas concretas”, explica Bermejo.
En sintonía con esta mirada, el neurólogo Matías Ballino asegura que sería ingenuo pensar que las nuevas tecnologías no cambian el funcionamiento del cerebro. “Las computadoras y todos los llamados dispositivos inteligentes son prolongaciones de diversas funciones de nuestro cerebro -explica-; es decir que están preparados justamente para facilitar el trabajo de nuestras capacidades superiores. La manera masiva en la que nos enfrentamos a las nuevas tecnologías cambió radicalmente nuestra manera de pensar y de actuar ante determinadas situaciones. Hoy son cada vez menos los que buscan esforzar la memoria para recordar algo porque prefieren consultarlo antes en Google. Así como el homo sapiens aprendió a usar la mano de nuevos modos y esto determinó cambios en su cerebro, actualmente incorporamos modificaciones constantes en función de cómo realizamos las tareas”.
Desde una perspectiva biológica, está demostrado que las redes sociales provocan cambios en los neurotransmisores como la oxitocina, la adrenalina, la dopamina, la serotonina, la testosterona y el cortisol. Mayores niveles de oxitocina, por ejemplo, se relacionan con más compras e inversión, y con una mayor influencia de la familia y la pareja. La adrenalina, que se libera puntualmente en el uso de redes sociales estaría vinculada con la agresividad mientras que la dopamina se libera cuando se recibe un ‘like’.

“No caben dudas de que una persona hoy enfrenta una cantidad y diversidad de información que supera en mucho al promedio que recibía alguien hace tan sólo 25 años”, señala Diego Sarasola, director del Instituto de neurociencias Alexander Luria.
El experto plantea que con las nuevas tecnologías la información que recibe el cerebro varía no sólo en cantidad sino también en términos cualitativos. “Si uno quisiera caracterizar la información actual, con los riesgos de caer en simplificaciones, podría definirla como veloz, polimodal y muchas voces con un alto grado de superficialidad”.
De cualquier manera, Sarasola considera prematuro preguntarse cuáles serán las consecuencias cerebrales luego de años, ya que ni siquiera se puede asegurar que todo se mantendrá como hasta ahora. “Lo que sí sabemos -apunta- es que hoy recurrimos cada vez con mayor frecuencia a dispositivos tecnológicos para almacenar datos (como números de teléfono, direcciones, fechas) que antes descansaban primariamente en la memoria”.
Entre los cambios en las capacidades cerebrales, los expertos también señalan la influencia de las redes sociales en cuestiones como la pérdida de capacidad de concentración y de prestar atención, así como la de leer y escribir textos largos.
Para Bermejo, si bien coincide en que es muy difícil realizar predicciones en este tema, “parece claro que nuestro cerebro se adaptará a tener una gran cantidad de información disponible con la que poder trabajar y cada vez será menos necesario almacenar información”.

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