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LA PESADILLA DE LOS PADRES

La cotidiana lucha de hacer dormir a los chicos y no enloquecerse en el intento

Un estudio reciente reveló que los adultos emplean 140 horas al año para conseguir que sus hijos se vayan a la cama. Qué dicen los especialistas y por qué el sueño para los más pequeños a veces se vuelve una misión poco menos que imposible.

Es la lucha de nunca acabar. O el dilema cotidiano de muchos padres: ¿cómo hacer para que los chicos se vayan a la cama sin protestar y a la hora indicada? Mientras son varios los que aportan ideas, sugerencias o secretos, y otros tantos los que deciden darse por vencido o revelar con orgullo que tienen el tema controlado, un estudio reciente reveló que los padres emplean un promedio de 140 horas al año para conseguir llevar a sus hijos a la cama. Una pesadilla, podrían agregar algunos.
El estudio, dirigido por una empresa internacional de cepillos de dientes, puso el foco en las rutinas de mil padres con niños con edades comprendidas entre 3 y 12 años. El análisis concluyó que los padres normalmente tardan 25 minutos en lograr que sus hijos se metan en la cama cada noche, lo que equivale a 3 horas a la semana y, por tanto, 140 horas al año.
“Requiere un trabajo desde chiquitos para que de más grandes tengan incorporada la rutina de acostarse temprano”, cuenta Eleonora, mamá de Juan (6) y Francisco (5) y quien admite con orgullo que, aunque a veces puede haber alguna protesta, sus hijos se van a la cama siempre antes de las once.
“A las diez y media ya están acostados -cuenta Eleonora-. Pasa que a las ocho y media ya los tengo arriba. Pero ojo: fue algo que se les inculcó de bebés. Yo tengo amigas que a sus hijos no los pueden hacer dormir antes de la una. El secreto, al menos en nuestro caso, fue incorporarles la rutina de dormir temprano ya cuando eran bebés”.

Una de las primeras preguntas que surgen al entrar en el tema es por qué tantos padres tardan lo que tardan en hacer dormir a sus hijos. Según el estudio, la edad de los niños determina cuál va a ser el mayor problema. Los padres con niños de entre cinco y seis años, por ejemplo, encuentran más dificultades para conseguir que los niños se laven los dientes; mientras que a los padres con niños de entre siete y ocho años les cuesta más el propio hecho de meter a sus hijos en la cama.
Curiosamente, el mismo trabajo reveló que también influye la persona que acuesta a los niños. Solo un 57% de los padres, frente a un 63% de las madres, admitió tener problemas para acostar a sus hijos. Claro que esto no significa que las madres sean menos productivas. De acuerdo con el trabajo, las madres tienen menos dificultades para bañar a sus hijos y ponerles el pijama. Por consiguiente, completar estas tareas les lleva dos minutos menos que a los padres, quienes emplean una media de 17 minutos.
El médico Eduard Estivill, creador del método que lleva su nombre, tiene varios libros para enseñar a dormir a los más pequeños. El más conocido es “Duérmete, niño”, en el cual, junto a Sylvia de Béjar, asegura que los chicos son capaces de dormirse solos, en su propio cuarto y a oscuras durante toda la noche. Para lograrlo, hay que respetar una rigurosa tabla de tiempo antes de acudir a consolar al niño cuando llora.
“Siempre hubo varias teorías y todas cambian según la época -apunta la psicóloga María Estoica-. Una de ellas decía que ya a los tres meses había que sacar al bebé del cuarto de los padres. Las teorías y las épocas pueden cambiar pero lo que se mantiene es la preocupación de los padres para que los chicos se duerman a hora”.
Según la especialista local, “muchas veces hay que ver que pueden estar expresando esos chicos que no se quieren ir a dormir. ¿Tienen miedo? ¿Sienten angustia por algo puntual? Lo ideal siempre es tratar de entender al chico y no entrar en una lucha que torne más compleja la situación”.
En su último libro, “¡A dormir!”, Estivill actualiza su método, defendido por muchos y criticado por otros tantos. ¿En qué consiste? A partir del estudio de los fetos, la idea es enseñar a dormir a los niños desde que nacen. Así, la propuesta es que los bebés se duerman solos desde el primer día de vida. Fiel a su argumento, el médico español dice qué no hace falta acunar al bebe ni hacer nada para que se duerma porque en la panza de la mamá se dormía solo.
Claro que no todos apoyan esta idea. Para la pediatra Carolina Marotta, por ejemplo, no se puede comparar el momento intrauterino con el extrauterino: “Cuando el bebé está en la panza tiene vivencias totalmente diferentes a cuando está afuera. Los movimientos y la voz de su mamá lo arrullan. La arteria aorta está pegada al útero y el sonido del corazón de la madre también lo reconforta”.
Entre las “reglas de oro” para aplicar desde el primer día de vida, Estivill sugiere colocar al bebé en la cuna despierto para que aprenda a dormirse solo como lo hacía en el vientre materno y evitar darle golpecitos en la espalda.
Teorías al margen, el sueño infantil es uno de los temas que más desvelan a los padres en sentido literal. Son varios los que se quejan de que sus hijos de 5, 6 y 10 años no quieren dormir solos. Algunos consultan y otros prefieren mantenerlo en la intimidad. Y están los que lo aceptan como un hecho natural, que el tiempo corregirá. A muchos de ellos, son varios los especialistas que les dan la razón: los últimos estudios sobre el tema, de hecho, demuestran que la mayoría de los llamados “trastornos del sueño” no son patologías sino, en todo caso, expectativas poco realistas de los padres sobre el sueño de sus hijos.

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