TAMBIÉN DESDE EL ESTADO BUSCAN DESTERRAR LA COSTUMBRE

Los piropos están cada vez más instalados en el banquillo de acusado

Pasaron de ser considerados románticos a una actitud de acoso callejero. Cada vez más mujeres manifiestan incomodidad al escuchar “evaluaciones” de su cuerpo en la calle.

Los piropos están cada vez más instalados en el banquillo de acusado

Los tiempos cambian y las tradiciones también: esa costumbre arraigada en la sociedad que daba rienda suelta a los hombres para piropear en la calle a las mujeres que le pasaban por delante está siendo fuertemente cuestionada. La actitud que durante largo tiempo fue considerada romántica ahora es señalada como acoso verbal callejero.
Cada vez más voces exigen erradicar esta tradición que hace sentir incómodas -cuando no inseguras- a muchas mujeres. De hecho, un tradicional bar de la ciudad de Rosario hace unas semanas comenzó con una medida novedosa que lo puso en boca de todos: con el objetivo de luchar contra el acoso a las mujeres colgó en las paredes de su bar varios carteles pidiendo a sus clientes que no piropeen.
“Señores clientes: debido a los constantes incidentes que se registran con las vecinas del bar, les pedimos no decirles ningún tipo de piropos o improperio a las vecinas”, dice la advertencia que cuelga en distintos lugares del local. La decisión de los administradores se debió a una pelea protagonizada por dos chicas que agredieron a un hombre que, sin conocerlas, les dijo algo inapropiado cuando pasaban por la vereda.

Según un informe de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires sobre un relevamiento en La Plata, Ezeiza, Esteban Etcheverría y Lomas de Zamora, 8 de cada 10 mujeres sufrieron situaciones de acoso callejero y el 97% no lo denunció. El 60% indicó que el acoso fue verbal, el 3,5% físico y el 35% incluyó las dos formas.
El 37% de estas situaciones se produjeron en la vía pública; el 18% en plazas; otro 18% en medios de transporte y el 10% en el trabajo.
El informe, elaborado por el Observatorio de Niñez y Adolescencia del organismo, apuntó a analizar una práctica cotidiana y masiva pero cuyo impacto es poco observado.
“Los piropos son una forma de violencia que pone en evidencia como se ejerce el poder en los espacios públicos. Si bien para muchas personas parecen inofensivos, pueden generar incomodidad, son invasivos y muchas veces ofensivos”, dice la socióloga Mora Blaser, especialista en género.

El estudio se realizó en base al testimonio de 300 mujeres de distintas edades. Reveló que el hostigamiento comienza en la preadolescencia (alrededor de los 11 años), etapa en la que las niñas suelen sentir vergüenza del cuerpo que están desarrollando.
En tanto, las víctimas de acoso indicaron que el 74% fue provocado por desconocidos; el 18% por conocidos, mientras que el 8% sufrió estas situaciones tanto por conocidos como por desconocidos.
Sobre la base de este trabajo, el organismo que preside Guido Lorenzino elaboró una serie de propuestas, entre ellas el diseño de un marco jurídico provincial para prevenir, tratar y sancionar el acoso callejero en el espacio público.
El Defensor del Pueblo adjunto, Walter Martello señaló: “Todas las personas tienen derecho a transitar libremente y con la confianza de no ser violentados, independiente del contexto, la edad, la hora del día o del vestuario”.
El marco jurídico también prevé la creación de un programa provincial cuyos objetivos sean la asistencia, orientación y acompañamiento a las víctimas, en base al vínculo con organizaciones de la sociedad civil, entidades educativas y el Estado.
Además, propone la modificación del código de faltas provincial sobre acoso callejero en el espacio público estableciendo nuevas sanciones y que lo recaudado por motivo de estas sanciones sea destinado a programas de prevención y asistencia a las víctimas.
Asimismo, plantea la incorporación a la currícula escolar de contenidos que cuestionen y expongan el acoso callejero con perspectiva de derechos humanos y que se construyan indicadores que permitan observar la evolución de la temática.
“Los derechos humanos no dependen ni se suspenden por detalles del entorno: no hay excusas ni justificaciones para el acoso callejero”, sostuvo Martello que está a cargo del Observatorio de Niñez y Adolescencia que realizó el relevamiento.
Blaser coincide: “Los piropos son acoso callejero. Constituyen un mecanismo discursivo violento. Todas las personas tenemos que transitar por el espacio público sin ser acosadas, ni agredidas de ninguna manera, ni física, ni verbalmente”,
La pregunta que se desprende es si en todos los casos -aún cuando la frase lanzada no tenga connotación libidinosa- debe ser considerado acoso verbal.

Para Martelló el acoso callejero es “una acción violenta por su unidireccionalidad, que vulnera la intimidad de las personas porque no existe un consentimiento de quien lo recibe”.
Según el relevamiento, el 30 por ciento refirió que el acoso lo sufrió a la tarde mientras que otro 13 por ciento contestó que fue por la mañana y un porcentaje similar a la noche.
“Por lo general reviste diversas modalidades de connotación sexual, ejercidas por una persona que puede ser conocida o desconocida, en espacios públicos como la calle, el transporte o espacios semipúblicos (universidad, plazas y otros) y eso es lo que pretendemos visibilizar con este trabajo”, graficó Martelló.
En cuanto a las posibles consecuencias, Blaser sostiene: “Pueden producir un impacto psicológico negativo en la persona que lo recibe, también miedo e intimidación y en algunos casos pasa a la fase de violencia física”.
El 22 por ciento de las mujeres encuestadas afirmaron haber sentido rabia por la situación; 21% miedo e inseguridad; 20% asco; 18% impotencia; 10% vergüenza y 5% por ciento confusión.
La especialista en género explica que las distintas formas que legitiman la desigualdad entre hombres y mujeres son las que habilitan el piropo y el acoso callejero hacia las mujeres. “Es un fenómeno cultural y social, no es natural. A pesar de que ha sido naturalizado y se ve como algo normal, nada tiene de normal, se trata de una forma de ejercer el poder a través de la violencia verbal”, afirma.
Blaser considera que los piropos son una forma de violencia que pone en evidencia como se ejerce el poder en los espacios públicos.

¿De dónde viene el piropo y por qué su unidireccionalidad?
“Las distintas formas que legitiman la desigualdad entre hombres y mujeres habilitan el piropo y el acoso callejero hacia las mujeres. Es un fenómeno cultural y social, no es natural. A pesar de que ha sido naturalizado y se ve como algo normal, nada tiene de normal, se trata de una forma de ejercer el poder a través de la violencia verbal”, dice Blaser.
Los especialistas explican que aunque no se lancen frases libidinosas, con esa actitud los hombres están cosificando a las mujeres porque las obligan a escuchar una evaluación de su cuerpo que no pidieron, de esta manera las niegan como personas con derecho a negarse a la interacción.

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